8M | Ser o no ser madres
Archipiélago Reportera cultural egresada de la ENEP Aragón. Colaboradora en Canal Once desde 2001, así como de Horizonte 107.9, revista Mujeres/Publimetro, México.com, Ibero 90.9 y Cinegarage, entre otros. Durante este tiempo se ha dedicado a contar esas historias que encuentra a su andar. X: @campechita
8M | Ser o no ser madres
Foto: Rebeccas Pictures/Pixabay

Madres y no madres, que difícil es lo uno y lo otro. Esther Vivas

Hace no muy pocos años, al hablar de maternidad el grueso de los comentarios se perfilaban hacia la ensoñación, el regalo anhelado de la vida y se justificaba la cantidad de sacrificios a los que las mujeres nos debíamos someter. En el 2022 no es que la cosa haya cambiado del todo, ya que las realidades dependen de las ciudades, entorno, creencias y políticas hechas por los hombres que pueden o no facilitar las cosas, sin embargo el discurso entre nosotras mismas ha evolucionado.

Recuerdo que cuando fui madre, hace 25 años, al comentar que me había separado y que mi hija se había quedado con su papá, las conocidas, amigas y demás personas ponían cara de desaprobación, mi inexperiencia de veinteañera me blindó de alguna manera y ese fantasma de la culpa no se apoderó de mí.

Al pensar en mi experiencia, me sorprende que la mayor desaprobación venía de las propias mujeres, quienes a pesar de haber vivido en carne propia la falta de apoyo, el renunciar a su carrera, no eran empáticas con otra mujer que se animó a cumplir sus metas, pasando la estafeta del cuidado de la hija a su padre. En este 2022 percibo una mayor reflexión sobre las oportunidades a las que podemos acceder todas, todos y todes.

Es una realidad que podemos encontrar en libros como el de Esther Vivas, Madre desobediente, Maternidades y no maternidades, libro a varias manos que borda modelos, prácticas y significancias en mujeres y espacios diversos, las lecturas esenciales en Maternidad y creación o La maternidad y el encuentro con la propia sombra de Laura Gutman, pero también en el cine con La hija oscura de Maggie Gyllenhaal, inspirada en el libro de Elena Ferrante o las Madres paralelas de Almodóvar, así como en el teatro con la obra El viento en un violín de Claudio Tolcachir, dirigida por Cristian Magaloni con Mercedes Hernández, quien interpreta a una madre que es una mujer empoderada y fiera, pero con el hijo se desarma y a pesar de ser un adulto lo sigue procurando como si se tratara de un infante, hasta que un suceso la hace caer en cuenta de su propio error y explota con una frase demoledora: “Hijo, si he hecho en algún momento de mi vida o en las próximas, contigo ya pague todo”…

Parece ficción pero no lo es, es una carga que no debería de ser, es una realidad que apabulla con la cantidad de adultos contemporáneos que siguen explotando a las madres, quienes ya deberían de estar disfrutando de una clase de tai chi, ir a tomar café con las amigas, atreverse a romancear o decidir cuándo tienen el tiempo y ganas para ver a sus descendientes, pero no, batallan con sus vástagos a quienes la vida les da ansiedad y entonces prefieren legar sus propias responsabilidades a su progenitora y todavía se atreven a decir que no pidieron venir al mundo, hay un maltrato tolerado que debemos parar. Así como ese que cuestiona si las mujeres no quisieron ser madres, vamos tomando nota sobre esa violencia pasiva que daña y nos marca.

Antes que madres somos mujeres y como mujeres tenemos el derecho de vivir a plenitud. Seamos y procuremos una realidad distinta. Ni valgo más por ser madre, ni por ende valgo menos.

No te pierdas:Miércoles negro

Síguenos en

Google News
Flipboard