¿La inclusión financiera es realmente inclusiva?
Con lupa de género

Fernanda García es politóloga egresada del ITAM y maestra en Políticas Públicas en la London School of Economics and Political Science. Actualmente trabaja en el área de Sociedad Incluyente del Imco, principalmente en temas de género y educación. Previo a su ingreso, trabajó como consultora en asuntos públicos en De la Calle, Madrazo, Mancera, SC, donde colaboró en el diseño y evaluación de políticas públicas, así como análisis legislativo y político-electoral para distintos sectores.

Teresa Ruiz estudió Economía y Ciencia Política en el ITAM. Actualmente trabaja en el área de Sociedad Incluyente, donde investiga los factores que influyen en la participación de las mujeres mexicanas en el mercado laboral.

@imcomx

¿La inclusión financiera es realmente inclusiva?

Se habla mucho de promover la inclusión financiera, pero ¿qué significa? Esta va más allá de contar con un producto financiero como una tarjeta de crédito o un seguro, pues también requiere de acceso a infraestructura financiera como cajeros automáticos, protección de los clientes contra prácticas desleales, así como la educación financiera para que las personas puedan manejar mejor sus recursos. 

En 2021, siete de cada 10 personas de entre 18 y 70 años contaban con al menos una cuenta o tarjeta de ahorro, un crédito, un seguro o bien una cuenta de ahorro para el retiro o Afore en México de acuerdo con la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Pero ¿qué tan equitativo es este acceso? 

Este nivel de participación nos haría pensar que somos un país con una alta inclusión financiera, sin embargo, hay dos cosas a destacar: qué productos se usan y quién los usa. Mientras la mayoría de las personas tiene una cuenta de nómina o pensión (30%), solo 6% cuenta con un seguro de gastos médicos, 3% con un crédito personal y 1% con un fondo de inversión. Esta distribución limita el aprovechamiento del sistema financiero y sus beneficios. 

La inclusión financiera no es homogénea entre mujeres y hombres, pues ellas tienen un menor acceso en comparación con ellos, situación que se agudizó con la pandemia. En 2018, 72% de los hombres tenían al menos un producto financiero, y para 2021 aumentó a 74%. En contraste, en el mismo periodo el porcentaje de mujeres con acceso a un producto financiero formal pasó de 65% a 62%. Esto se puede explicar porque la pandemia afectó la participación de las mujeres en la economía y exacerbó las condiciones poco equitativas que enfrentan las mujeres en el mercado laboral, haciéndolas más propensas a estar en la informalidad y recibir menores ingresos. 

Las mujeres al interior del país enfrentan diferencias regionales en torno a su inclusión financiera. En la Ciudad de México, siete de cada 10 mujeres tienen un producto financiero, pero solo la mitad de las mujeres que habitan en la región centro sur y oriente del país está en esta situación. A diferencia de los hombres, donde la región noreste es la más inclusiva para ellos (83%) y el sur del país la menos (63%).

La inclusión financiera equitativa permite aprovechar distintos productos financieros para realizar transacciones, pagos e inversiones, hasta tener un seguro de auto o de vida y fomentar el ahorro. De la mano de la educación financiera, las mujeres pueden aumentar sus ingresos, empezar o crecer sus negocios, mitigar riesgos ante eventualidades como un accidente o una enfermedad, así como estar mejor preparadas para la vejez. 

Que más mujeres exploten el potencial del sistema financiero permitiría fortalecer su autonomía económica, ya que podría incrementar sus posibilidades al tener una cuenta de ahorro formal, comprar una propiedad a su nombre o acceder a un crédito para invertir en ella. Cerrar la brecha entre hombres y mujeres en el acceso y uso de servicios financieros a lo largo y ancho del país es clave para reducir la pobreza y detonar mayor crecimiento económico en México. 

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