¿Se puede tasar una dieta?
Tácticas Parlamentarias

Analista y consultor político. Licenciado en Ciencia Política por el ITAM y maestro en Estudios Legislativos por la Universidad de Hull en Reino Unido. Es coordinador del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa en el ITAM. Twitter: @FernandoDworak

¿Se puede tasar una dieta?
Foto: EFE.

En su conferencia mañanera del pasado lunes 13 de junio, el presidente Andrés Manuel López Obrador respondió a la amenaza de moratoria constitucional de la oposición con un “si no van a legislar, que no cobren”. Dejemos a un lado que es un spin muy propio de su retórica, además de altamente comprensible para su público, aunque en realidad es falaz. También ignoremos que un órgano legislativo funciona a través de consensos y que esta presunta moratoria es una táctica dilatoria: ¿de verdad se puede negar o no una dieta a una persona legisladora si hace o no alguna actividad? O quizás, es posible tasar las dietas según actividades.

La discusión sobre si debía un legislador recibir o no un sueldo surgió a finales del siglo XIX con la ampliación del derecho a voto a clases trabajadoras, con lo que surgieron lo que se conoce como políticos profesionales: gente que hace de la política un modo de vida, del cual detentan ingresos al no tener otro modo de vida. Antes de eso, quienes ingresaban a cargos de representación vivían para la política, pues tenían sus propias profesiones.

De esa forma se estableció que los legisladores debían tener una dieta por sus actividades como parte de sus prerrogativas. Hablamos de una decisión tomada antes de concederse el voto femenino, por ello la distinción de género. Cada país establece un salario por desempeñar estas labores, el cual puede o no ser competitivo según cada estado.

Dicho lo anterior, ¿se deberían tomar algunas actividades, si acaso? Sería algo peligroso, dado que no solo se podría justificar un sueldo a través de simular actividad, sino también generaría un exceso de actos considerados como “rentables”, toda vez que se basan sobre las expectativas de lo que un público considera correcto o sustantivo. 

¿Valdría la pena considerar número de iniciativas? Todas las personas se volcarían por presentar una a la semana, sin importar que fuesen ocurrencias. ¿Asistencias? Todo mundo llegaría temprano y se daría una vuelta cuando se requiera verificar el quórum, pero no necesariamente tendrían que calentar el asiento durante el tiempo de la sesión; además que no es realmente indispensable. ¿Subidas a tribuna? Tendríamos sesiones kilométricas.

Demos la vuelta al argumento: ¿hay alguna actividad sustantiva sobre la cual deberíamos basar un salario? En realidad, no, nadie hace lo mismo que otra persona: hay quienes se dedicarán a labores de Mesa Directiva, otras personas a negociación al interior de un grupo parlamentario, órgano de gobierno o comisiones, e incluso algunas se centrarían en un distrito y sus necesidades. 

Por lo anterior, sería absurdo establecer un tabulador para determinar dietas. O si se hiciera, terminaría siendo un instrumento de control a manos de un grupo mayoritario, para que se dejen de realizar ciertas actividades, como vigilar al Ejecutivo.

Si no puede haber un tabulador, y no es posible que dejen de cobrar si no legislan lo que el gobierno le gustaría que se discutiese, ¿qué hacer? La única respuesta: entérense qué hace un órgano legislativo, háganse cargo de vigilar a las personas que les representan en sus distritos y circunscripción y exíjanles cuentas. Solo conociendo el desempeño de las personas se puede hacer una buena estrategia de incidencia.

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