Aquí adentro
La invertebral

Cantautor y escritor nacido en Culiacán, Sinaloa en 1983. Cuenta con 5 álbumes de estudio editados y un libro de aforismos. Premio de composición Maria Grever 2010, Mejor Artista Revelación de las Lunas del Auditorio 2018 y 6 nominaciones al Latin Grammy. Instagram @eldavidaguilar

Aquí adentro
Foto: Pixabay

No sé cómo ser en las redes sociales. No sé qué postear. Me siento enganchado a ellas como siempre, pero últimamente no me siento cómodo con cómo soy.

En Instagram, por ejemplo, me hace sentir vacío la idea de publicar fotos mías, incluso si relatan algo relevante que me esté pasando. Pienso: ¿por qué es una información que se ha de publicar? Y no es una pregunta retórica, sino una genuina necesidad de sentido: ¿cuál es el argumento para vivir haciendo presencia en la virtualidad más allá de lo evidentemente laboral?

Podría responder que evitar una nueva soledad y un nuevo miedo: la soledad que se experimenta al estar ausente del internet, y el miedo a que “te olviden”. Cada vez más, allá afuera, en los espacios de tu casa, en las banquetas y en los parques, se siente rara la cosa. Es un espacio que paradójicamente se empieza a pixelear. Realmente el mundo virtual ya está acaparando una parte muy grande de nuestro ser, de nuestra más profunda constitución mental.

Hace aún poco tiempo, navegar, chatear, postear o estar en el teléfono se sentía como algo recreativo, como algo para hacer cuando hubiera tiempo, no prioritario en esencia. Pero hoy, a mitad del 2021, la sensación es muy distinta. Ahora se siente como que es la vida misma lo que ocurre aquí dentro.

¿Aquí adentro? ¿O allá adentro? Aquí, ¿no?… porque según yo, ahora que lees esto estás aquí adentro, en lo virtual, por más que parezca que sostienes entre tus manos únicamente la puerta a este otro mundo. Por eso es tan difícil suspender el uso del teléfono, porque desde hace tiempo ya no es recreativo, ni algo prescindible.

Dejar de usar el teléfono ya es perderte de tu propia vida. Sería como si viviendo exclusivamente en el antiguo mundo físico, te taparan un ojo. Y nadie quiere vivir a medias. Por no hablar de que extraviar el teléfono, ya representa un problema serio. Hace un par de años comenté que perder el teléfono cada vez más era equivalente a quedarse atrapado en un elevador.

Nuestra mente es un disco duro “particionado” entre lo virtual y lo real (¿?). Switcheamos de una a otra área a lo largo del día. Y tal vez hasta ya vivimos más en la nueva casa que en la antigua. Y de ser así, tengo que inventarme una forma de ser que me haga sentir bien acá adentro. Coherente, sincero. Si no la encuentro de manera natural, tendré que construírmela pronto, a conciencia. Hacerme de un método que me permita estar haciendo contacto en redes con frecuencia, sin sentirme un cínico social.

Y más que nada porque aunque allá afuera disfruto mucho y salgo a caminar y me preparo comida mientras escucho a alguien hablar y canto canciones en donde sea y puedo quedarme viendo pasar los autos por el Circuito Interior y observar el cielo, no me gusta la idea de perderme de un rasgo esencial de nuestro tiempo. Es así.

Quizá solo sea cuestión de unos años para que la puerta a este mundo virtual, o sea nuestro teléfono, ya no esté en nuestras manos sino dentro de nuestras cabezas, y pasar de un mundo a otro sea como cambiar de reflexión o de recuerdo.

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