Declaración universal de la inteligencia artificial
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Doctora en Comunicación y Pensamiento Estratégico. Dirige su empresa BrainGame Central. Consultoría en comunicación y mercadotecnia digital, especializada en tecnología y telecomunicaciones. Miembro del International Women’s Forum.

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Declaración universal de la inteligencia artificial
Foto: Pixabay

Sin darnos cuenta, y desde hace muchos años, hemos dado pequeños pasos que nos han convertido en una sociedad hiperconectada. La pandemia solo vino a reforzar y enfatizar que la tecnología se ha impregnado en nuestro ser y quehacer en lo laboral, económico, académico, psicológico y social, etc.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que trabaja para contribuir a la paz y la seguridad global a través de la ciencia, la educación, la cultura y las comunicaciones, presentó recientemente una trascendente Declaración universal de la inteligencia artificial, en la que pone sobre la mesa recomendaciones éticas para la construcción de un marco normativo referente para el desarrollo y uso ético de la tecnología.

Teléfonos inteligentes, relojes, autos y todo dispositivo que se conecte a internet puede ofrecer increíbles beneficios y, por supuesto, retos para la sociedad, mismos que deben ser comprendidos y supervisados por los gobiernos, la iniciativa privada y los organismos reguladores de tecnologías y telecomunicaciones a nivel global.

La Unesco, reconociendo las repercusiones tanto positivas como negativas de la inteligencia artificial en la sociedad, el medio ambiente, los ecosistemas y la propia existencia humana en relación con la mente, creó una guía de principios éticos que evitan que el uso de esta herramienta tecnológica pudiera llegar a provocar discriminación, desigualdad, brecha digital o suponer una amenaza para la diversidad cultural, social y biológica.

La inteligencia artificial permite el procesamiento de información a través de sistemas cibernéticos que utilizan algoritmos, que logran realizar tareas cognitivas, que en su evolución alcanzan la predicción de hechos; es decir, lo que antes era tarea propias de los seres humanos ahora lo puede realizar esta tecnología.  

La recomendación de la Unesco propone que humanos participen al menos en una etapa del ciclo de acción en el despliegue de los razonamientos de la inteligencia artificial. Solo así se garantiza que se moderen y modulen las decisiones tomadas por un sistema digital y se logre garantizar la seguridad, el mantenimiento del orden social, y los derechos fundamentales que incluyen: la libertad de expresión, los derechos humanos, la privacidad y la no discriminación.

El objetivo de esta declaración no pretende en ninguna medida obstaculizar la innovación y el desarrollo tecnológico, sino crear nuevas oportunidades que fomenten la investigación bajo principios éticos

La Unesco reconoce que la inteligencia artificial puede enriquecer las industrias culturales y creativas, pero que también puede crear entornos de diversidad cultural y lingüística, además de discriminación en la oferta de contenidos, datos, mercados e ingresos de la cultura en pocos actores, por lo que sienta las bases para que ningún ser humano sufra o sea sometido en lo físico, económico, social, cultural o mental, y que la tecnología sea un promotor de buena calidad de vida y de la dignidad humana.

El respeto a los derechos a la protección de datos, privacidad e intimidad, dignidad, libertad y al desarrollo social sostenible depende exclusivamente de los seres humanos, quienes solo por razones de eficacia puedan ceder el control humano-robot a la inteligencia artificial, pero jamás las decisiones de vida o muerte, o reemplazarlos en su obligación de rendir cuentas a la sociedad.

Así, los Estados miembros de la Unesco pueden aplicar de manera voluntaria las disposiciones de esta recomendación desde un punto de vista legislativo, de acuerdo con su practica constitucional y estructura de gobierno, y ponerla en manos del sector público y privado para su adopción en la sociedad civil y de órganos académicos y de investigación.

Este importante hito histórico no sería posible sin la participación de mujeres comprometidas con la humanidad, como la subdirectora general de Ciencias Sociales y Humanas de la Unesco, Gabriela Ramos, y la propia directora general de la organización, Audrey Azoulay.

A ellas les debemos un enorme agradecimiento por sentar las bases para que todos podamos entender, compartir y aplicar esta trascendente recomendación, que sienta las bases para un presente y un futuro donde las sociedades puedan convivir de forma pacífica, justa e interconectada.

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