Los chistes sobre Paul Pelosi no solo son de mal gusto, normalizan la violencia política

Es columnista de The Guardian.

Los chistes sobre Paul Pelosi no solo son de mal gusto, normalizan la violencia política
'Si no fuera porque logró llamar al 911, a Paul Pelosi le podría haber ido mucho peor'. Foto: Vatican Media/Reuters

¿Qué se hace cuando un hombre de 82 años es atacado en su casa con un martillo? Reírse de ello, por supuesto. Varios republicanos –personas a las que les gusta predicar a los demás sobre los valores familiares y la civilidad– parecen encontrar muy divertido el reciente ataque contra Paul Pelosi, esposo de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi.

Donald Trump Jr, por ejemplo, publicó un meme en la noche del domingo en el que se ve un par de calzoncillos y un martillo junto al pie de foto: “Ya tengo listo mi disfraz de Halloween de Paul Pelosi”. En la noche del lunes, el autoproclamado “general de la guerra de los memes” redobló su publicación, en la que hacía referencia a una teoría conspirativa sin fundamento sobre Pelosi, y publicó otro burdo meme burlándose del ataque.

Una de dos: o Trump Jr es capaz de sentir vergüenza o alguien lo hizo entrar en razón. En cualquier caso, el hijo del expresidente borró esos memes. Los sustituyó por un mensaje que politiza cínicamente la agresión contra Pelosi en su lugar. “Imaginen cuán seguro sería el país si los demócratas tomaran todos los crímenes violentos con la misma seriedad con la que están tomando la situación de Paul Pelosi”, publicó. “Simplemente no les importa”. Cabe decir que siempre se puede confiar en que Trump Jr. reaccionará a cualquier situación con un mal gusto increíble.

La única razón por la que vale la pena mencionar sus repugnantes comentarios se debe a que no fue el único que se burló de Pelosi. En absoluto. El lunes, Kari Lake, candidata republicana para gobernadora de Arizona, provocó risas en un evento de campaña con un chiste sobre la seguridad en la residencia de Pelosi. Glenn Youngkin, el gobernador republicano de Virginia, recibió críticas por parte de los demócratas el viernes después de un comentario que hizo mientras Pelosi se encontraba en el hospital y que pareció hacer una ligera alusión al ataque. Y el lunes, Claudia Tenney, una republicana que representa un distrito en el centro de Nueva York, publicó en Twitter una foto de un grupo de hombres sosteniendo martillos para Halloween con la leyenda “LOL”.

Seré justa en este caso. No todos en la derecha se burlaron del ataque contra Pelosi. Algunos difundieron desinformación al respecto y otros, en cambio, lo minimizaron. Elon Musk, autoproclamado “Chief Twit” de Twitter, publicó un enlace que remitía a una teoría conspirativa sin fundamento sobre Pelosi, y después lo borró. Mientras tanto, el comentarista de derecha Dinesh D’Souza presumió: “La izquierda se está volviendo loca porque no solo no CREEMOS en la descabellada e inverosímil historia de Paul Pelosi, sino que incluso nos REÍMOS de lo ridícula que es”. El lunes, Charlie Kirk, un experto de la derecha, pidió que un “increíble patriota” sacara de apuros a David DePape, de 42 años, que está acusado de perpetrar el ataque contra Pelosi. Parece, de forma alarmante, que puede existir un apetito en la derecha de convertir a DePape en el próximo Kyle Rittenhouse y convertirlo en un héroe.

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Agentes del FBI trabajan afuera del domicilio de Pelosi. Foto: Eric Risberg/AP

Uno no lo pensaría al ver la reacción de los republicanos, pero nunca se insistirá lo suficiente en la gravedad del ataque contra Pelosi. Si no fuera porque logró llamar en secreto al 911 desde el baño, al esposo de la presidenta de la Cámara de Representantes, que sufrió lesiones en el cráneo, podría haberle ido mucho peor.

También se ha informado que DePape buscaba a Nancy Pelosi y planeaba tomarla como rehén y romperle las rótulas porque la consideraba “la líder de la manada” de mentiras del Partido Demócrata. Todo esto no tiene ni la más mínima gracia. Los republicanos deberían unirse en su condena de los actos de violencia por motivos políticos y comprometerse a encontrar formas de calmar los ánimos políticos de Estados Unidos.

No hace falta decir que, si un político republicano hubiera sido objeto del ataque, estarían exigiendo a los demócratas que hicieran precisamente eso. Se produjo una mayor indignación republicana cuando la cena del juez de la Corte Suprema Brett Kavanaugh fue interrumpida por manifestantes que por el ataque contra Pelosi. Y sin duda se produjo mucha más indignación cuando Kavanaugh fue objeto de un intento fallido de asesinato a principios de este año.

Kavanaugh, por cierto, ha sido mencionado en numerosas ocasiones por los políticos republicanos que impulsan el argumento de que “ambas partes” son culpables de la violencia política. El senador Tom Cotton, por ejemplo, condenó el ataque contra Pelosi pero también dijo: “Se ven a lunáticos dementes que atacan tanto a demócratas como a republicanos”, mencionando el supuesto intento en junio de Nicholas John Roske, de 26 años, de asesinar a Kavanaugh.

Ciertamente, es verdad que hay gente inestable en todo el espectro político y que políticos de ambos bandos han sido el blanco de la violencia. Sin embargo, “apoyar a ambos lados” en este asunto resulta peligrosamente deshonesto. Ambos bandos no utilizan una retórica incendiaria: esa es la especialidad que tienen los republicanos. Ambos bandos no tienen un historial de alentar a sus partidarios a irrumpir en el Capitolio. Ambos bandos no están promoviendo mentiras de que las elecciones de 2020 fueron robadas. Ambos bandos no convierten a personas como Kyle Rittenhouse, que mató a dos manifestantes, en héroes populares.

Ambos bandos no glorifican la violencia política. Ambos bandos no utilizan un ataque contra un anciano de 82 años para provocar risas durante la campaña.

La reacción de los republicanos al ataque contra Pelosi parece ser un momento decisivo en la política estadounidense. El hecho de que tantos miembros de la derecha se sientan cómodos bromeando sobre el ataque demuestra hasta qué punto se ha aceptado el extremismo y se ha normalizado la violencia política. Puede que Pelosi se encuentre en el camino de la recuperación, pero la democracia estadounidense avanza por un camino muy oscuro.

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