El club de los cancelados
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

El club de los cancelados
Foto: Película "Licorice Pizza".

Hace unos meses, el estreno en Estados Unidos de Licorice Pizza, la nueva película del director de culto Paul Thomas Anderson, casi se vio empañado por una súbita reacción negativa en redes sociales. En Twitter comenzaron a circular quejas de miembros del público que decían sentirse ofendidos. Algunos por el uso de chistes racistas hacia la comunidad asiática, y otros por la diferencia de edad entre los personajes protagónicos, donde el personaje femenino es adulto y el masculino apenas un adolescente.

El “escándalo” no pasó a mayores, pero sí revivió un tema que no ha parado de dar vueltas en la opinión pública desde que el movimiento #MeToo se volvió viral en 2017, a partir de las acusaciones en contra del productor Harvey Weinstein por acoso y violación. Hasta hoy permanece la idea de que los hombres en el cine, ya sea como productores, escritores, directores o actores, siguen acostumbrados a la normalización de la violencia sexual.

Esta es solo una de las razones por las que importantes directores como Woody Allen o Roman Polanski ya no son bienvenidos en Hollywood. Polanski, como es bien sabido, es incluso un fugitivo de la ley por haber abusado de una menor de edad en 1977, razón por la cual se vio obligado a exiliarse en Europa, donde a pesar de seguir trabajando (en 2019 dirigió J’accuse en Francia, ganadora de tres premios César, ante la indignación de mujeres de la industria como Céline Sciamma y Adèle Haenel), le ha sido retirada su membresía de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.

Por supuesto, el muy sonado caso de Woody Allen sigue siendo tema de conversación, pues recientemente anunció que ya está preparando su nueva película después del tardío estreno de Rifkin’s Festival (2020) en Estados Unidos (y México), un retraso que ahora se siente como un simple “manotazo” al director y no el deseado castigo que muchos imaginaron como el principio del fin de la carrera del director, después de que el documental de HBO Allen v. Farrow reviviera las acusaciones de abuso sexual en su contra.

Paul Thomas Anderson no es un director que merezca estar en esta lista. Cierto, se le recuerda como un autor polémico por cintas como Boogie Nights (1997), donde exploraba los entretelones de la industria del porno, o por hablar de temas como las drogas o la salud mental, y por su amplio catálogo de personajes masculinos tóxicos. Pero a su favor, P.T. Anderson ya abordaba muchos de los temas que ahora son preocupación para las nuevas generaciones de directores.

Licorice Pizza es un respiro de aire fresco dentro de su filmografía, una historia nostálgica situada (otra vez) en los años 70, llena de personajes inocentes, que por momentos nos recuerda a otra cinta como fue la exitosa Almost Famous (2000). La humanidad que Anderson imprime a todos sus personajes es comparable, por lo menos en esta ocasión, con la sensibilidad de un realizador como Cameron Crowe. 

Llama entonces la atención que Crowe, un director “buena onda”, experto en crear el tipo de películas que en Hollywood se conocen como feelgood movies, lleve siete años cancelado. ¿Recuerdan cuál fue su pecado? Ofender, inadvertidamente, a los miembros de la naciente cultura woke con su película Aloha de 2015, una historia inofensiva, llena de personajes entrañables, donde cometió el error de darle a la actriz Emma Stone el papel de una mujer hawaiana.

Los activistas pusieron “el grito en el cielo” acusando a Crowe de whitewashing. La organización Media Action Network for Asian Americans ( MANAA) publicó un comunicado donde condenaba la elección de Emma Stone para representar a un personaje con ascendencia asiática, y la película fue un fracaso. Posteriormente, Stone declaró a medios que aprendió mucho de “un problema que prevalece” en la industria del cine. Desde entonces, la representación de la población asiática ha cambiado para bien en Hollywood.

Aunque Cameron Crowe también pidió disculpas, no corrió con la misma suerte que Emma Stone, quien (irónicamente) venía de filmar dos películas con Woody Allen y procedería a ganar el Oscar como Mejor actriz en 2017 por La La Land. Podemos decir lo mismo de Scarlett Johansson, quien filmó We Bought a Zoo (2011) junto a Crowe, y posteriormente se vio envuelta en un escándalo similar con la comunidad asiática, por aceptar el rol protagónico de Ghost in the Shell (2017), además de defender su “derecho” a interpretar a una mujer trans en un proyecto del que posteriormente se desligó.

Es cierto que el movimiento #MeToo, de la mano de la nueva ola feminista y de otros fenómenos sociales que hemos visto crecer en los últimos cinco años, sirvió para crear conciencia en la sociedad y motivarnos a voltear hacia problemas como el abuso y la desigualdad, aún cuando el principal pagador de todas estas causas sigue siendo la figura hegemónica del hombre blanco heterosexual cisgénero.

Existen casos como el del director Nate Parker, el actor Bill Cosby o el comediante Dave Chappelle que nos muestran que la “cultura de las consecuencias” no se enfoca exclusivamente al hombre blanco, y aunque en la memoria reciente también aparecen historias de mujeres “canceladas” como la actriz Gina Carano, la rapera Azealia Banks o la comediante Roseanne Barr, el movimiento feminista es muy protector de las mujeres y solo ha dejado solas a aquellas que cometen errores inexcusables.

El cine continúa su crisis como modelo de negocio, donde una producción como House of Gucci se convirtió en la película dramática que más dinero ha recaudado durante los dos años de pandemia, mientras que Licorice Pizza rompió el récord como la película indie con la mejor taquilla en Estados Unidos en ese mismo periodo. Esto, antes de ser devoradas por un producto como Dog (2022), una comedia con Channing Tatum y un perro, a la que los especialistas le atribuyen, paradójicamente, las mismas bondades que a las dos anteriores: no ser una película de acción, ni otra secuela, ni una historia basada en un cómic.

Aunque exitosos directores de películas de acción y de superhéroes, como Brett Ratner, James Gunn o Joss Wedhon, se vieron forzados a hacer una pausa tras ser señalados por mal comportamiento, no deja de ser interesante que los autores del llamado “cine de arte” se encuentran entre los más castigados por la cultura de la cancelación.

Como decíamos al inicio, permanece la idea de que tótems sagrados como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, o incluso Steven Spielberg, que alguna vez fueron el rostro de la vanguardia y de la rebeldía del llamado New Hollywood, hoy se encargan de perpetuar viejos vicios, actitudes machistas y una mentalidad arcaica entre sus seguidores, mismos que ya ungieron a Paul Thomas Anderson como el heredero de dicho linaje cinematográfico.

BREVES

Otra vez, Cinemex promete un festín de cine de autor que esperamos que no cambie de último minuto. Adicionalmente al estreno de Licorice pizza, este 24 de febrero también prometió Memoria, El contador de cartas y una selección de títulos de Netflix que exhibirá en sus salas, y que incluye nominadas al Oscar como The Power of the DogDon’t Look Up y The Hand of God.

La miniserie The girl before (La chica de antes) está disponible en HBO Max desde el 10 de febrero. Una historia de misterio y romance en cuatro capítulos, en la línea de producciones como Behind Her Eyes, basada en la novela de J.P. Delaney.

Entre los estrenos de Star Plus, el 25 de febrero llega la película No Exit (En la tormenta), una buena opción para los amantes del terror y el suspenso.

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