No son formas
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Economista mexicano por parte del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), con diplomados en Regulación (CIDE) y Comercio Exterior (ITAM). Actualmente funge como asesor y consultor en materias energética, económica y comercial con énfasis en América Latina, para empresas y organismos internacionales. Ha trabajado en diferentes ámbitos de la administración pública en todos sus niveles.

Twitter: @robenedith

No son formas
Foto: Especial

Dicen los que creen saber suficiente que la diplomacia tiene formas y protocolos tan sólidos como la ley de Newton sobre la gravitación universal. Esta narrativa vive tan anclada en su sentido común que, para estos creyentes de la “buena” diplomacia, salirse de las formas es prácticamente escupir al cielo esperando que la saliva cruce la capa de ozono.

Europa, un continente que detonó dos guerras mundiales por una diplomacia torpe, “infernal” le llama Kissinger, vuelve a su tradición de imaginar que sus proclamas son de jurisdicción transoceánica o, de plano, universal.

La semana pasada, el Parlamento Europeo aprobó una resolución en la que exige al gobierno de México “la protección de periodistas y activistas”. ¿Y es que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no quiere hacerlo? Es decir, las cifras oficiales lo confirman, México ha sido, durante años, uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo; esto tampoco ha cambiado desde la llegada del gobierno de la Cuarta Transformación en 2018, pero ¿esta inercia es responsabilidad absoluta del presidente López Obrador?

El documento aprobado por el Parlamento Europeo sentencia que sí, lo es. La resolución no se queda únicamente en la mencionada exigencia; por una parte, habla de una “retórica populista del presidente López Obrador en sus conferencias de prensa diarias” y, por otra, “plantean dudas sobre la estabilidad del Estado de derecho y la seguridad jurídica” de México.

Cuando López Obradror habla de la Cuarta Transformación de la vida pública de México, la resume en una frase: separar el poder económico del poder político. Es, en los hechos, evitar que los grandes grupos empresariales u oligarcas dicten la politica pública del país, sus leyes y hasta las sentencias de sus jueces con base en su potencia económica.

Lo que el Parlamento Europeo hizo con esta resolución fue justo lo contrario, fueron los intereses de las grandes corporaciones europeas que utilizaron a diputados de extrema derecha –que, por cierto, dominan peligrosamente más del 15% de los escaños– usando como pretexto el delicado e infame tema de la violencia contra periodistas en México, para incluir en la agenda sus fobias ideológicas y, más importante, dejar claro el mensaje de las empresas que financian sus campañas contra la reforma eléctrica de López Obrador. Y, la verdad, que el Parlamento Europeo se preste a esto, no son formas.

En mi opinión, Bruselas es el corazón político de una élite económica global que utiliza un día sí y otro también al parlamento, la comisión o el consejo de Europa, para sostener sus intereses, ya sea declarar el gas natural como energía limpia, mandar armas a Ucrania o atacar al gobierno nacionalista de López Obrador justo cuando pretende acabar con los abusos de empresas europeas con una reforma constitucional.

Sobre “la Diplomacia” (y sus formas), quisiera concluir con un pasaje que Henry Kissinger relata en un libro que lleva precisamente ese nombre. Cuando el presidente Wilson entró a la Sociedad de las Naciones (precedente de la ONU) dijo que “ninguna nación debe tratar de extender su comunidad por encima de otra nación o pueblo”; el mismo Kissinger menciona que México debió quedar muy asombrado, que estas palabras venían del mismo hombre que le había enviado tropas el año anterior y arrancado más de una tercera parte de su territorio.

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