Ética de datos
Economía Aspiracionista

Manuel Molano es un economista con experiencia en el sector público y privado. Es asesor en AGON Economía Derecho Estrategia y consejero de México Unido contra la Delincuencia. Twitter: @mjmolano

Ética de datos
Pepe Merino, director de la Agencia Digital de Innovación Pública, y la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. Foto: Especial

En días pasados, las redes sociales (ese espejo chiquito y distorsionado de lo que ocurre en la realidad) estaban desatadas con el escándalo de la Agencia Digital de Innovación Pública (ADIP) y el uso de ivermectina en la Ciudad de México para tratar el Covid-19.

La historia es más o menos esta: el gobierno de la Ciudad de México repartió ivermectina en un kit para combatir la enfermedad. La ADIP recogió los datos de diversos desenlaces de la gente que se trató con ivermectina y los comparó con datos de ingreso hospitalario de gente que no recibió el kit. Su conclusión es que la ivermectina fue útil para reducir el tiempo de hospitalización de los pacientes. Esta investigación, firmada por funcionarios de la Secretaría de Salud capitalina, el IMSS y la propia ADIP, se publicó en un repositorio académico para las ciencias sociales llamado SocArXiv.

Las protestas de expertos médicos en la tuitósfera no cesaron, probablemente desde inicios del año 2021. El mecanismo causal de la ivermectina en el cuerpo humano no era plausible. La farmacéutica MSD hizo algunas pruebas in vitro en las que el fármaco mataba al virus. Pero las dosis necesarias para hacer lo mismo en un organismo vivo tendrían que ser muy altas. Desde inicios del año pasado se ha acumulado evidencia en contra del uso de ivermectina en el tratamiento de Covid-19. En Estados Unidos, mucha gente llegó intoxicada al hospital por automedicarse con dosis altas de ivermectina de uso veterinario. Por ello, se generó una campaña en contra del uso del fármaco en aquel país.

Hace pocos días, el curador del sitio SocArXiv, un sociólogo de nombre Philip N. Cohen (@familyunequal en Twitter) publicó una nota (a manera de apología o descargo) sobre el artículo mexicano para el uso de la ivermectina. La crítica de Cohen es más bien metodológica. Quizá le hizo falta hacer énfasis en algo que se ha mencionado mucho en las redes sociales y académicas en los últimos días. El gran pecado de los investigadores de la ADIP, Secretaría de Salud capitalina y el IMSS es de naturaleza ética. El cuasi-experimento que realizaron es, en realidad, un experimento sobre una población grande, a la cual no se le pidió consentimiento para participar en un ensayo clínico. Por otra parte, hay un conflicto de interés de los funcionarios (quienes tienen la responsabilidad de articular una respuesta pública exitosa ante la pandemia). Ese conflicto de interés nunca se mencionó.

El titular de la ADIP, José Merino, y otros firmantes del artículo antes mencionado publicaron una carta que le enviaron a Philip N. Cohen, en la cual lo instan a renunciar a SocArXiv, insisten en la validez estadística del artículo y dicen que no se cometió error alguno.

Esta es una situación que me causa enorme tristeza. Primero, porque puedo afirmar que tengo mucha admiración por la pericia técnica de varios de los integrantes del equipo de la ADIP. Esta falta a la ética me parece lamentable. Criminal. Eso debe calificarlo un juez, pero es muy posible que este asunto no llegue al poder judicial, por cómo funciona el poder en México.

Hay varias lecciones derivadas de esto. En primer lugar es importante que en un equipo multidisciplinario haya gente con puntos de vista divergentes. Si en este fiasco la ADIP y socios hubieran tenido más médicos independientes y sin conflictos de interés en la elaboración del artículo, es muy posible que se hubieran percatado antes de lo que estaba ocurriendo.

En segundo lugar, aunque la estadística es muy importante en las ciencias, los mecanismos lógicos y la plausibilidad de causas y consecuencias son mucho más importantes. Debemos dejar los cuasi-experimentos en las ciencias sociales. Las ciencias de la salud están muy desarrolladas en sus ensayos clínicos y las implicaciones éticas del consentimiento informado de los pacientes. En ciencias sociales, el experimento tendría que ser natural, no inducido. Si a un cirujano se le puede ir un paciente probando una técnica experimental, en un experimento con decenas de miles de personas se nos pueden morir todos.

En tercer lugar, la soberbia es muy mala consejera. No hay nada de malo en que cambien nuestros puntos de vista, si existe información creciente que hace evidente nuestro error o el acierto de nuestros contrarios analíticos.

Claro, todo esto ocurre en el país donde el director el ISSSTE se trata el Covid-19 con homeopatía. Por supuesto, porque somos uno de los pocos países en el mundo donde hay un instituto de homeopatía que recibe fondos públicos. Por más posgrados elegantes que estudiemos, si no se nos quita la ignorancia respecto a cuestiones básicas de ciencia, conocimiento y ética, estas cosas van a seguir pasando. No debemos permitirlo.

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