Julian Assange es libre: una celebración agridulce
Entre nodos

Periodista especializado en Tecnología con especial interés en la privacidad, el espionaje, la ciberseguridad y los derechos en la esfera digital. Observador de realidades, a veces provocador y defensor de la igualdad, la inclusión y el libre albedrío.
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Julian Assange es libre: una celebración agridulce
El fundador de Wikileaks, Julian Assange. Foto: EFE

La libertad de Julian es nuestra libertad”. Con estas palabras, Wikileaks cerraba la publicación del 24 de junio de 2024 en su cuenta de X donde anunció que Julian Assange abandonaba la prisión de máxima seguridad de Belmarsh. Esto ocurrió después de que el Tribunal Superior de Londres le concediera la libertad bajo fianza tras un encierro de mil 901 días.

Este era el inicio del desenlace de uno de los capítulos más oscuros para Assange, para las democracias y para la libertad de expresión en la era contemporánea.

Assange salía de prisión para dirigirse al tribunal de distrito de Saipán, en las Islas Marianas del Norte, y cumplir con el acuerdo alcanzado con el Departamento de Justicia de Estados Unidos: declararse culpable de un cargo por violar la Ley de Espionaje de aquel país a raíz de la publicación de documentos diplomáticos y militares clasificados en 2010.

Estos documentos habrían sido entregados por la exanalista de inteligencia Chelsea Manning, quien fue condenada en 2013 a 35 años de prisión, pero el expresidente Barack Obama conmutó su sentencia a finales de su mandato, en 2017. Entre los materiales entregados por Manning figuraba un video que muestra un helicóptero militar estadounidense que dispara y mata a dos periodistas y a varios civiles iraquíes en 2007.

Ya en Saipán, Assange se declaró culpable frente a la jueza Ramona V. Manglona, quien le sentenció a cumplir una condena equivalente al tiempo cumplido en la prisión en Inglaterra: cinco años. Al terminar la audiencia, Julian Assange salió como un hombre libre. ¡Por fin!

En esta historia, sería injusto afirmar que Assange estuvo privado de su libertad solo mil 901 días. En realidad fueron 4 mil 388 días, 12 años, si se contabiliza el tiempo que estuvo como refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres desde 2012. No era una prisión, pero su situación como perseguido por una “superpotencia” le impedían salir a la calle siquiera a recibir los rayos del Sol o ver a la gente pasar, uno de los pequeños placeres de la libertad que damos por sentado.

¿Pero qué tanto son 4 mil 388 días? Este tiempo es el que pasa entre que empiezas a estudiar la primaria y te alistas para ingresar a la universidad (si no repites año, claro). En este tiempo, México ha sido gobernado por tres partidos distintos y hemos elegido a nuestra primera mujer presidenta. En este tiempo, Assange sufrió las consecuencias de exponer los crímenes de guerra.

Después de todo este tiempo, la liberación de Assange es, claro, una muy buena noticia. Es más: se trata de las más grandes noticias para quienes luchan día a día por defender la libertad de expresión y para quienes combaten la corrupción de los gobiernos. El intento de Estados Unidos por matar al mensajero llegó a su fin (o eso esperamos).

Pero este júbilo tiene un sabor agridulce: ante los ojos de la justicia, Julian Assange sale en libertad convertido en un criminal que ya ha cumplido su sentencia (que pudo ser de hasta 175 años de prisión, pero terminó en cinco). ¿Qué nos dice esto, más allá del caso Assange?

Primero: los Estados van a echar a andar toda la maquinaria judicial -y extrajudicial- para evitar a toda costa la consolidación real de la transparencia como un pilar de las democracias. ¿Fracasó la transparencia como un mecanismo de control y observancia ciudadana hacia los aparatos gubernamentales?

Segundo: los mecanismos de protección a informantes que denuncian crímenes, violaciones a derechos humanos y la corrupción al interior del gobierno se vuelven inútiles ante el poder de los Estados que se escudan en la “seguridad nacional” para ocultar actos criminales. Otra muestra de ello es que Edward Snowden, excontratista de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA), está por cumplir 10 años de exilio en Moscú al ser perseguido por Estados Unidos tras revelar los programas de espionaje masivo e ilegal en contra de civiles, figuras políticas y países aliados.

Tercero (y esta es pregunta): ¿el periodo electoral que vive Estados Unidos influyó para que la justicia y Assange alcanzaran este acuerdo? Durante el tiempo de encierro, hubo mucha presión internacional para liberar a Assange, incluyendo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pero resulta curioso que en plena carrera presidencial entre Joe Biden y Donald Trump, llegue este acuerdo. Dejo al aire esta interrogante.

Quizás sea muy pronto para amargar la celebración de la libertad de Julian Assange, pero algo me queda claro: el acuerdo de culpabilidad tuvo un sentido más humanitario y seguramente político. ¿Se hizo justicia? No. Assange jamás debió pisar la cárcel ni ser sentenciado, y nadie le devolverá el tiempo perdido, ni el dinero invertido en su defensa legal.

Pero hoy, la liberación de Julian Assange es más que una historia épica. Assange, el periodista, el hijo, el esposo, el padre, el ser humano, vuelve a casa después de 4 mil 388 días sin libertad.

Assange será culpable para sus verdugos y para el gobierno de Estados Unidos; para el mundo libre, Assange es un ícono al haber librado una de las más grandes batallas para reivindicar la libertad de prensa, la denuncia ciudadana, y para combatir la impunidad del poder.

Julian Assange es libre… ¡por fin!

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