Destruir el sistema de salud
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Destruir el sistema de salud
Foto: Twitter/@HLGatell

Desde hace casi tres años me di a la tarea de analizar las causas de las acciones erráticas y disparatadas de esta administración respecto al sistema de salud. En un inicio, cada decisión que tomaban y cada medida que llevaban a cabo me parecía más producto del desconocimiento que de otra cosa. 

No pasó mucho tiempo, y tras apilar de forma rápida una enorme colección de estropicios, logré identificar los tres móviles de sus acciones, las cuales describí puntualmente en mi libro La Tragedia del Desabasto: Ignorancia, incompetencia e ideología. Cada uno de estos móviles es más grave y causa mucho más daño que el anterior.

La ignorancia puede corregirse con educación y capacitación. Así, una vigilancia adecuada de las acciones y procesos puede hacer que, al final, no haya mucho daño. En la realidad, la llamada “cuarta Transformación” nunca reconoció que son profundamente ignorantes en el tema de salud, por lo que nunca han, siquiera, pensado en corregirlo.

La incompetencia se resuelve colocando a las personas capaces en las posiciones que les corresponden. Sea para estar al mando, tomar decisiones o para ejecutar. Una vez más es claro que nunca se ha buscado tener a gente capaz en la toma de decisiones y la operación del sistema de salud.

Ejemplos sobran: la dirección del ISSSTE, Birmex, la colección de instituciones, organismos y gente que desmanteló el sistema de compra consolidada. Con el establecimiento de IMSS-Bienestar, hemos visto el surgimiento de una nueva camada de incompetencia: la de los “supervisores” que quieren ajustar los procedimientos médicos a su modo, solo porque representan al IMSS (como una suerte de “comisarios” del régimen), haciendo la vida imposible y hostigando a los médicos en sus funciones. 

Ni qué decir del tristemente célebre director del Insabi. Es quizá el peor caso de alguien que no conoce su misión, sus objetivos o para qué se hubiera creado, supuestamente, la dependencia a su cargo. Desde la enorme incapacidad para lograr un abasto de medicamentos y los infructuosos tratos con la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos, que deberán ser objeto de profundas auditorías en la próxima administración, hasta el querer decidir sobre los insumos que se envían finalmente a las instituciones de salud, por encima de las solicitudes realizadas por los médicos especialistas, jefes de servicio y directores de hospitales.

El no reconocer la incompetencia de quienes toman las decisiones en salud llevó a México al vergonzoso lugar en mortalidad que tenemos por covid y ha ocasionado la más baja tasa de vacunación en la historia; todo esto dentro de una clara privatización de facto del sistema de salud, precisamente contrario al discurso presidencial.

Finalmente tenemos a la ideología. Como lo mencioné arriba, esta es quizá la peor de las causas que han impulsado la brutal demolición del sistema de salud que vivimos actualmente. 

La ideología es la más grave porque hace que las decisiones se tomen ciegamente, sin conocer los antecedentes, reconocer los logros pasados o utilizar métodos o medidas probadas para manejar un sistema de salud.

La ideología de esta administración produce acciones completamente destructivas, con el objetivo de que no pueda haber marcha atrás. Ese fue el caso del Seguro Popular. Un sistema que administraba el financiamiento de la gente para su salud y que otorga la facilidad de acceder incluso a la medicina privada no va con los preceptos ideológicos del presidente. Había que deshacerse de este.

La ideología de este gobierno está empatada con un Estado “dador”. Uno que entregue físicamente cosas visibles y tangibles: desde una caja de paracetamol, hasta un hospital. Todo lo que pueda sentirse, tocarse o verse en una foto para que el Estado sea quien le dé (literalmente) a la gente lo que piensa que necesita en salud. 

En esta ideología, es impensable que el gobierno facilite el acceso a servicios de salud emergentes o de calidad o haga tratos con el sector privado para servicios como hemodiálisis, quimioterapia o nutrición parenteral.

Es a esa ideología a la que le estorbaba el Consejo de Salubridad General (CSG), el cual fue emasculado desde el inicio y nunca pudo manejar la pandemia, como era su mandato constitucional. El tiro de gracia se lo dieron cuando el CSG comenzó a querer censar las necesidades de los pacientes con enfermedades raras o, como le correspondía, a establecer una política farmacéutica. Esto era inaceptable para la Secretaría de Salud y por ello simplemente despidieron al secretario general y a su equipo, colocando en su lugar a un burócrata a modo.

Finalmente, el mayor reflejo de la ideología la vemos en los constantes ataques de Hugo López-Gatell a la medicina privada. Incapaz de aceptar que en México existen médicos que tienen su práctica particular y que hay millones de pacientes que se atienden con ellos, lo vimos excluir abiertamente a este personal de la primera oleada de vacunación contra covid. Para él, el personal de “primer contacto” eran exclusivamente empleados del sector salud. Muchos médicos, privados, personal de enfermería y auxiliares se contagiaron. Muchos murieron.

El más reciente exabrupto ideológico lo vimos la semana pasada al lanzarse contra los consultorios adyacentes a farmacias (CAF). Su malestar provino del claro diagnóstico de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2021 que demostraba como, hoy en día, siete de cada 10 mexicanos se atienden en la medicina privada y, de ellos, 30% lo hacen en un CAF. Lo peor: una gran cantidad de usuarios de los CAF son derechohabientes del IMSS o el ISSSTE.

Estos datos fueron demoledores. El sistema de salud se está privatizando contrario precisamente al discurso presidencial. Ideológicamente esto es inadmisible. De ahí la furia del ataque y seguramente las medidas arbitrarias que vendrán so pretexto de “regular” los CAF… y la medicina privada.

Vivimos la peor crisis de salud que recuerde México. La ignorancia y la incompetencia de quienes la manejan ha sido patente. Sin embargo, es la ideología bajo la cual se han tomado las decisiones la que está causando una destrucción de la que tardaremos mucho en reponernos.

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