Miércoles negro
Archipiélago Reportera cultural egresada de la ENEP Aragón. Colaboradora en Canal Once desde 2001, así como de Horizonte 107.9, revista Mujeres/Publimetro, México.com, Ibero 90.9 y Cinegarage, entre otros. Durante este tiempo se ha dedicado a contar esas historias que encuentra a su andar. X: @campechita
Miércoles negro
Foto: Filippo MONTEFORTE / AFP

Las dos palabras más importantes de Rusia son guerra y prisión. Svetlana Alexiévich

Medianoche, el teléfono vibra y vibra entre mensajes de chats de WhatsApp, alertas de agencias de noticias y notificaciones de redes sociales, Rusia comenzó la operación militar en Ucrania y el bombardeo mediático se dispara.

El ruido es estridente. Por ahí varios advierten sobre la guerra informativa, otros piden mesura, crítica y verificación de datos. Periodistas e incluso influencers ubicados en la zona de conflicto suman y suman seguidores impacientes por seguir en tiempo real la noticia, que como golpe al hígado nos deja en claro que no, no aprendimos nada de la crisis sanitaria que tanto nos quitó en los últimos dos años.

Declaraciones van y vienen, tal fue el caso de Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, quien ofreció un discurso a su pueblo y a los rusos diciéndoles que les están mintiendo, la guerra no liberará a los ucranianos porque somos libres. Por su parte, el canciller alemán Olaf Scholz manifestó que “el ataque ruso a Ucrania es una flagrante violación del derecho internacional”, dijo que era “un día oscuro para Europa”, en el caso de Estados Unidos, advirtieron que responderán a Rusia junto con la OTAN de manera fuerte, unida y decisiva, en tanto la criptomoneda cayó 7.95%.

Hay demasiada adrenalina suelta y esa incertidumbre, que como daño colateral nos dejó la pandemia, sube como la espuma, vaya yo que barajaba este #Archipiélago entre Membrana, el más reciente libro del catalán Jorge Carrión, que justo lo vino a presentar a México o Un Cauduro es un Cauduro (es un Cauduro), exposición retrospectiva del artista mexicano Rafael Cauduro, que cumple medio siglo de plasmar escenarios tan improbables, pero a la vez tan llenos de realidad y que recién se inauguró en el Colegio de San Ildefonso. Son dos muestras de esa capacidad que tenemos como seres humanos para representar nuestro mundo, desde el lado creativo… fuera de serie.

No, hoy no les hablaré de esos luminosos exponentes, ya que al tiempo que me atiborraba por distintos frentes de información emanada de los hashtags sobre Rusia y Ucrania, llegó como flecha a mi mente el nombre de Svetlana Alexiévich, la Premio Nobel de Literatura 2015, la mujer periodista que a través de sus textos atravesó un territorio minado durante décadas. En su momento, la Academia Sueca expresó sobre su obra que era polifónica, un monumento al sufrimiento, al coraje de nuestro tiempo, sin duda lo era, pero sobre todo se salió de la ficción para dar voz a ciudadanos rusos que vivieron en carne propia los conflictos de las antiguas repúblicas soviéticas. Alexiévich entregó memorialismo coral, relatos contados en directo a una periodista que se ensució las botas y pacientemente, fuera de la urgencia de lanzar un tuit sin contexto, videos o fotografías, iba ahí con su grabadora y entablaba largas conversaciones que después transcribiría para dar forma a sus historias, que a su vez eran la suya y que muy pocas veces compartía.

Svetlana ha mirado al mundo, lo ha descrito y también ha sentenciado con voz de profeta sobre esos males del culto al Estado, la falta de valoración ante la técnica y la ciencia, así como la desvalorización por el otro, la otra, el otre.

Sin ánimo de echar más leña al fuego, propongo echar una mirada a sus libros La guerra no tiene rostro de mujer, que narra los ecos de la Segunda Guerra Mundial desde la mirada femenina; Voces de Chernóbil, las cicatrices de una central nuclear; El fin del Homo sovieticus, en el cual hace referencia a la desaparición de la URSS, así como a Los muchachos de zinc, doloroso relato sobre la muerte de miles de jóvenes rusos en el conflicto con Afganistán.

Cierro con el corazón acongojado y una frase de Paul Valéry: “La guerra es una masacre entre gente que no se conoce, para provecho de gente que sí se conoce pero que no se masacran”.

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