Mi pareja no quiere vacunarse
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

Mi pareja no quiere vacunarse
Foto: "Bo Burnham: Inside" / Netflix

Después de un año y cuatro meses de entretenimiento en casa, y más de 500 películas, documentales, conciertos y series, la convivencia entre mi pareja y yo se mantiene saludable, y nosotros también. Trabajo a distancia y con pocas salidas, no más de las necesarias; un espacio higiénico, cero visitas, uso de cubrebocas en exteriores y, eso sí, un estricto ritual de regreso a casa que incluye duchas y mucho desinfectante. Tal vez esta sea la fórmula ganadora que nos ha mantenido sanos.

O tal vez no. Hay quienes no toman ninguna de estas precauciones y tampoco han experimentado síntomas. Ya se ha vuelto muy común escuchar entre los amigos y la familia frases como “tal vez soy inmune” o “se me hace que ya me dio y soy asintomático”. Dado que las autoridades sanitarias en México, y los medios de comunicación en general, hablan muy poco de la inmunidad natural, a los mexicanos no nos ha quedado otra que informarnos solos. En casa leemos publicaciones de otros países, a pesar de que toda información es tratada con sospecha, sometida a infinidad de verificadores, o de plano censurada.

Yo ya estoy vacunado. Debo admitir que hacerlo sí me ayudó a recuperar algo de la calma que esta pandemia nos ha robado a todos. Incluso, ya salgo a la calle más que antes, voy al cine, a restaurantes o a estirar las piernas aunque sea. El siguiente paso para mí será inscribirme en un gimnasio, cuando la situación me lo permita y esto sea prudente. A mi cuerpo le urge ejercitarse después de tanto tiempo sentado frente a la computadora. Tengo más achaques acumulados que mis padres a la misma edad.

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No es lo mismo para mi pareja, quien ha preferido no vacunarse. Sale menos que yo, acaso hemos comido fuera un par de veces y no me acompaña al cine. Claro que me preocupa su decisión, ¿pero qué puedo hacer? ¿llevarle a rastras?, ¿montar un chantaje?, ¿organizar una intervención? Sé que esto podría ser motivo de grandes peleas, pero no puedo obligar a una persona a hacer algo que no desea. Y tampoco nos vamos a separar por esto.

Pienso en ello cada vez que salgo de casa y recuerdo que, según la información disponible, aún estando vacunados podemos contagiarnos y contagiar a otros. ¿Qué hago? ¿Me quedo otro año encerrado porque la persona con la que comparto mi vida no se quiere vacunar? Solo pensarlo me hace sentir egoísta, pero no puedo pasar todo el tiempo torturándome con esa idea. Mis salidas también son por temas de trabajo, compromisos familiares o trámites impostergables.

Hasta el momento, todo va bien. Continuamos con los mismos protocolos sanitarios que adoptamos desde el inicio y que seguimos con más disciplina que una oficina pública o que un centro comercial. Por supuesto, compartimos la mesa y los alimentos, charlamos y reímos. Pero no dormimos en la misma cama ni tenemos más demostraciones de afecto: nada de abrazos, besos, ni intimidad. Una relación de pareja que sobrevive gracias a la confianza que dan años de convivencia, y sí, ¿por qué no lo voy a decir?, al amor.

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Y aquí es donde el entretenimiento en casa sigue siendo un salvavidas. Unos días yo escojo la película que veremos y en otros la decisión es suya. Yo necesito ver cosas que me levanten el ánimo, aunque a veces me toque sentarme dos horas a ver algún drama europeo que no fue mi elección (pero que afortunadamente puedo usar para escribir esta columna). Algunas cosas en las que no nos ponemos de acuerdo las veo solo, y mi pareja hace lo mismo. Todo sirve, todo nutre, todo abona porque de esto también se tratan las parejas, de pequeñas decisiones.

Dice el comediante Bo Burnham que “toda interacción humana, ya sea social, política, espiritual, sexual o interpersonal, debería suceder en el espacio digital, que es mucho más seguro y más real”. Esta una de las tantas reflexiones alocadas que aborda en Inside, un especial de Netflix que yo había postergado precisamente por ser el tipo de cosas en las que mi pareja y yo no nos ponemos de acuerdo. Ahora que recibió seis nominaciones al Emmy decidí rescatarlo. Es hora y media de segmentos musicales grabados durante el confinamiento. Yo estoy abierto a ver contenidos que tratan sobre la pandemia, pero a mi pareja no le hacen tanta gracia. 

Otra cosa en la que no nos pusimos de acuerdo, claro está, fue en la vacuna. Me dijo que no quiere vacunarse con AstraZeneca porque en varias publicaciones internacionales se hablaba de riesgos para algunas personas. Recientemente se sometió a una operación por un problema de coágulos en la sangre y el médico le comentó que dicha vacuna no era la adecuada para su caso. Entiendo y respeto su decisión cuando me explica cuánto le molesta no poder escoger la vacuna que considera la mejor.

Por el lado positivo, al menos no estamos viviendo una situación como la de otras parejas, donde una mitad descubre que la otra cree en teorías de conspiración. Un estudio publicado por Elsevier, en el diario Personality and Individual Differences, explica que las personas que creen que el Covid-19 es una conspiración padecen de ansiedad; mientras que la Universidad de Otago atribuye este tipo de pensamiento a la falta de control sobre sus vidas. La recomendación es escuchar sin juzgar, ser empáticos y empoderar a las personas para hacerlas sentir que pueden recuperar el control.

Tampoco hay que tomarse a la ligera el hecho de que sí existe tal cosa como la “envidia por vacunas”, pues esto ha quedado bien documentado en otros países. Medios de comunicación como The Guardian y RT han hablado de cómo las diferentes vacunas se han trivializado, al grado de convertirse en uno de los pocos temas de conversación al retomar las reuniones sociales, y en algunos casos también se han vuelto un símbolo de estatus, casi como marcas de ropa.

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Nuestra historia es solo una de millones de historias de parejas que, por una o por otra razón, tendremos que continuar con nuestras vidas hasta llegar a un acuerdo o encontrar una solución. En este momento, la situación mundial no se puede acomodar a lo que uno desea, no es necesariamente culpa de nuestro gobierno, sino de una combinación de factores que involucra a líderes de potencias mundiales, laboratorios y grandes farmacéuticas. Pero el reclamo es válido y lo vamos a seguir escuchando: ¿por qué tenemos que conformarnos con la vacuna que se nos asigna?

Pienso otra vez en lo conmovedor que es Inside de Bo Burnham, un monólogo que él solo actuó, grabó y editó en una misma habitación durante el año del confinamiento, y en lo difícil que fue para mí encontrar una frase donde se dirigiera a otra persona, tal vez a una novia o a un amigo, alguien que no fuera él mismo o un público imaginario. Nunca la encontré. La vida te enseña que en una relación de pareja podrás estar en desacuerdo muchas veces y por muy diversas razones, pero a mí me motiva saber que, como en tantas otras, de ésta también vamos a salir juntos.

BREVES

En el lado opuesto de este ejercicio autocrítico que es Inside, está Moby Doc. El ego del músico Moby no cabe en este documental autobiográfico, donde el 50% es vanidad y el otro 50% es autoconmiseración. Disponible en Amazon Prime.

Hablando de contenidos sobre la pandemia, otra opción es el documental 76 Days (Amazon Prime), que habla de los primeros días de la pandemia en Wuhan. No confundir con In the Same Breath, que es una mirada más crítica sobre el mismo tema pero que actualmente no está disponible para streaming.

Y ya que andamos de masoquistas, otro documental sobre la pandemia que sí está disponible a través de HBO Max es The Last Cruise, sobre la crisis que se desató a bordo del crucero Diamond Princess.

@carloscelis_

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