¿Escuchar las llamadas de trabajo de tu cónyuge te pone nervioso? A mí también

Es colaboradora del New Yorker, New York Times y otras publicaciones, y es autora de Baby, Unplugged: One Mother's Search for Balance, Reason, and Sanity in the Digital Age.

¿Escuchar las llamadas de trabajo de tu cónyuge te pone nervioso? A mí también
'Ahora que nos acercamos a otro otoño pandémico, quería entender mejor tanto a) por qué era tan molesto escuchar sus conversaciones, y b) qué podía hacer para no escucharlas, y así continuar con mi propio trabajo a distancia'. Foto: izusek/Getty Images

Papá, ¿estás trabajando?“, pregunta mi hija de dos años todo el día, mientras mi esposo se pasea por la sala en un estado de fuga realizando llamadas de negocios consecutivas, con los AirPods puestos y los ojos fijos en la distancia media.

Charlotte cumplió un año pocos meses después de que la ciudad de Nueva York entró en confinamiento por la pandemia, así que durante la mayor parte de su vida, sus padres están presentes. Los límites entre la vida laboral y la personal son tan difusos que, a menos que Dave se quite los AirPods, algo que rara vez hace durante la mayor parte del día, esté o no en una llamada, ella asume que está “realizando sus negocios”, como lo llama. Cuando ella quiere llamar su atención, por ejemplo, cuando él está hablando apasionadamente sobre los robots que cortan el césped de los espacios comerciales y no leyéndole el libro Yummy, Yucky, a veces le quita los AirPods de las orejas, se los pone en las suyas, al revés, para que parezca que intenta conversar con los Hombrecitos Verdes, y después camina por la habitación diciendo: “¡Es un placer hacer negocios contigo!

Es un buen alivio cómico, y un ejemplo de cómo disipar la tensión, mucho más encantador que mi táctica, la cual consiste en hablar muy alto y decirle que si usa la palabra “apalancar” o “idear” en mi presencia una vez más, idearé una manera de apalancarlo en otro departamento.

Mientras nos acercamos a otro otoño pandémico, con las empresas reduciendo las semanas de trabajo en persona y el futuro de la cultura de oficina incierto, quería entender mejor a) por qué era tan molesto escuchar sus conversaciones, y b) qué podía hacer para no escucharlas, para poder continuar con mi propio trabajo a distancia.

“Todos tenemos múltiples identidades”, me explica la terapeuta de parejas y psicóloga Signe Simon cuando la llamo por teléfono. Existe el Dave del trabajo, el Dave esposo, el Dave padre. “Puede ser muy sorprendente encontrarse con una persona con la que no estás familiarizado, particularmente si no nos gusta esa versión”.

Así que esa es una de las razones por las que escucharlo hablar de los cortadores de pasto robóticos puede hacerme sentir crítica o ansiosa. También puede suceder de otra manera, añade Simon. “Algunas personas ven que su pareja, que suele ser bastante pasiva en un contexto romántico, de repente es muy segura de sí misma por teléfono; es como espera, ¿por qué no tengo a esta persona sexy y segura de sí misma en casa?“.

Pero también surge un problema de la misma premisa: escuchar solo una parte de la conversación. Cuando hablo con Verónica Galván, profesora de psicología en la Universidad de San Diego, me recuerda que es imposible realizar multitareas mentales, sobre todo cuando involucra al sistema auditivo; simplemente no puedes cerrar tus oídos como lo haces con tus párpados. En 2013, presentó un estudio sobre el uso del celular, que indicó que escuchar un lado de una conversación puede causar mayor distracción, molestia y tener un efecto mayor en la memoria en comparación a escuchar ambos lados de una conversación que se desarrolla a tu alrededor. Una de las explicaciones podría ser que se necesitan recursos de atención adicionales para comprender la imprevisibilidad de una conversación unilateral. Como espectador impotente, no sabes lo que ocurrirá a continuación, por lo que tus redes auditivas se activan.

Su consejo práctico es atenuar a Dave con audífonos o, si vamos a estar cerca, encontrar tareas que sean menos exigentes desde la perspectiva mental, ya que la psicología cognitiva sugiere que realizar varias tareas al mismo tiempo es un poco más fácil si las dos tareas son muy diferentes.

Escribir en una computadora y mantener una conversación: ambas tareas son verbales“, señala. “Hablar con alguien por teléfono y mirar un mapa: una tarea es verbal y la otra es espacial”. Por lo tanto, si mis recursos verbales están, en efecto, saturados por su conversación, debería hacer algo menos verbal cuando esté presente. Lo cual es un reto considerando mi línea de trabajo: escribir palabras para formar oraciones.

Pero incluso si mi trabajo no fuera en gran medida verbal, Galván plantea que puede existir algo específico en este periodo que nos dificulta a todos desconectar a los demás. En nuestro día a día, nos encontramos en numerosas situaciones y lugares diferentes. Menciona un artículo que argumentó que era más difícil crear recuerdos durante la pandemia, tal vez porque todos estamos encerrados en un lugar, con todo al mismo tiempo, y sin interacciones o eventos específicos para delimitar los momentos.

“Tal vez estas conversaciones destacan aún más que antes de la pandemia, porque por fin nuestros cerebros dicen: ¡Ajá! ¡Por fin hay algo diferente!”, comenta. “Todo ha ocurrido en estas cuatro paredes y aquí hay algo inusual, y me voy a aferrar a eso”.

¿Su consejo? Haz cualquier cosa que interrumpa tu jornada, dar un paseo, hacer ejercicios de estiramiento, preparar una comida, para que te proporcione un nuevo contexto, lo que ayudará a mejorar tu atención y tu memoria (y a minimizar las interrupciones después del descanso del pobre Dave).

¿Por qué no pedirle a Dave, con justa razón, que se encierre en un lugar, lejos del alcance de los oídos, y que cierre la puerta, como el 99.9% de los demás trabajadores a distancia? Cuando se lo planteo, afirma que su “estado de fluidez” es mejor si se mueve constantemente hacia delante, como un tiburón. Genial.

En lugar de ponerme a discutir, decido seguir el consejo de Galván y me voy. Regreso y me encuentro a Charlotte realizando su representación de los Hombrecitos Verdes mientras Dave se sienta en el sillón junto a nuestra hija mayor, que le lee entrecortadamente un libro a nuestro recién nacido y riéndose. ¿Cambiaría este momento, esta versión de Dave, por la posibilidad de concentrarme con mayor facilidad en mi propio trabajo? Ni hablar.

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