La segunda vuelta en América Latina no es de izquierda o de derecha
Medios Políticos

Es un periodista especializado en el análisis de medios y elecciones. Tiene posgrado en Derecho y TIC, obtuvo el premio alemán de periodismo Walter Reuter en 2007, fue conductor en IMER y durante 12 años asesor electoral en el IFE e INE, editor, articulista y comentarista invitado en diversos diarios, revistas y espacios informativos. Twitter: @lmcarriedo

La segunda vuelta en América Latina no es de izquierda o de derecha
Foto: Pixabay

El modelo electoral de México define a gobernantes por mayoría relativa, es decir, no es requisito tener al menos el 50% de los votos que se depositan en las urnas (mayoría absoluta) para ganar una contienda presidencial, de gubernatura o ayuntamiento. Ese esquema legal no incentiva una representación con alta legitimidad o la obligación de conquistar el amplio respaldo de mayorías, sumar a sectores que tal vez coinciden del todo con una oferta y dispersan votos.

Hoy existen siete partidos políticos nacionales que pueden postular por separado candidaturas. De ser el caso, sin segunda vuelta, tanta dispersión haría poco probable que el ganador o ganadora pase del 30% de votos, aunque debe gobernar para el 100% de votantes.

En México, las coaliciones son una especie de segunda vuelta anticipada, porque fuerzas políticas calculan la dispersión y posibilidades de ganar unidas o no. Se adelantan a ceder algunas de sus propuestas y aceptar otras de sus potenciales aliados.

Nuestra izquierda es reacia a debatir segundas vueltas, como si fuera un asunto que solo favoreciera a derechas. Es un error. No hay una tendencia garantizada para derechas, centros o izquierdas de perder ventaja en primera vuelta. Deben, eso sí, buscar inclusión en la segunda y eso trae mayorías, legitimidad.

Hay de todo en la región, ejemplos desfavorables para la izquierda latinoamericana, como el de Ecuador en abril de 2021, cuando el candidato Andrés Arauz ganó la primera vuelta con 32.7% de los votos, seguido por el derechista Guillermo Lasso con 19.7%.

Ambos debían incluir y convencer a quienes no les apoyaron originalmente, moderar sus posturas, ser incluyentes en segunda vuelta, donde el resultado definitivo favoreció a la derecha de Lasso con un apretado 52.5%, frente a 47.5% de Arauz, quien aceptó la derrota sin renunciar a las enormes diferencias que lo separan del actual presidente ecuatoriano.

Es verdad que ese episodio habría sido victoria segura de la izquierda si la regla hubiera sido que quien tenga más votos gana, aunque sean minoría frente al total de votantes, pero no habría sido necesario convencer a nadie más allá del 32.7%.

¿Afectan las segundas vueltas solo a las izquierdas? No, de hecho, gracias a la segunda vuelta Chile se salvó de un presidente de ultraderecha admirador de Donald Trump como José Antonio Kast, quien había ganado la primera vuelta en noviembre de 2021 con 27.9% de votos, seguido de la alternativa de izquierda, Gabriel Boric, quien sumó en ese primer momento 25.8%. Boric convenció a votantes dispersos buscando inclusión, y ganó la segunda vuelta con mucha legitimidad, alcanzando el respaldo del 55.8% de votantes. Kast se quedó con el 44.1% y aceptó su derrota.

No es seguro que el triunfo en la primera vuelta sea derrota segura en la segunda, el caso Gustavo Petro en Colombia es elocuente. Ahí la suma teórica de votantes de derecha oficialista y derecha del candidato Rodolfo Hernández habrían sido suficientes en segunda vuelta para vencer a Petro y no, el hoy presidente logró convencer a quienes no habían votado por él en primera y de 40% de apoyo frente a 28% de Hernández, en segunda incrementó respaldo a 50.4% (la mayoría) derrotando Hernández, quien se quedó con 47.2%.

La segunda vuelta es un modelo que incentiva la inclusión de votantes y el mito de que condena a las izquierdas o derechas a ser derrotadas no corresponde a la realidad, al contrario, ayuda y obliga a cualquier proyecto político a realmente ser mayoritario en las urnas, a convencer y a incluir.

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