La madre de nadie
Laberíntima

Es periodista y académica, egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Se ha especializado en temas de género y periodismo de la intimidad. Es autora de los libros Soltería: elección o circunstancia, que explora la soltería femenina moderna, e Hijos sí, maridos, no, que documenta las decisiones de mujeres en ser madres en solitario. Actualmente coordina el Diplomado de Periodismo Especializado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

Twitter: @mablomeli / @Laberintima2022

La madre de nadie
Foto: Pixabay

“Tengo dos hijos, una niña de cinco años y un varón de dos. Los quiero muchísimo, pero francamente no me gusta ser madre. Me siento muy aturdida con tantas preocupaciones y responsabilidades. Además, con la maternidad, mi salud se deterioró mucho. Quisiera irme de casa y dejar a mis hijos al cuidado de su padre, pero sé que la culpa no me dejaría vivir en paz. Me siento sin salida y muy deprimida porque quisiera volver el tiempo atrás y decidir no tener hijos nunca”, escribió Soledad en un foro de noticias donde, en marzo de 2013, se publicó la nota titulada “¿Por qué no me gusta ser mamá?”. La respuesta no se hizo esperar, 601 madres hispanas, protegidas con seudónimos, contaron sus historias de infelicidad, incomodidad, insatisfacción, desasosiego, desahogo, y lo innombrable: el arrepentimiento de ser madres.

En esas confesiones mostraban sorpresa de que hubiera tantas mujeres en su misma situación y de poder hablar de sus sentimientos y desesperación. Se sentían engañadas, frustradas y obligadas al silencio por miedo, vergüenza y culpa. Había mujeres que tenían todos los síntomas de la depresión postparto, pero otras no, sus hijos ya eran mayores y el sentimiento de arrepentimiento estaba ahí, como algo irreversible. Y un deseo repetitivo entre ellas: no ser madre de nadie.

¿Por qué la sociedad no quiere hablar del “último tabú”, como lo ha calificado el periódico francés Libération? ¿Por qué se les juzga, lincha, acusa y hasta de manera condescendiente se les dice: “Esfuérzate más, la maternidad es un privilegio, ya te darás cuenta”, cuando alguna manifiesta que no se siente cómoda en esa institución llamada maternidad?

La industria de la maternidad rebasa todo, uniforma a todas las mujeres, las automatiza porque biológicamente pueden procrear pero eso no supone tener los mismos sueños, necesidades y capacidades. Estamos en el siglo XXI y el mito de la maternidad “plena y feliz” se replica en todos los ámbitos de la sociedad y da muy poco margen a que las mujeres se planteen la no maternidad.

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Con su libro #madresarrepentidas (Penguin Random House), la socióloga israelí Orna Donath puso el dedo en la llaga en 2015 y abrió el debate en 15 países donde se publicó su investigación que integraba los testimonios –anónimos– de 23 mujeres judías. La discusión en redes y en medios de comunicación, sobre todo en Alemania, generó violencia digital y críticas negativas. Mostró una sociedad devota de la maternidad pulcra, sin abolladuras, sin quejas, sin dudas y sin reclamos. La vara siempre está alta para las madres. Y una dualidad perversa: si no eres madre perfecta, eres mala madre.

Las mujeres entrevistadas por Donath lamentaban haber tenido hijos porque comprendieron que ser madres no era para ellas. Cada una, a su manera, expuso el amor a sus hijos, pero su arrepentimiento tiene que ver más con la institución de la maternidad que perciben como un freno a su tiempo, su libertad y su autonomía.

Y otra carga emocional, arbitraria, discriminatoria y moral: una mujer sin hijos no es una mujer. La existencia de la mujer no es nada sin hijos. ¡Quién soporta ese estigma!

También la periodista belga Stéphanie Thomas acaba de publicar el libro Mal de madres (Planeta) con 10 testimonios de madres francesas que reflexionan, explican, le ponen nombre por primera vez a sus sentimientos. Historias singulares, únicas, con procesos diversos y con un énfasis en humanizar sus experiencias. “La idea del arrepentimiento de ser madre –explica Thomas– cuestiona la hipótesis que la felicidad de la maternidad es y debería ser automática, y que anula cualquier preocupación o deseo”.

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Las madres de Orna y Stéphanie regresan al pasado y afirman: “si tan solo pudiera borrar todo”, “quisiera irme y no regresar”, “sueño que ya no están ahí” y una de ellas desea “tener una varita mágica para borrar el arrepentimiento”.

Hay algo más que las unifica y corre como un murmullo en todas ellas: “Si fuera mala madre, no me interesaría el arrepentimiento de ser madre”. Quieren explorar su sentimiento, saber por qué ese malestar las carcome y por eso necesitan una introspección del presente y del pasado, como señala Thomas, aunque sea dolorosa, para poder, quizá, dominarlo mejor.

Es hora de que el debate también se aborde en México, que las mujeres se sientan comprendidas, escuchadas y legitimadas, sobre todo, que las jóvenes tengan la oportunidad de evaluar: ¿por qué tener hijos?

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