El galimatías de las terceras dosis
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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El galimatías de las terceras dosis
El presidente López Obrador recibe la dosis de refuerzo de la vacuna contra Covid-19. Foto: Captura de pantalla.

La semana pasada comenzó la aplicación de la tercera dosis de la vacuna contra SARS-CoV-2. Al igual que con la administración de la vacuna a (solamente una parte de) los adolescentes, esta medida fue completamente inesperada

Hace apenas unas semanas se celebró victoriosamente que “habíamos culminado el programa nacional de vacunación” y el presidente de la República negó que fuera a extenderse o a continuarse, dijo expresamente que no había recomendación por parte de sus expertos. Cinco semanas después, sus expertos recularon y se está haciendo exactamente lo que se dijo que no se iba a hacer. Bueno, más o menos.

A estas alturas de la pandemia ya no es una sorpresa que el gobierno solamente haga lo estrictamente necesario en cada una de las medidas que toma. Es entendible, los recursos con los que cuenta son terriblemente limitados y durante más de 18 meses hemos ido a la zaga en medidas generales, detecciones, compra de equipo de protección personal y administración de vacunas.

La aparición de ómicron tomó al mundo por sorpresa por su contagiosidad y la manera como está desplazando a la variante delta, por lo que el consenso internacional es que la vacunación debe ampliarse y acelerarse.

Cuando el presidente cita las recomendaciones de sus asesores busca siempre a un responsable de tal recomendación para hacer lo menos posible. Un ejemplo muy claro lo tenemos en el vocero de la pandemia, Hugo López-Gatell. Su pretexto favorito para no hacer cosas es que “no hay evidencia científica”. Lo ha aplicado para no hacer pruebas de detección, no recomendar el uso de cubrebocas, no poner filtros sanitarios en los puntos de acceso al país y, por supuesto, no administrar los esquemas de vacunación como el resto del mundo lo hace, por lo menos, las economías medias como la de México.

Lo que López-Gatell tal vez quiere decir con eso es que no existe una recomendación directa de la Organización Mundial de la Salud. La realidad es que, si de eso se trata, puede quedarse esperando, ya que estas recomendaciones nunca llegarán. Sin embargo, sí existen recomendaciones y guías técnicas específicas de cada una de las autoridades sanitarias locales –como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) en el caso de Estados Unidos– sobre cada uno de estos puntos. Y es que para eso existen las autoridades sanitarias, para tomar decisiones en beneficio de sus ciudadanos y la necesidad de terceras dosis para todos los adultos es una de ellas. En México, sin embargo, hasta hace unas semanas las dosis de refuerzo simplemente no estaban en el plan.

Sin embargo, a manera de burla macabra, la semana pasada observamos que durante una gira de trabajo el presidente y los miembros del gabinete que lo acompañaban recibieron frente a la prensa la tercera dosis de su vacuna. Si los periodistas mayores de 60 años o alguien más del equipo la recibió, es algo que se desconoce, pero lo que no pasó inadvertido fue que el doctor Jorge Alcocer, el responsable de la salud en México y que había dicho que él nunca vacunaría a sus nietos, recibía feliz su dosis para estar protegido.

Comienza, ahora sí, de manera oficial la aplicación de dosis de refuerzo, pero a cuentagotas. Con más de 50 millones de dosis disponibles de diferentes marcas, el gobierno de México ha logrado que literalmente se le “haga bolas el engrudo”. 

Sí, es una buena noticia y es aplaudible que las dosis de refuerzo se administran con la vacuna de AstraZeneca. Un excelente biológico que fue de los primeros en probar su eficacia en inmunidad contra el SARS-CoV-2 y que, a falta de dosis de Pfizer (que se está reservando para usarse en menores de edad), es seguramente la mejor opción disponible actualmente en México, además de ser con la que mayor número de dosis contamos y la de mayor facilidad para obtenerse. Hasta aquí las buenas noticias. 

En su eterno afán de hacer complicadas las cosas simples, las autoridades han decidido no incluir en su programa de vacunación a los profesionales de la salud. Por lo menos no lo han mencionado.

Cada vez son más las personas que, desde que se anunció el programa de aplicaciones de tercera dosis adultos mayores, me preguntan cuándo se les administrará a los profesionales de la salud. La respuesta no es fácil porque es muy probable que el gobierno hoy no lo sepa y, que cuando el ruido mediático comience a incrementarse, se tomará una decisión –para variar– sobre las rodillas. Entonces iniciará un programa a toda prisa que, una vez más, tendrá a médicos, enfermeras, personal auxiliar, etc. haciendo largas filas afuera de los hospitales o algo por el estilo. 

Seguramente que este improvisado programa no incluirá, una vez más, a los médicos y a los profesionales de la salud que solo trabajan en el sector privado y la mayoría de ellos se quedará esperando algún abrupto cambio de planes para recibir sus terceras dosis.

A dos años de inicio de la pandemia, México permanece como el cuarto país en mortalidad en el mundo y uno de los primeros en exceso de mortalidad. Seguimos siendo uno de los países que menos pruebas realiza, donde el uso de cubrebocas no es mandatorio, prácticamente se carece de algún tipo de filtro sanitario como requerimiento para ingresar al país y nuestro programa de vacunación es, por decir lo menos, limitado y con poca visión. 

La pandemia no va a terminar ahora, ni el año entrante ni seguramente en los subsecuentes. Surgirán nuevas variantes y es muy seguro que la vacunación se convertirá en rutinaria y periódica. Es mejor comenzar a tomar las cosas en serio e ir adelantando un plan acorde.

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