No hay más allá
Economía Aspiracionista

Manuel Molano es un economista con experiencia en el sector público y privado. Es asesor en AGON Economía Derecho Estrategia y consejero de México Unido contra la Delincuencia. Twitter: @mjmolano

No hay más allá
Foto: Pixabay

Podría ser una declaración atea. Podría ser, como el chiste de los remotos años en la primaria, la respuesta del encargado de la tortillería al filósofo. Pero no, no es ninguna de ellas. Estamos hablando de la política energética del gobierno actual. No hay más allá: es una política miope, torpe y que se tropieza con todo, que no ve más allá de los intereses sindicalistas y corporativistas que están atrás de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

No hay más allá, porque la industria manufacturera y de servicios en México, que constituye la mayoría de nuestro valor de producción, es inviable bajo esquemas monopólicos en energía. No hay más allá, porque es una política centrada en los combustibles fósiles, y si sigue la combustión desordenada de estos, la vida en la Tierra no es viable. No hay más allá y tampoco hay masa ya, porque la cantidad de recursos petroleros de México se ha contraído de manera importante, y las fuerzas vivas atrás del Estado mexicano han hecho todo lo posible por impedir las inversiones privadas necesarias para reponer reservas agotadas con reservas nuevas. 

Es una contrarreforma que va más atrás que la reforma de 2012. Declara ilegales los contratos de autoabastecimiento, que fue la solución que encontró la industria para generar su propia energía y transportarla a través de la red eléctrica sin tener que pagar todo el costo de la ineficiencia de la CFE. 

Hay una probabilidad de que esta contrarreforma no se apruebe en el proceso legislativo. Depende enormemente de lo que los diputados de la oposición, particularmente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), decidan hacer. Es posible que la anuencia priísta a este bodrio legislativo sea moneda de cambio para recibir migajas de poder, de una administración que ha hecho un trabajo impresionante por controlarlo absolutamente todo. 

México tiene sus añoranzas totalitarias. Hay quien ve a la era de hegemonía del PRI, durante la mayor parte del siglo XX, como un pasado idílico al que hay que regresar, con estabilidad de precios y desarrollo nacional. Se nos olvida lo malo de esa era. La violencia descarnada entre las facciones revolucionarias por hacerse del poder, la corrupción, las crisis económicas, la falta de libertades de todo tipo. El presidente actual de México, y muchos economistas de su entorno, glorifican el período llamado “desarrollo estabilizador”, en donde sí, el PIB nacional crecía, pero el ingreso per cápita estaba estancado. 

El México democrático fue, definitivamente, mejor. Sí, fue doloroso abrir la economía; sí, el crecimiento se estancó, en lo que encontrábamos nuestras ventajas comparativas, y sí, hubo también injusticias, ausencia del Estado, represión, crimen y muerte. Pero eso no indica que tengamos que regresar al pasado idílico del PRI, por una razón muy simple: no todos podremos ser sindicalizados de Pemex, de la CFE o burócratas de alto rango, para que nos haga justicia la revolución. 

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