Silencio o muerte
Economía Aspiracionista

Manuel Molano es un economista con experiencia en el sector público y privado. Es asesor en AGON Economía Derecho Estrategia y consejero de México Unido contra la Delincuencia. Twitter: @mjmolano

Silencio o muerte

En la labor de un economista profesional siempre hay que hablar con personas de la comunidad financiera y empresarial globales que están a la búsqueda de bases objetivas para sus decisiones de inversión. He estado en más de una de esas charlas. Una pregunta recurrente, sobre todo de inversionistas extranjeros, es: ¿por qué en México el asesinato de periodistas es tan común y si realmente se puede creer en una prensa que vive bajo dos textiles implacables: la mordaza o el sudario? Por eso hoy esta columna, que debe ser sobre economía, habla sobre un tema mediático-político: el ataque sistemático desde el poder a los periodistas mexicanos.

La organización Artículo 19 (téngalos en su corazón si un día decide donar recursos) comenta en su sitio web que desde el año 2000 a la fecha ha documentado 150 asesinatos de periodistas en México, crímenes relacionados con la labor informativa de estos profesionales de la palabra. Cuarenta y siete de estos crímenes, casi una tercera parte, ocurrieron en la administración pasada. En la administración actual llevamos 30.

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Los exabruptos desde el poder público, especialmente desde el púlpito presidencial, son una licencia para perpetuar esta situación de violencia contra los periodistas. Carmen Aristegui, Víctor Trujillo en su encarnación de “Brozo” y Denisse Dresser son ejemplos de figuras que simpatizaban con el presidente Andrés Manuel López Obrador y que hoy son sus detractores. Ellos han sido víctimas de la violencia verbal del jefe del Ejecutivo, quien no parece comprender que la libertad de prensa es esencial para la vida democrática y para el establecimiento de una sociedad libre.

Los recientes ataques contra Carlos Loret de Mola son verdaderamente atroces. El presidente López Obrador presentó en la conferencia mañanera un documento lleno de faltas de ortografía en donde le imputa al economista y comunicador ingresos cercanos a los 35 millones de pesos.

Desde el poder público, esta acción no tiene paralelo en la historia reciente de México. El presidente está revelando datos que son información privada de Loret de Mola. Es muy evidente que en el ánimo del presidente ha cundido la ira por los casos de potencial tráfico de influencia de su familia revelados por Latinus y Mexicanos Contra la Corrupción y a la Impunidad.

Mientras las redes sociales se inundan con dimes y diretes que intentan establecer la superioridad moral del comunicador sobre la del presidente y viceversa, creo que la mayor parte del público pierde perspectiva de lo que está en juego aquí: el abuso de poder de un presidente federal, quien tiene a su alcance todo el poder mediático, militar y financiero del Estado, en contra de un individuo cuyo oficio lo llevó a revelar información que resulta incómoda para el presidente de la República.

La mañanera es un acto propagandístico de corte autoritario. Un espacio pagado con recursos públicos que se usa para difamar, refutar, atacar y neutralizar las reputaciones de comunicadores en medios.

Por todo ello, la homilía matinal del presidente debe prohibirse. El Estado tiene que ser mucho más sobrio en cómo comunica noticias y, en todo momento, debe proteger los derechos individuales de todos los mexicanos. Pidamos la desaparición de la mañanera.

Si los que comunicamos en medios no cerramos filas alrededor de uno de nosotros, mañana no habrá nadie que nos defienda. Si Loret no le parece digno, hágalo por Aristegui, por el conductor del noticiero que guste o por los 150 periodistas asesinados en este siglo en México. Tenemos que defender nuestro derecho a comunicar, opinar y expresarnos.

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