La fama patológica
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

La fama patológica
Película: Competencia oficial.

No hace mucho, durante el confinamiento, abríamos los ojos ante la desigualdad social que existe entre el ciudadano común y las celebridades. Hace prácticamente nada todavía criticábamos a la actriz Gal Gadot por su absurda idea de convocar a los famosos para cantar “Imagine en un video por Zoom. Pero ahora, esa claridad parece haberse desvanecido con las otras mil cosas que la pandemia se llevó.

La fama es un aspecto que le sobra al arte y, para el caso, a cualquier oficio. Es una pena que en la sociedad contemporánea tantas cosas estén supeditadas a qué tan famoso eres y cuántos reconocimientos te otorgan. La fama aporta negativamente a temas como la cultura del escapismo, la adicción a las pantallas, la epidemia de la depresión que arrasa con la salud mental en el mundo, o la complacencia que viene con la cultura del fandom tóxico. Lo que menos necesitamos en este momento es que también se convierta en algo parecido a una parafilia.

El autor de esta columna considera pertinente aclarar que este texto fue escrito dos semanas antes del reciente escándalo que se desató por la campaña Sélvame del tren, donde un grupo de famosos se pronunciaron en contra de las obras del tramo 5 del Tren Maya y antes de las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien los llamó sus adversarios y dijo que solo “quieren fama”. Sin embargo, se volvió necesario incluir estos sucesos.

Cuando las personas entran a las redes sociales para engancharse en acaloradas discusiones por temas tan triviales como sus actores, cantantes y deportistas favoritos, tendrían que preguntarse si este comportamiento no se ha vuelto patológico; en serio, yo preguntaría si el golpe de adrenalina que buscan no es también placer sexual. Estudios científicos han probado que existe el “exhibicionismo digital” y que este da placer a los individuos a través de un sentimiento de realización personal (Digital Exhibitionism: The Age of Exposure. Ana María Munar, 2010).

De acuerdo con el diccionario médico Webster’s New World, se conoce como parafilias a los desórdenes psiquiátricos que se manifiestan como comportamientos sexuales trastornados; a la inestabilidad emocional que aparece en forma de fantasías, comportamientos y necesidades de carácter sexual intensas. Expertos opinan que, como no hay un consenso para establecer un límite entre el interés sexual inusual y la parafilia, aún se debate si algunas de estas deberían figurar o no en los manuales de diagnóstico.

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Entonces, postular a la “fama” como un trastorno parafílico sería tan cuestionable como postular otros comportamientos sexuales de la misma forma. Suena arriesgado comparar la idolatría por los famosos con el worship sexual, la fascinación por el glamour con el fetichismo, la adicción a la farándula con el voyerismo o la apasionada defensa de las celebridades de antaño con la gerontofilia y, sin embargo, todas estas prácticas existen en el reino de las parafilias.

El final de la temporada de premios nos deja con el mal sabor de boca de una sociedad adicta a la fama. Cuando la Academia decidió recortar ocho categorías de la entrega del Oscar en vivo para subir el rating y lograr una transmisión que fuera más ágil y más amigable con el espectador promedio, los miembros de la industria cinematográfica manifestaron su indignación como si el puro reconocimiento a la excelencia de su labor no fuera suficiente: “al diablo con los ratings”, dijo Guillermo Del Toro en Twitter.

Todos podemos entender el valor sentimental que esta ceremonia tiene para los premiados, pero en lo que se refiere al evento televisado, es bien sabido que se trata de un contenido cuya principal función es entretener al público que paga por un canal de televisión en su sistema de cable. A la sociedad nos vendría bien un poco de honestidad de parte de los miembros de la Academia, que durante años han celebrado cuatro premiaciones adyacentes al Oscar sin que esto fuera motivo de indignación. El entretenimiento es la razón por la que estamos pendientes de esta ceremonia y no la del Nobel, el Pritzker o el Pulitzer. 

Esa honestidad nos vendría bien de todos los integrantes del mundo del espectáculo. En nuestro país, la cultura del fandom le ha dado poder a celebridades y a empresas de entretenimiento para poder negociar con autoridades del gobierno de México a niveles de privilegio que ningún ciudadano promedio tiene, y a la vista de todos, incluso en las redes sociales. El acceso directo a la justicia es otro problema que tampoco podemos minimizar. ¿Debemos ser más críticos con la manera en que las celebridades intervienen en la vida social y política de nuestro país? Debemos ser más críticos con todo.

Volviendo a la campaña Sélvame del tren: ¿qué pudo hacerse mejor? Cuando un mensaje es tan importante como proteger el medio ambiente y la forma de vida de los habitantes de una región, ¿por qué reunir a un grupo de celebridades que ya probaron ser tan polarizantes? Son estrategias que no funcionan y eso ya se sabe. Es la misma historia que ya vivimos con el video de los famosos que cantaron “Cielito lindo” y con los influencers que hicieron proselitismo a favor del Partido Verde, a quienes por cierto ya se les dictó sentencia y ahora deberán pagar multas y escribir un mensaje en sus redes sociales que diga “violé la ley electoral”.

Por otro lado, fuimos testigos del momento en que Will Smith golpeó a Chris Rock, a la vista de todo el mundo, durante la entrega del Oscar; escuchamos una entrevista donde Roberto Palazuelos admitió cínicamente haber “matado” a alguien; y la confesión de la cantante Grimes de hackear ilegalmente un sitio de internet para dañarlo. El sentido de derecho, la soberbia y la impunidad afloran cuando la ley no aplica igual para todos. Por cierto, la ceremonia del Oscar logró aumentar su rating en 56% con respecto al año pasado, lástima que haya sido con un evento que ayudó a perpetuar la normalización de la violencia y que además la premió.

Como público, lo que nos queda es dejar de portarnos como adictos. De acuerdo con la American Association for the Advancement of Science (AAAS), mirar televisión y películas puede ser una forma de vivir a través de los famosos. El fenómeno de “vivir vicariamente” a través de los demás sucede cuando no estamos contentos con nuestras vidas y queremos escapar de la soledad. La atracción hacia la fama y el glamour del espectáculo puede ser sana, pero siempre con justa medida.

BREVES

Hablando de la fama y de los egos incontrolables, la comedia negra Competencia oficial con Penélope Cruz y Antonio Banderas, ahonda en esos temas y ya se puede ver en cines y en la Cineteca.

Otra comedia con actores y sobre actores es La burbuja, la nueva película del director Judd Apatow que llega a Netflix el 1 de abril.

Y en los próximos días estrenarán muchas series en distintas plataformas: Julia, sobre la chef Julia Child, llega a HBO Max el 31 de marzo; Un lobo como yo podrá verse en Prime Video desde el 1 de abril; Slow Horses, con Gary Oldman y Kristin Scott Thomas, estrena en Apple TV el 1 de abril; y The Girl From Plainville, con Elle Fanning, ya está en Hulu pero el estreno para Latinoamérica lo anunciará Starzplay.

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