Orgulloses
Archipiélago Reportera cultural egresada de la ENEP Aragón. Colaboradora en Canal Once desde 2001, así como de Horizonte 107.9, revista Mujeres/Publimetro, México.com, Ibero 90.9 y Cinegarage, entre otros. Durante este tiempo se ha dedicado a contar esas historias que encuentra a su andar. X: @campechita
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Foto:EFE/Miguel Sierra

En una época en la que el crepé y las camisas se anudaban sobre la cintura, un joven que apenas rebasa los 18 años tuvo un viaje de ida y vuelta a México.

Por una parte, en California, específicamente en Santa Mónica, descubrió que, así como él, había una serie de personas que no seguían normas y a diferencia de lo que había vivido y visto en su entorno en entonces, delegación Cuauhtémoc, no tenían reparo en vivir y convivir. De aquel viaje Memo regresó tocado, y ya instalado en la Ciudad de México comenzó a indagar si acaso había sitios similares. Fue que le pasaron el tip de la Zona Rosa, comenzó a frecuentar sus locales, cafés y bares, sin encontrar realmente alguno que le hiciera sentirse en casa. No aflojó el ritmo y, de repente, llegó a El Nueve, un sitio fuera de lo común que se acercaba mucho a lo que había encontrado en Santa Mónica. Memo se supo acompañado y a partir de ese momento su vida cambió. 

Es parte del génesis de la novela de Guillermo Osorno “Tengo que morir todas las noches”, obra que publicó en 2014 y que desde entonces se volvió un documento imprescindible para la comunidad LGBTIQ+. Significaba el recuerdo de un lugar y una época que a muchos les tocó vivir, como fue el caso del cineasta Ernesto Contreras, quien pudo subir por aquellas escaleras de El Nueve y percibir en espíritu y cuerpo su magia. Una crónica que saltó a la pantalla de la mano de la plataforma Prime Video, después de una serie de vericuetos que para sorpresa de Osorno el autor y Contreras, junto con Alejandro Zuno como directores de una serie que reavivó la leyenda del espacio fundado por Henri Donnadieu y, por ende, volteó la mirada a nuevas generaciones sobre el libro de Guillermo Osorno.

Al platicar con amigos que rondan entre los 35 y 65 años, mencionar el bar o el libro era provocar un aluvión de recuerdos, reflexiones en torno a los ecos de la represión, la amenaza del SIDA, el fantasma de las drogas y el crimen organizado, una época de libertades sostenidas por alfileres que, para quienes les tocó vivir ese tiempo, representa haber sobrevivido a un fuego cruzado dependiendo el lugar de origen.

Ante ese revuelo no desaproveche la oportunidad de platicar, preguntar sobre lo que representa la serie y el libro y las respuestas dan para pensar muchas cosas.

Por una parte, por ejemplo, el actor Enrique Arreola, quien interpreta al papá de Memo en la serie “Tengo que morir todas las noches”, me contó que para él la serie y participar con ese papel fue realizar un homenaje a su padre y hermano, personajes importantísimos en su vida y que en gran medida abonaron para que fuera la persona que es.

Por otra parte, entre los más jóvenes se percibe el llamado FOMO (Fear of missing out) de no haber conocido el lugar y con ánimo de construir sus propias memorias y enfrentar esos nubarrones que todavía siguen nublando el arcoíris de la diversidad, ya que en materia de derechos jurídicos, sanitarios y humanos falta mucho por hacer.

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