Tenemos que deshacernos de la tolerancia
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Tendemos a hablar de tolerancia como si fuera una máxima característica humana. Y pensamos poco en las implicaciones que tiene el término y la manera en la que lo usamos.

«Tolerancia» por su definición de diccionario es la “actitud de la persona que respeta las opiniones, ideas o actitudes de las demás personas aunque no coincidan con las propias”, pero la raíz de tolerar viene de la “cualidad de quien puede aguantar, soportar o aceptar”. Y esto es muchísimo más cercano a la forma en la que tendemos a usar la expresión.

Esto quiere decir que cuando hablamos de ‘tolerar’ a alguien, estamos diciendo que los aguantamos, que los soportamos. Como si el sujeto de nuestra tolerancia necesitara esa aprobación. Como si se tuviera alguna autoridad para aceptar o no a las personas. ¿No deberíamos más bien querer coexistir pacíficamente con las personas, y no ‘aguantarlas’?

Llevo años, décadas, intentando reformar mis prejuicios y mis privilegios. Intentando desaprender, abandonar los cánones que la sociedad me inculcó. Y como mujer blanca, cis—héterosexual, de clase media, a lo que quiero llegar con esta re-educación no es a que quienes no están dentro de las definiciones “aceptables” de la sociedad crean o sientan que les tolero, que les aguanto. Quiero que las personas a mi alrededor se sientan respetadas, valoradas y escuchadas. Que sepan que no es necesario entender o compartir una religión, un idioma o una forma de vida para respetarla y reconocerla. Yo no hablo—ni entiendo—holandés, no por eso deja de ser un idioma válido.

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Entonces decir cosas como “no le entiendo a los transexuales, pero los tolero”, tiene una serie de implicaciones enraizadas en un discurso de odio. Los portadores de estas voces dirán que no es “discurso de odio” sino una opinión, y querrán ampararse bajo el paraguas de la libertad de expresión… pero como se ha dicho incontables veces: el odio no es una opinión. Negar el derecho de existir de una persona, no es una opinión.

Pretender que conocemos las formas únicas y correctas de vida, sin temor a equivocarnos, es un fanatismo fuera de serie. Es limitar la experiencia humana que, considerando que todos somos individuos distintos, es infinita.

En la estructura jerárquica social en la que vivimos, la gente con poder y recursos es quien tiene el privilegio de tolerar. Y la gente que no tiene este poder y estos recursos, o que habitan en la periferia de la sociedad hegemónica, tiene que estar de acuerdo con ser tolerada.

Yo quiero vivir en un mundo en el que nadie tenga que tolerar ser tolerado.

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