Correr es cuestión de género
Un cuarto público

Abogada y escritora de clóset. Dedica su vida a temas de género y feminismos. Fundadora de Gender Issues, organización dedicada a políticas públicas para la igualdad. Cuenta con un doctorado en Política Pública y una estancia postdoctoral en la Universidad de Edimburgo. Coordinó el Programa de Género de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey durante tres años y es profesora en temas de género. Actualmente es Directora de Género e Inclusión Social del proyecto SURGES en The Palladium Group.

X: @tatianarevilla

Correr es cuestión de género
Foto: Pixabay

Ese día, mientras corría, comencé a fantasear con un toque de queda para los hombres. Sin este miedo, ¿qué haría por la noche? Nada espectacular: simplemente desarrollar mi vida en las 24 horas del día y de la noche. Correría sin ansiedad, sola en un bosque después del anochecer. Y, después de una noche de fiesta, me iría directamente a la cama sin esperar despierta el aviso de mis amigas de que llegaran bien a casa.”  Rachel Hewitt

Confieso sentir envidia al ver a un hombre correr de noche. No porque yo sea la gran atleta, sino por su libertad. Apenas corrí mis primeros 10 kilómetros el año pasado y, aunque no he mejorado, es un gusto adquirido en pandemia que pretendo conservar. 

Para seguir corriendo, dos cosas tienen que suceder: encontrar tiempo y un buen lugar cerca de mi casa, dos elementos suficientes para complicar la cosa. Primero, porque al no ser una morning person, cuando tengo la energía, ya el eterno Zoom no me lo permite. Segundo, el lugar idóneo no existe a menos de un kilómetro de mi casa y en auto, así que, bajo esas limitantes, encontré horario ya por la tarde–noche, no con muy buenos resultados. 

En esas salidas, confirmé una vez más que el género también define a qué hora y en dónde podemos salir las mujeres. Que son espacios urbanos dominados por hombres y entre más tarde, más hombres. Las pocas mujeres que veía estaban acompañadas, casi siempre, por otros hombres. 

Nunca me sucedió nada grave, no pasó nada más allá de miradas incomodas y gritos de algún sujeto. Me acompañaban, por si acaso, una serie de medidas: correr del lado contrario al sentido de la calle, avisar en dónde estaría, regresar si llegaba a una zona muy sola, tener el teléfono listo y no permitirme pensar en otras cosas que usualmente pienso cuando corro sin temor. Cualquier distracción podía costar. Así como las mujeres tienen la carga mental del trabajo doméstico y de cuidado en sus hogares, el peso del miedo por estar en la calle solas, y de noche, también nos pertenece. Dejé de correr a esa hora. Cambié mi rutina. 

En esta ciudad, correr –y salir– de noche es un derecho reservado para los hombres. 

Dirán que soy exagerada, yo también trato de cuestionarme, pero tal parece que no soy la única que se siente insegura en su ciudad. De acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, en el segundo trimestre de este año, el 66.6% de la población (de 18 años y más) se siente insegura en su ciudad. Esta percepción es mayor en las mujeres: 71.3% frente al 60.9% en los hombres. Y no es por presumir, pero el municipio en el que corro ostenta el quinto lugar a nivel nacional con más percepción de inseguridad. 

¿En dónde nos sentimos más inseguras? 

  • Cajero automático (83.1% mujeres / 71.5% hombres)
  • Transporte público (76.2% mujeres / 65.4% hombres) 
  • Banco (69.3% mujeres / 56% hombres) 
  • Calles que habitualmente usamos (63.8% mujeres / 54.7% hombres) 
  • Mercado (57.5% mujeres / 45.6% hombres) 
  • Carretera (57.3% mujeres / 47.1% hombres)
  • Parque o centro recreativos (55.5% mujeres / 42.1% hombres)
  • Centro comercial (40.9% mujeres / 30.2% hombres)
  • Automóvil (37.2% mujeres / 30.9% hombres)
  • Trabajo (36.8% mujeres / 29.1% hombres) 
  • Casa (24.9% mujeres / 17.8% hombres)
  • Escuela (24.2% mujeres / 13.6% hombres) 

En todos los espacios urbanos, las mujeres nos sentimos más inseguras. No es de extrañarse que, corriendo y de noche, sea igual. Incluso, mujeres que conozco han recurrido a buscar grupos de corredoras a través de distintas aplicaciones. 

Así como yo desistí de ir a correr por las noches, de acuerdo con la misma encuesta, 48.7% de la población (de 18 años y más) cambió sus rutinas para evitar la inseguridad. Cambios como “caminar por los alrededores de su vivienda pasadas las ocho de la noche y/o visitar parientes o amigos”. 

En cuanto al acoso y violencia sexual, que es el principal miedo que tenemos las mujeres al salir de noche y solas, se estima que un total de 16.6% de la población (de 18 años y más) en zonas urbanas fue víctima de al menos un tipo de acoso personal y/o violencia sexual. ¿Quiénes fueron las víctimas? El 24.7% mujeres y el 6.9% hombres.  

Con todo esto, quizá no estoy dramatizando. Quizá correr de noche, como muchas otras actividades en este país, sigue siendo cuestión de género. 

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