Proyecto Ucrania
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Doctora en Comunicación y Pensamiento Estratégico. Dirige su empresa BrainGame Central. Consultoría en comunicación y mercadotecnia digital, especializada en tecnología y telecomunicaciones. Miembro del International Women’s Forum.

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Proyecto Ucrania
Bandera de Ucrania. Foto: Pixabay

Estados Unidos enfrenta el colapso de su mercado inmobiliario y una crisis crediticia, que lo hace tomar decisiones límite para extenderse en otras naciones que le garanticen no perder su hegemonía y le aseguren debilitar la alianza y crecimiento de la relación económica entre Rusia y de China. No ha dudado ni un segundo en reforzar su poderío nuclear y también sus más sofisticadas armas: las sanciones económicas y la guerra de información.

Lejos del conflicto iniciado en febrero de 2014 por Rusia contra Ucrania, pero muy cerca de alcanzar objetivos políticos en Asia y América, la política estadounidense de aguantar un “dolor a corto plazo para ganancias a largo plazo” juega asimétricamente entre países europeos, endeudando e inestabilizando a los que la pandemia, y ahora la crisis energética provocada por Rusia con el aumento de precios del petróleo y gas, han mermado drásticamente su economía.

Ucrania ha sido un gran pretexto para dividir al mundo con diferentes intereses políticos y económicos, así como una ficha valiosa en el juego geopolítico. Integrarlo a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) lo haría un aliado geográficamente estratégico para los intereses de quienes quieren contener las acciones rusas.

Desde mucho antes del inicio del conflicto armado entre Rusia y Ucrania, nuestro vecino del norte ha fortalecido, engrosado las filas y entrenado un poder militar poderoso en Ucrania, y le ha ofrecido ayuda económica por encima de los 50 mil millones de dólares desde que se agravó el conflicto en 2021.

El presidente Joe Biden se esfuerza cada vez más por acercarse a Taiwán como un objetivo estratégico para la contención del poderío chino. Ha enviado a sus tropas para entrenamientos terrestres y marinos en Taiwán; intensificado la presencia de funcionarios estadounidenses en Taipéi, al tiempo de solicitar su participación en la Organización de las Naciones Unidas (ONU); prohibido a empresas estadounidenses respaldar el apoyo intelectual en el desarrollo de chips e impedido la llegada de componentes tecnológicos a China.

Asia se ha convertido en la joya de la corona tecnológica y pilar de la nueva ruta de la seda. Posee la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, Limited (TSMC), la planta de fundición de semiconductores más grande del mundo. Gracias al empoderamiento que ha logrado con el desarrollo nanométrico de chips cada vez más pequeños, rápidos, potentes y que permiten no solo impulsar y dominar a cualquier industria que tenga dependencia ya casi absoluta de los microprocesadores, Asia también puede conquistar la minería de las criptomonedas, y con ello imponer sus propias reglas en su uso y diversificación.

Mientras millones de ciudadanos ucranianos y europeos sufren del supuesto “dolor a corto plazo” y se preparan para un invierno si electricidad ni calefacción, ante la reducción de importaciones de petróleo y gas de Rusia, los grandes líderes de ambos bloques de poder, a los que la vida de seres humanos les tiene sin cuidado, buscan cumplir la meta de “ganancia a largo plazo” y mantener su hegemonía política y económica. 

La guerra entre Estados Unidos y Rusia pasó de fría a helada.

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