El otoño de nuestro descontento
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

El otoño de nuestro descontento
Foto: Pixabay

Los líderes mundiales han llegado al otoño de 2022 con actitud defensiva para esta tercera década del siglo XXI que apenas se desenvuelve. Basta con detenerse en los mensajes que los presidentes de Estados Unidos y China emitieron la semana pasada para apreciarlo. 

El miércoles 12 de octubre, el presidente estadounidense Joe Biden enfatizó durante la introducción de la Estrategia de Seguridad Nacional de su gobierno que el mundo está en un “punto de inflexión” y que su país está “en medio de una competencia estratégica para dar forma al futuro del orden internacional (…) No dejaremos nuestro futuro vulnerable a los caprichos de quienes no comparten nuestra visión de un mundo libre, abierto, próspero y seguro”.

Cuatro días después, en la apertura del XX Congreso del Partido Comunista Chino, el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, observó: “Nuestro país ha entrado en un período de desarrollo en el que confluyen oportunidades, riesgos y desafíos estratégicos, y aumentan las incertidumbres y los imprevistos (…) Debemos ser más conscientes de los peligros potenciales, estar preparados para los peores escenarios y estar listos para soportar fuertes vientos, aguas agitadas e incluso tormentas peligrosas”. 

El presidente Biden no dejó duda de que se refería a China, junto con Rusia, como amenazas que merecen la atención de su gobierno. El presidente Xi prefirió dejar implícita la referencia a Estados Unidos, sin embargo, ningún analista ha propuesto que el presidente de China no hablase de Estados Unidos. Ambos han dejado claro que está en marcha una competencia que se extiende más allá del control territorial en el mar del sur de China o de la independencia de Taiwán. Llega hasta los modelos respectivos de política interna y desarrollo económico. La carrera no es entre el socialismo y capitalismo de la Guerra Fría, sino entre las políticas industriales y de inclusión social de ambos países –entre el capitalismo todavía democrático–, pero bajo amenaza autocrática de Estados Unidos y el capitalismo de estado autocrático chino.

Por si fuera necesario afianzar la creciente aprehensión proveniente de ambos extremos del Océano Pacífico, justo a medio tiempo entre los mensajes emitidos desde Washington y Beijing, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, tuvo ocasión de observar durante su discurso de cierre de la reunión anual del FMI y el Banco Mundial que “estamos entrando en una nueva zona de peligro: un mundo que está más fragmentado, más frágil y más propenso a conmociones que pueden desviar rápidamente a los países, a menudo sin culpa propia”.  

Competencia estratégica, aguas agitadas, tormentas, peligro, conmociones. Calificativos y metáforas que hablan de un mundo en desarreglo y de líderes con dificultad de interpretarlo fuera de un horizonte de confrontación, a pesar de la aclaración en el documento de seguridad estadounidense de que el gobierno evitará “la tentación de ver el mundo únicamente a través del prisma de la competencia estratégica y continuará involucrando a los países en sus propios términos”. 

Mientras el orden internacional se va descomponiendo, los cientos de órdenes internos se ven presionados frente a una población cuyo entusiasmo con los ideales de la globalización sigue amainando. Es menos novedad que Italia encuentre difícil procesar la inmigración proveniente de África y Medio Oriente y que sus ciudadanos voten por la derecha, pero es bastante llamativo que Suecia elija, como lo hizo la semana pasada, a una coalición de derecha con la agenda de poner un hasta aquí a su generosa política de asilo y finalizar su ingreso a la OTAN. No es extraña la fuerza de los sindicatos de trabajadores en Francia, pero es sintomático que esta semana recurran al paro general para alterar el actual balance entre salarios y utilidades. Los ejemplos de giro y transformación de la política pueden extenderse y encontrarse en todos los continentes. 

Ha sido pues una semana en que los líderes de las principales potencias encontraron oportuno trazar rayas en la arena, delimitar expectativas y fijar posturas ante sus competidores y los desafíos globales. Y ha sido un giro de tuerca más en los procesos nacionales hacia un ajuste de la política ampliamente entendida. El otoño encuentra al mundo perturbado, caminando con actitud ominosa y a tientas rumbo a un destino desconocido. 

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