Cubrementes
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Nacho Lozano es periodista y autor. Ha sido reportero y presentador de noticias para radio, televisión e internet desde hace dos décadas; editor y columnista en diversos medios impresos nacionales e internacionales. Es presentador de Noticias Telemundo. Twitter: @nacholozano

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Foto: Mika Baumeister / Unsplash.

A veces nos cuesta trabajo entender que esto del virus SARS-CoV-2 que produce la enfermedad Covid-19 y sus variantes es una materia de estudio en constante cambio. Al momento no hay una teoría definitiva, porque las ciencias y sus especialistas siguen estudiando los comportamientos y mutaciones de virus. Peor aún, las previsiones y medidas que tomemos hoy pueden ser correctas, luego cambiadas o después mejoradas, pero en ningún momento deben ser consideradas definitivas. Por lo menos hasta ahora. Las formas de contagio también están en constante estudio. Los sobrevivientes al contagio son monitoreados por especialistas para conocer las consecuencias biológicas y secuelas físicas a corto, mediano y largo plazo. Todos nos comemos las uñas de los pinches nervios.

La velocidad con la que se propagó el virus asombró al mundo. Cobró vidas en circunstancias sin precedentes. A la par fuimos testigos de cómo los científicos y los laboratorios crearon vacunas en tiempo récord. Pasaba el tiempo y cada mes un nuevo descubrimiento y revelación sobre el virus dejaba pasmada a la comunidad científica, hoy estamos en las mismas, que no son como las de ayer. Es decir, no hay nada definitivo. No hay prevención infalible porque luego descubrimos que nos contagiamos por vías inesperadas o que prevenir de esta manera es inútil porque el virus no llegará por esa vía. En el carril de junto de esta gran autopista, el tráiler de la infodemia cargado de noticias falsas va regando sus mentiras por la carretera. Miles han muerte creyendo esos infundios.

Así como los científicos descubren cambios constantes y los revelan en cuanto es posible, los políticos del mundo están obligados a tomar las mejores decisiones para sus pueblos. Un día nos dicen que la vacuna es efectiva, porque así lo señala la evidencia científica. Otro día advierten de los efectos secundarios de la inoculación en casos aislados. Al siguiente advierten (políticos que consideran seriamente a la evidencia científica) que no usar el cubrebocas pone en riesgo nuestra vida, sin embargo al día siguiente relajan su uso porque los científicos dicen que estar vacunados es seguro y el cubrebocas imprescindibles si se llega a la inmunidad de rebaño. 

Pero no hemos llegado a esa inmunidad de grupo que considera al menos el 75% de un país vacunado. En Estados Unidos, las autoridades sanitarias han visto un panorama patas pa’rriba: muy bajos niveles de vacunación, a pesar de que ese privilegio está garantizado para sus habitantes; una nueva ola de contagios, hospitalizaciones y muertes entre quienes no se han vacunado se ha apoderado de los recientes días y los datos señalan que 99.2% de los fallecidos por Covid no habían sido vacunados. 

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Ayer, los estadounidenses tomaron la decisión de volver al uso de cubrebocas. Pagan justos vacunados por pecadores antivacunas; las autoridades gringas quieren salvar vidas, porque la ciencia probó recientemente que aunque vacunados podíamos contagiarnos y ser transmisores. Y como hay que cuidar a los necios que por razones que no son médicas (como alergias o preexistencias médicas) no se quieren vacunar, pues el cubrebocas estará de vuelta.

¿Qué pasará con México que está tan lejos de la inmunidad de grupo y tan cerca de Estados Unidos?

Bueno, pues en México el presidente Andrés Manuel López Obrador no ha usado ni promueve el cubrebocas públicamente, solo lo vemos cubrierto en sus viajes de avión. El impresentable Doctor Golpe de Estado y Risa, Hugo López-Gatell, se ha atrevido a decir que el cubrebocas no sirve para prevenir el contagio. Y desafortunadamente hay millones que ven al presidente, que escuchan a López-Gatell y los imitan, luego se contagian y mueren.

Cómo olvidar cuando Gerardo Fernández Noroña, diputado federal del Partido del Trabajo, comparó un cubrebocas con un bozal, se sintió perro, me imagino (con respeto a los inteligentísimos canes). Hoy está contagiado de Covid-19. 

¿Cuántas vidas se hubieran evitado si los políticos más poderosos hubiesen promovido el uso del cubrebocas, la sana distancia y la evidencia científica a tiempo y contundentenmente?

Para ser Franco: cae más rápido un hablador contagiado.

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