Encorvados hacia la utopía
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

Encorvados hacia la utopía
Foto: Slouching Towards Utopia

Este mes apareció en librerías físicas y virtuales la muy esperada historia económica del siglo XX del economista Brad DeLong, un tomo de más de 600 páginas escrito con avances y retrocesos a lo largo de casi tres décadas. Titulado Slouching Towards Utopia (o Encorvándose hacia la utopía, los traductores tendrán la ocasión de encontrar el título indicado), es a la vez historia y ensayo enfocado sobre todo en Estados Unidos y en los países del Atlántico Norte, si bien se da espacio para referirse a algunas experiencias de Asia, América Latina y África.

Es imposible hacerle justicia en un breve espacio como este a un libro que cubre tanto territorio. Hay narrativa amplia de procesos de largo alcance, anécdotas y datos para repartir en una elocuente entrega que resume, informa y reinterpreta la marcha económica de la humanidad en el último siglo y medio. Página tras página aparecen datos conocidos o nuevos que cobran vida distinta bajo el marco interpretativo propuesto por DeLong. Abundan reflexiones, preguntas y explicaciones para mirar con otros ojos pasajes de la historia ya cubiertos en otros libros. El libro es recomendable y posiblemente un nuevo clásico de la reflexión sobre la historia económica.

Las líneas que siguen son apenas un esbozo del argumento general, esa “gran narrativa” que el autor ha concebido como resumen y guía de su obra. 

DeLong ubica al periodo entre 1870 y 2010 como el más consecuente para la historia de la humanidad, porque nunca en 10 mil años su capacidad productiva había crecido de manera tan acelerada ni tantas personas salieron de la pobreza abyecta. Este fenómeno económico es suficientemente notable y espectacular, apunta, para opacar otros importantes acontecimientos del siglo XX, como las dos guerras mundiales y la horrenda carnicería y destrucción que las acompañaron. 

En lugar del “corto siglo XX” que Eric Hobsbawm ofreció hace casi 30 años para organizar la historia entre 1914 y 1990, DeLong propone este “largo siglo XX” como el periodo adecuado para entender el curso de la modernidad. La económica es en esta narrativa la verdadera gran historia del largo siglo XX; las historias políticas, militares, sociales, culturales, antropológicas le son sucedáneas.

Su argumento atribuye a la confluencia de tres factores hacia 1870 el detonante del crecimiento sin precedente que siguió durante siglo y medio: la globalización, el laboratorio industrial de investigación y la corporación moderna. 

El flujo transfronterizo y transcontinental virtualmente ininterrumpido de mercancías, personas, fondos financieros, tecnologías e ideas amplió e integró los mercados internacionales de bienes y servicios, creando oportunidades insospechadas de crecimiento apenas una generación antes.

La sistematización del proceso de invención e innovación para aplicaciones comerciales aumentó el ritmo de introducción de nuevas tecnologías en los mercados y aceleró la tasa de generación y recombinación de ideas, elevando la productividad económica.

El establecimiento de instituciones privadas de comando y control –de empresas– con la capacidad de atraer, organizar, coordinar y aplicar recursos humanos, financieros e ideas a gran escala permitió aprovechar y generar oportunidades económicas difíciles de imaginar aún a comienzos del siglo XIX.

¿Por qué si estos factores lograron tanto para el crecimiento económico al final la humanidad ha marchado encorvada hacia a la utopía? Porque su asombroso éxito económico fue parcial. Caminó sin decisión rumbo a la construcción de una sociedad próspera y a la vez equitativa. Resolvió para efectos prácticos el desafío de cubrir las necesidades de alimentación, vivienda, educación y seguridad de la humanidad completa, pero en última instancia fue incapaz de asegurarse que esos beneficios estuvieran disponibles a todos en todos los rincones del planeta.

A este desenlace contribuyó una tensión no resuelta respecto al entendimiento del mercado como fin o como medio. ¿El mercado sirve a la gente o la gente sirve al mercado? ¿Puede el mercado por sí solo resolver qué, cómo y para quién producir o requiere complementarse con intervenciones del gobierno? La historia económica del siglo XX es en el tratamiento de DeLong también la historia de las pugnas entre doctrinas económicas y de su alternancia a lo largo de una era que ofreció sucesivamente liberalismo, socialismo, comunismo, fascismo, estatismo, social democracia y neoliberalismo. Para el Occidente de la posguerra, el debate puede resumirse entre dos ideales de la economía política: el libre mercado a secas de Hayek y el mercado incluyente de Polanyi. 

A los ojos de DeLong, los 30 años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial aparecen como los más exitosos de este largo siglo, cuando el crecimiento económico sostenido fue tan estable como compartido. Desde su óptica, el progreso económico y social de estos años se explica por la economía mixta y los compromisos de la democracia social, por un modelo que se acercó más al ideal de Polanyi que al de Hayek. El fenómeno es tan norteamericano como mundial. Ahí están los “gloriosos 30” años franceses y, sin que lo mencione, el ahora añorado milagro mexicano.

En esta narrativa, la versión del modelo neoliberal que reemplazó al demócrata social sale menos bien librada como opción para resolver el dilema del crecimiento económico incluyente. Aunque terminó con la indeseable y dañina inflación de los años 70, generó crecimiento económico inferior a las tasas de las tres décadas previas, propició una concentración del ingreso mayor y terminó con una Gran Recesión que, de no ser por las recetas keynesianas para domar el ciclo económico, habría derivado en otra Gran Depresión.

El presente sugiere que esta última interpretación de DeLong formará parte del canon. En el mundo entero, la Gran Recesión y la respuesta de los gobiernos para combatirla generó un desencanto que desembocó en los movimientos antisistema y antiélite que hoy predominan en la política y la economía, con un reflejo en la geopolítica. En eso hay correspondencias con los años 70: la ineficaz respuesta gubernamental frente a la estanflación derivó en un cambio de sistema económico y en una reorganización del tablero geopolítico.

Aunque la nueva interpretación de DeLong es sobre todo para la historia económica estadounidense, sus ecos resuenan provocativamente sobre la mexicana. En los 70 ni los gobiernos de ese país ni los mexicanos –para el caso, ni los europeos o latinoamericanos– atinaron a navegar en un mundo transformado. De entonces a la fecha, desde el fin del Estado del Bienestar a la culminación del momento neoliberal, el crecimiento acelerado ha esquivado a Occidente mas no a Oriente. En Asia, el mercado y el Estado se complementaron con mayor éxito que en el Atlántico Norte. La solución al embrollo occidental todavía está por emerger.

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