Comunidad LGTBQI+ y el danzón: los pendientes de inclusión y diversidad sexual
Contextos

Reportero egresado de la UNAM, formó parte de los equipos de Forbes México y La-Lista. Con experiencia en cobertura de derechos humanos, cultura y perspectiva de género. Actualmente está al frente de la Revista Danzoneros. X: @arturoordaz_

Comunidad LGTBQI+ y el danzón: los pendientes de inclusión y diversidad sexual
Foto: Arturo Ordaz

Cuando entrevisté a Marcos Rodríguez en el Salón Tropicana me confesó algunas de las adversidades que enfrentó por ser un bailarín de danzón homosexual, así como la manera en que logró sortear todo esto. “Al inicio, como en todo, nos mal veían (a mí y a mi pareja). Nos decían X, Y, J, Q, R, Y, pero no nos importó y eso fue lo relevante”. 

El danzón es un ritmo musical que tiene 143 años de vida. En sus inicios formó parte de una revolución sexual, al menos así lo definió Margo Su en un documental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Este género musical proviene de la contradanza francesa, su origen está en los bailes aristocráticos de finales del siglo XIX: bailar de manera tan cerca y tomados de la mano era un escándalo en aquella época. 

El tango es otro género contemporáneo del danzón, sus orígenes están en las últimas décadas del siglo antepasado. La relación entre ambos ritmos es tan estrecha que es muy común que bailarines mexicanos dominen los dos. Pero, ¿qué tienen que ver con la agenda LGTBQI+? La heteronormatividad que mantienen y las barreras para la diversidad sexual. 

En 2021, José Manuel Álvarez Seara presentó su tesis doctoral Las danzas de salón tango y samba en las ciudades de Buenos Aires, Montevideo y San Pablo, desde una perspectiva de género y diversidad para la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). En esta investigación entrevistó a 30 personas originarias de Argentina, Uruguay y Brasil. El objetivo era saber el panorama y las adversidades a las que se enfrentaba la comunidad LGBTQI+ para bailar estos ritmos musicales en los espacios sociales. 

Varios de los resultados de este estudio pueden funcionar como un punto de partida para abrir la conversación sobre las áreas de oportunidad que tiene la comunidad danzonera, así como volverse más inclusiva y abierta a la diversidad de género. Por ejemplo, Álvarez Seara abundó que hay conductas y reglas arcaicas en el baile, como que los hombres son los que tienen que invitar a las mujeres a bailar, ellas deben esperar a ser seleccionadas.

“¿Para qué voy al baile? Siempre me quedo sentada, solo sacan a bailar a las jovencitas”. Esta fue una frase que escuché varias veces en plazas de baile por parte de señoras gustosas del danzón. ¿Por qué mejor no cambiar el paradigma y que todos tengamos la posibilidad de sacar a bailar a alguien, sea mujer u hombre?

La vestimenta fue otro punto a resaltar en la investigación. La ropa debe cumplir cabalmente con el rol de género. Al respecto, Marcos Rodríguez dijo: “Fue muy difícil entrar al danzón siendo homosexual, hay personas homosexuales en el danzón pero nada afeminados. Van con sus zapatitos y guayabera. Cuando llegué con esa parte femenina y esa parte coqueta, con el abanico, se quedaron como (diciendo): ‘¿qué onda?’”. 

Rodríguez Osnaya también mencionó que, a pesar de la discriminación que vivió con su pareja, ejecutaban de manera tan correcta el baile que los fueron aceptado poco a poco. “Lo hacíamos tan bien. Hacía lucir el baile, a mi pareja, mi pareja me hacía lucir a mí. Era un boom”. Sin embargo, terminó desistiendo de este ritmo musical y optó por otro. 

La tesis doctoral de Álvarez Seara señala que las personas encuestadas optaron por diversas alternativas al enfrentar varias adversidades por su preferencia sexual, entre las cuales estuvo soportar la barrera y sus consecuencias, abandonar la actividad e iniciar actos de resistencia.

El académico de la UFGM apuntó que en ocasiones las danzas de salón pueden convertirse en espacios de disputa entre quienes intentan combatir las reglas heterodominantes y quienes las defienden. Sin embargo se puede llegar a una negociación o a una ruptura. 

“Se puede constatar en la investigación que algunas personas consiguen superar barreras que se les presentan, modificando los códigos de funcionamiento vigentes. Concretamente, el de personas que no aceptan un código socialmente aceptado en el universo del tango, se rebelan ante dicha norma y proponen un cambio en el código que habilita por ejemplo a la mujer a invitar al hombre a bailar”, agrega. 

Añadió que otra forma de atender este problema fue la creación de espacios de danza sin este tipo de reglas. Son lugares de aprendizaje donde las personas reinterpretan ciertos estereotipos del tango y samba gafieira. 

“(Estos espacios) ofrecen nuevos códigos que permiten a las personas explorar nuevas formas de bailar, sin imposiciones acerca de quién invita a bailar, cómo se ha de vestir, comportar o sentir. Las personas pueden conducir el baile o ser conducidas sin distinción de género. Son espacios que habilitan nuevas formas de participar y disfrutar del ocio en las que se huye de los determinismos tradicionales de género”, destaca. 

¿Qué puede aprender la comunidad danzonera, y cualquiera que se identifique con esta investigación? No solo tenemos la tarea de detectar los problemas que genera la falta de inclusión en diversidad sexual y perspectiva de género, también contamos con la responsabilidad de proponer soluciones para atender las barreras. Por eso, la importancia de escuchar todas las voces, sobre todo de quienes son víctimas de este tipo violencia y no sabíamos que lo eran. 

Síguenos en

Google News
Flipboard