Las cicatrices de Aristegui
CARTAS A VALENTINO

Mamá de Valentino y periodista audiovisual. Consultora de emprendimiento de medios digitales en América Latina. Tiene una década de trayectoria, fue reportera en Grupo Reforma, participó en la fundación de la revista La Capital y dirigió desde 2018 Ruido en la Red. Excolaboradora de Quinto Elemento Lab y encargada de redes del Festival ContarnosMx. Hoy es directora en La-Lista News.

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Las cicatrices de Aristegui
Carmen Aristegui. Foto: Captura 'Silencio Radio'

En un país como México ejercer el periodismo que revela, que se enfrenta a poderes empresariales, políticos y eclesiásticos, el que incomoda, el que se vuelve del desagrado de quienes ostentan el mando económico, ocasiona heridas que con suerte se convierten en cicatrices. Con mala suerte, en muchos casos, son heridas de muerte. La muerte física o la muerte de la reputación. 

Carmen Aristegui es quizá uno de los mayores referentes del periodismo mexicano a nivel mundial. Tres décadas de trayectoria en radio, prensa escrita, televisión e internet deberían bastar como un blindaje a la palabra que una y otra vez se ha escuchado fuerte para denunciar y exponer. 

¿Qué defensa puede necesitar una periodista que, encabezando equipos de investigación de probada eficacia metodológica, ha expuesto, por ejemplo, una red de prostitución al interior de un partido como el PRI, que hoy tiene a su cabecilla en el reclusorio en espera de un juicio? 

¿Por qué sería necesario alzar la voz para recordar que esta mujer y su equipo se enfrentaron a una mafia eclesiástica como los Legionarios de Cristo para contarnos de la pederastia encubierta desde la cúpula de la Iglesia católica? ¿Hace falta que una comunicadora como ella que, siendo mujer en un país machista, ha logrado sortear el ataque de tres presidentes pintados con diferente color, pero guiados por el mismo código ético que les impide admitir la vigilancia al poder que ejercen?

Aristegui tiene muchas cicatrices de embates de los que hemos sido testigos. Desde esa salida abrupta de su programa en W Radio, en 2008, que rumores nunca admitidos dejaban ver ya la presión desde la entonces familia presidencia Calderón Zavala, pasando por el intento de censura en 2011 de MVS luego de decir al aire que si el presidente Felipe Calderón tenía problemas de alcoholismo era asunto de interés público al tratarse de la salud de la cabeza del Ejecutivo. 

Son cicatrices que distintos actores poderosos han hecho en su intento por herir su credibilidad. Como las hechas durante el sexenio priista de Enrique Peña Nieto, que con su Casa Blanca le dio la vuelta al mundo y le propinó un golpe del que nunca pudo levantarse. Ser objeto de espionaje gubernamental junto a su hijo o quitarle su programa radiofónico en 2015 son otras cicatrices que ha sumado.

En ese momento se oyó fuerte a una audiencia fiel a la que le era mucho más natural cuestionar al poder en turno y que levantó la voz como un escudo contra los ataques contra la periodista. Y es que las cicatrices de Aristegui son también la muestra en carne viva de la construcción de una trayectoria en una profesión que nos mantiene bajo ataque. 

¿Dónde están hoy esos escudos? Porque sobrevivir a dos sexenios censuradores, como los de Calderón y Peña Nieto, no es garantía hoy que los ataques vienen desde una voz que tiene su propia audiencia fiel. 

Andrés Manuel López Obrador, quien hoy ocupa el lugar de esos de quienes pretende distinguirse al repetir hasta el cansancio que “no son lo mismo”, ha decidido usar su popularidad y recursos públicos para hacer nuevas heridas a una periodista a la que alababa en 2018.

“(Te mando) un abrazo muy cariñoso, y adelante con toda la libertad, tú cumples con aquello de que la libertad no se implora, la libertad se conquista. Te mando un abrazo fuerte, fuerte’, le dijo el entonces precandidato presidencial de Morena en una llamada para felicitarla por el primer aniversario de Aristegui Noticias, el espacio que la periodista ha construido desde 2017 como respuesta a los intentos por callarla. 

¿Dónde está hoy ese López Obrador que reconocía en la crítica al poder como una virtud? Y más importante: ¿dónde está esa audiencia que un día salió a las calles a protestar para que la voz de Carmen Aristegui no sea silenciada nunca, por nadie? Hoy esa es una de las armas más peligrosas con que ataca el Ejecutivo en turno. 

Porque la violencia contra una periodista no es solo física o censurando sus espacios, se expresa también por medio de la calumnia y del intento de aislarla de esa audiencia que la ha visto mantener la congruencia.

“Me queda clarísimo cada vez más que el presidente dice cosas que tienen un solo propósito: dañar. Dañar en lo que es más importante para una periodista, dañar la reputación, dañar la trayectoria periodística, dañar la credibilidad y es un asunto del que tenemos que tomar conciencia de lo que significa”, dijo Aristegui como respuesta al nuevo ataque desde una mañanera que ha cuestionado más a la prensa que a los corruptos.

En este país donde se han contabilizado decenas de asesinatos de periodistas, Carmen Aristegui es una sobreviviente con muchas cicatrices a cuestas, pero como ella misma respondió ayer a un presidente que ambiciona tanto su paso a la historia: “que cada quien se haga cargo de su biografía“.

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