Esas otras muertes

¿Quién va a responsabilizarse de esos fallecimientos? ¿Dejarán la culpa ahí, sobre la espalda de cada una de las víctimas? ¿Ellas y ellos buscaron su muerte? Qué terrible lo que sucedió en Argentina. Al momento, 23 personas murieron tras consumir cocaína adulterada, otras 80 están hospitalizadas.

Las primeras investigaciones afirman que la sustancia fue contaminada por opiáceos; también que, tal vez, se trata de un ajuste de cuentas. Ya informarán las autoridades del país sudamericano qué sucedió. Sin embargo, tras este lamentable episodio, vale la pena insistir en la pregunta: ¿quién será responsable de las muertes?¿Bastará solo con la captura de quienes contaminaron la sustancia? ¿Ahí termina todo? ¿Cuál será el siguiente paso, cuáles las modificaciones en las políticas de salud pública? ¿O siempre limitaremos el combate a lo relacionado con las drogas a la persecución de los grupos criminales? ¿En eso reduciremos todo? No importa que esto haya sucedido en Argentina; en gran parte del mundo, el debate de la legalización es punto muerto.

Ayer mismo, tras lo ocurrido en Buenos Aires, el ministro de Seguridad del país, Aníbal Fernández, fue cuestionado sobre la legalización, esto respondió: “Alguien decía ayer que la mejor forma de combatir el narcotráfico es legalizando; yo no pienso eso (…) En el caso de la marihuana sí lo creía, pero con esto no”. 

Hace unos días, aquí en la Ciudad de México fueron captados en video algunos jóvenes afuera del Senado de la República. Las imágenes que llegaron a los noticiarios de televisión. En ellos se les ve comercializando marihuana y algunas otras sustancias. En la plaza Luis Pasteur, sobre Paseo de la Reforma, desde hace al menos dos años, jóvenes protestan por la lentitud de los legisladores mexicanos para debatir y dar luz verde a la legalización de la marihuana, por lo pronto. También ahí, autoridades han realizado operativos contra el narcomenudeo. Lo poco que se ha avanzado en el pleno está lleno de una burocracia que alimenta más el estigma que un verdadero ambiente de libertad. 

Y así como aquellos muertos en Argentina, también los hay en nuestro país, no precisamente con el atenuante de la droga adulterada, pero sí vinculadas al consumo legal o ilegal: “En el periodo 2014-2018, el número de personas que fallecieron por trastornos o afecciones relacionados con el consumo de sustancias psicoactivas se incrementó, en promedio anual, en 2.1%, al pasar de 15 mil 081 personas en 2014 a 16 mil 395 personas en 2018. Conforme a la tendencia presentada, se calculó para el año 2019 un total de 17 mil 505 defunciones, superior en 16.1% a las de 2014…”, precisa un informe de la Auditoría Superior de la Federación tras una revisión al trabajo hecho en la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic) hace un par de años y en el que encontró, además, que el organismo no tenía un programa de prevención.

Aunque hoy, lo comentamos hace unas semanas, tenemos una desgracia de campaña gubernamental basada más en ignorancia que en una real preocupación por atender un asunto de salud olvidado, porque cada muerte vinculada al consumo también es a causa de políticas públicas abrazadas a la prohibición y el castigo, como desde hace siglos, como si eso funcionara.