¡Hasta siempre, Victoria!
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

¡Hasta siempre, Victoria!
Foto: Pixabay

Sabes, esta es la columna que nunca hubiera querido escribir. Hace una semana, cuando vi a mi madre entrelazar sus manos con las tuyas, sabía que no se volverían a ver. Espero que hayas escuchado sus últimas palabras, sus últimos pensamientos, porque en sus oraciones, siempre estuviste presente. Toda la semana preguntó por ti y el miércoles, cuando comencé a escribir mi columna, hice una pausa: “José Ramón (que ese día cumplía 76 años) puede esperar”, pensé. Apagué la computadora y me fui a la cama con una sensación extraña. No dormí bien esa noche y mamá despertó más temprano que de costumbre. Cuando se levantó a desayunar, tú ya te habías ido.

Pero sabes algo, tú nunca saldrás de mi vida, porque estás más presente que esa alcancía de Garfield que conservo en mi librero, que los discos, películas y libros que me diste en mis cumpleaños, porque todos los 14 de agosto me regalabas algo y eras la única que recordaba que el 7 de junio se celebra a San Roberto.

¿Recuerdas cuando ganamos esos dos concursos de cuento? Porque yo los escribía en mi cuaderno, pero tú los pasabas a máquina. El triunfo fue de los dos. Mis tatuajes no te gustaban, pero solo me preguntabas si no me dolía cuando me los hacía. A pesar de todas las burradas que he hecho en mi vida, nunca te enojaste conmigo. Bueno, sí, la única vez que me regañaste fue cuando mis hermanos, el “escuadrón” y yo nos metimos a escondidas a tu casa a pistear cuando mi abuela, Samuel y tú se fueron a las mariposas Monarca y se accidentaron. ¡Qué desastre! Pensamos que no te darías cuenta, pero manchamos la alfombra de la sala, rompimos una maceta y dejamos en el piso una corcholata de Carta Blanca, de esas que decían “caguama”: “Fue Roberto y sus amigotes”, sentenciaste sin dudarlo, pero no me acusaste con mi papá, cuando era hasta para que llamaras a la policía.

Nunca te conté el orgullo que me daba verte llegar en tu Maverick blanco con tus lentes oscuros y peinado de moda. Para mi eras la tía guapa y fashion, como salida de Los Ángeles de Charlie. Siempre oliendo rico, elegantemente vestida. Impecable. “La famosa tía Victoria”, me dijo algún día uno de mis amigos.

No te pierdas:Nunca en domingo

Recuerdo muchas tardes que nos llevaste a Samuel, a mis hermanos y a mí al Cine Continental de Avenida Coyoacán, el famoso castillito, a ver películas de Disney; cómo olvidar tu consuelo cuando murió mi papá y tu pésame por la partida de mi amigo George Witker, a quien conociste de chavito. Nunca me lo dijiste abiertamente, pero platicabas con orgullo de tu sobrino que firmaba notas en el periódico Reforma y cuando terminé la preparatoria después de seis años, me acompañaste en la ceremonia de graduación. En mi único semestre en la Facultad de Ciencias Políticas, a veces pasaba a saludarte a las oficinas del Instituto de Investigaciones Jurídicas.

Cuando éramos niños, nos fuiste a ver a mis hermanos y a mí jugar algunos partidos de futbol americano, ya como adulto, recibí tu apoyo en alguna carrera de 10 kilómetros y acompañaste a mi mamá en la tribuna mientras veían como me madreaban en alguna liga de veteranos del americano. ¿Recuerdas mi cumpleaños de 18? Yo con mi camiseta de Anthrax y tú con aquel chaleco de mezclilla que te puse, con parches de Overkill y King Diamond.

Nunca te llamé “madrina”, pero el viernes volví a ver las fotos de mi bautizo: me sostienes en brazos, vestías un suéter de cuello de tortuga color rojo. Georgina me recordó conmovida que el día que nació Camila, tú fuiste la única que se acercó a preguntarle cómo se sentía y le llevaste un presente. La cadena de oro con la placa con el nombre de mi hija es un detalle que vamos a atesorar toda la vida.

Sabes, para mí no es una despedida, porque cuando uno quiere a las personas, nunca se van, a pesar de que voy a extrañar tu gelatina de rompope y tu ensalada de Navidad. Por mi mamá y Samuel no te preocupes, los vamos a cuidar, los vamos a arropar. ¡Gracias por todo, tía Victoria, la famosa tía Victoria!

Síguenos en

Google News
Flipboard