Mamás en el trabajo, niños en la casa: un regreso sin estrategia que complica ‘la nueva normalidad’
El próximo puente es por la conmemoración de la Revolución Mexicana. Foto: Pixabay.

Para muchas de las madres en México, la vuelta a la ‘nueva normalidad’ es un desafío mayúsculo: representa combinar el trabajo fuera de casa con las clases a distancia de sus hijos que no han vuelto a la escuela.

Fátima Masse, directora de Sociedad Incluyente del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), explica que la suspensión de las clases presenciales pone diversos retos sobre la mesa: el impacto económico hacia las mujeres, la poca planeación para un regreso seguro, la falta de flexibilidad y compromiso por parte de las empresas hacia madres y padres de familia o personas cuidadoras, y el rezago educativo.

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Sin embargo, el mayor problema es la mala planeación de regreso a la ‘nueva normalidad’. Las madres coinciden en que no existe una estrategia que borre la incertidumbre, muestre pros y los contras de llevarlos a la escuela y evidencie el freno económico que puede representar un regreso a las clases a distancia. “Todo eso será parte del proceso natural, pero es un error pensar que la estrategia implementada sea la correcta, no está planeado ni ordenado y sin presupuesto”, considera Masse.

Y la falta de planeación es evidente en el día a día de muchas madres. La-Lista recopiló algunas historias que muestran sus principales preocupaciones y miedos. También se buscó a padres que compartieran sus experiencias, pero al cierre de la edición ninguno decidió participar.

‘Decidí no inscribirla y que se saltara el año escolar’

Catalina*, de 27 años de edad, se dedica al marketing digital en una empresa de seguridad electrónica y es madre soltera de una niña de 5 años. Antes de la pandemia dejaba a su hija en la escuela y, por la tarde, su mamá la cuidaba. En la emergencia sanitaria, la rutina cambió: comenzó a trabajar desde su casa la alcaldía Venustiano Carranza, en la Ciudad de México, lo que le permitió apoyar a la niña durante las clases en línea.

El panorama se complicó en julio del año pasado, cuando tuvo que volver a la oficina. Regresó a trabajar diario fuera de casa en un horario reducido, pero su hija no volvió a la escuela. Ya no pudo seguir apoyándola en las clases a distancia y la abuela tampoco por falta de destreza tecnológica. “Ya no me preocupaba que me diera Covid, (me preocupaba) el nuevo ciclo escolar porque debía encontrar una escuela que me diera alternativas para seguir trabajando y que mi hija no se distrajera mucho”.

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No encontró una solución. “Decidí no inscribirla y que se saltara el año escolar”, cuenta. Para que su hija continuara con las lecciones, asumió el rol de maestra: todos los días, después del trabajo, le enseña letras y colores. “No fue lo mejor, pero fue la única solución que encontré para que ella no perdiera conocimientos”.

En abril, la Secretaría de Educación Pública (SEP) adelantó que consideran el regreso a clases presenciales en agosto próximo. Catalina dice que la inscribirá para que su hija no pierda otro año escolar. “Muchas escuelas me han dicho que aunque regresen, si se detectan casos, volverán al esquema en línea. He pensado que yo podría monitorearla desde otra computadora a la distancia”, dice. “Estoy de acuerdo en que regresen a la escuela porque los índices de contagios en niños menores de 12 años son bajos. Me preocupa que no se desarrolle bien socialmente, ella necesita convivir con otros niños”.


“No sabes en qué momento te va a cambiar la rutina”

Todos sus días eran iguales: Lisseth*, de 39 años de edad, salía de su casa de la alcaldía Cuauhtémoc, en la CDMX, a las 7:00 y volvía del banco donde trabaja a las 20:00 o 21:00 horas. Su suegra y su esposo –quien tenía un horario laboral más flexible– se encargaban de cuidar a su hija de 6 años, llevarla a la escuela donde cursaba el último año de kínder y ayudarle con las tareas.

Con Covid-19, la escuela de su hija cerró. El home office se volvió invasivo y con jornadas que se alargaban hasta la madrugada. En septiembre, su esposo cambió de trabajo y volvió a la oficina. Lisseth se quedó a cargo de su trabajo y de las clases online. 

“A mis jefes les molestaba si escuchaban a alguien en la casa. Se volvió hostil y aunque no tenía problemas de conexión, en junio del año pasado, alegaron que no estaba en un ambiente óptimo de trabajo, (que había) muchos distractores, me castigaron y debía ir a la oficina”, recuerda. El ruido que ellos alegaban era el de su hija tomando clases.

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“No me da tiempo de administrarme entre el trabajo, las tareas y cosas que mi hija necesita, es prácticamente imposible”. Su suegra asumió la mayor parte de las labores domésticas, pero no puede asesorar a la niña en las clases online por falta de conocimientos.

Las autoridades educativas han adelantado que en el siguiente ciclo escolar las clases serán bajo tres modelos: presencial, remoto e híbrido. “Ya no sé si volver pueda desahogar lo laboral y la escuela, porque dependeremos del semáforo y eso significa no saber en qué momento va a complicar la rutina. Se agradecería más empatía y solidaridad sin importar si eres mamá o papá, entender que las casas se volvieron todo y valorar el tiempo que se le dedica al trabajo y a la familia”. 

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“Me preocupa que la calidad de la educación disminuya”

Durante junio y julio, Esperanza González, de 40 años de edad, deberá ir a la oficina un día a la semana. Trabaja en una institución de gobierno y es mamá de una adolescente de 14 años que cursa el último grado de secundaria.

“Lo que más me ha preocupado en estos meses es el deterioro en el aprendizaje de mi hija, pues solo un maestro de todas las materias (que tiene) ha mantenido las clases virtuales”, cuenta. A pesar de que en la Ciudad de México algunas escuelas regresaron a las clases presenciales, la secundaria donde estudia su hija decidió no volver.

Mientras ella estará en la oficina, su hija seguirá en casa, en la alcaldía Cuauhtémoc, en la CDMX. “Me preocupa que la calidad de la educación disminuya, no estar pendiente de su necesidades físicas y educativas, y que los lazos creados durante la pandemia se vean afectados”.

Previo a la pandemia de Covid-19, Esperanza dedicaba todo su tiempo al trabajo y convivía muy poco tiempo con su hija y con su esposo, quien trabajaba en una empresa privada. Con el confinamiento obligatorio vio un resultado positivo: reforzó los lazos familiares, se acercó más a su hija, conoció sus gustos, le delegó más responsabilidades y estuvo al pendiente de ella. Su temor es que esto se pierda.

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“No me animaría a regresarla a la escuela, por lo menos un año más”

Estefanía Corpus, de 29 años de edad, es mamá soltera de una niña de 6 años que cursa el tercer año de kínder. Previo al confinamiento por Covid-19, trabajaba en una galería de arte, en la alcaldía de Xochimilco, en la CDMX, en el mismo horario en que su hija iba a la escuela, lo que le permitía estar con ella el resto de la tarde.

Con el cierre de negocios, la galería bajó el ritmo de trabajo tanto en exportación e importación, pasaron de 10 cuadros semanales a ninguno. Esto impactó en la economía y la orilló a buscar un nuevo empleo. A finales de noviembre, Estefanía consiguió trabajo como asistente en una clínica dental con un horario 9:00 a 20:00 horas. Ya no puede estar con su hija y estudiar por las tardes.

“Tuve que buscar quién me la cuide”, cuenta. “Sería un poquito más fácil si ella estuviera en la escuela, porque podría apoyarse para estudiar con los maestros. En casa no es lo mismo porque uno no tiene las habilidades de un profesor”.

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Con el nuevo trabajo, el poco tiempo disponible y la falta de experiencia tecnológica de su madre, quien le ayuda a cuidar a su hija, el escenario era retador. Lo comentó a la maestra, su respuesta: resolver las actividades. “No me quedé conforme porque vi un retraso en el conocimiento de mi hija”, dice.

Recurrió a una tía pedagoga para saber qué podía hacer para ayudarla, le proporcionó un modelo de enseñanza que aún mantiene aunque su hija entrará a la primaria sin dominar las habilidad de lectura y escritura. Al panorama se le sumaron el estrés y el miedo de contagiarse al estar en un empleo presencial. “Yo que estoy en el sector salud no me animaría a regresarla a la escuela, por lo menos un año más”.

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*Las entrevistadas solicitaron a La-Lista mantener su nombre en el anonimato.

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