Las elecciones en EU y la supervivencia de la democracia
Perístasis

Jefe de la División de Educación Continua de la Facultad de Derecho de la UNAM, socio de la firma Zeind & Zeind y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

X: @antoniozeind

Las elecciones en EU y la supervivencia de la democracia
Una votante rellena este martes su papeleta de voto en su Centro de Votación del Condado de Fairfax en Fairfax, Virginia.

Después del gran nerviosismo que despertaron alrededor del mundo las elecciones intermedias llevadas a cabo el pasado martes en Estados Unidos, los resultados no produjeron un cambio lo suficientemente profundo para considerar que efectivamente la democracia será severamente dañada o, incluso, puesto en peligro su existencia misma.

En las últimas semanas se pudo ver que en diversos medios se manejaba que con esta elección intermedia se podría pavimentar el camino para que, de una manera relativamente fácil, el regreso del republicanismo extremista representado por Donald Trump y su grupo fuera inminente.

Una de las principales razones para que los vaticinios sobre estas elecciones fueran verdaderamente preocupantes para el Partido Demócrata fue principalmente el debilitamiento gradual que ha sufrido el liderazgo del presidente Joe Biden, pues este sumado al pronóstico de la que algunos señalan será una recesión económica que vendrá a ser la conclusión de las dificultades producidas por la pandemia y por la guerra de Rusia contra Ucrania, pudieron convertirse en la fórmula perfecta para que estas elecciones intermedias resultaran en una evaluación negativa de la administración Biden.

En un país eminentemente bipartidista, como lo es Estados Unidos, el hecho de que los órganos de gobierno sufran transiciones derivadas de los movimientos pendulares en la intención del voto de la ciudadanía estadounidense es perfectamente normal e incluso saludable, pues pasar de una administración republicana a una demócrata y viceversa ha sido a través de los años algo usual. Sin embargo, a partir del siglo que corre han surgido en el seno de la derecha representada por el Partido Republicano distintos movimientos que han exacerbado las posiciones que desde ahí se defienden y, por lo tanto, han contribuido a la polarización creciente en aquel país y a socavar su democracia.

A partir de 2009, el Tea Party irrumpió para desde ahí fijar posturas que en muchos casos iban más allá de lo que históricamente ha defendido el Partido Republicano, estableciendo con ello un extremismo que lamentablemente encontró las voces que hasta ese momento habían estado calladas pero que fueron suficientes para producir una inercia polarizadora que comenzó a degradar a la política estadounidense.

Por si fuera poco, unos siete años después llegó a la política de manera inesperada una nueva figura que en un principio no fue tomada con seriedad, pero que con el paso de los meses representó una opción real para lo que pudo saberse posteriormente era un sector amplio de la sociedad estadounidense: Donald Trump. Se trataba de un empresario ciertamente exitoso que había decidido participar en la política y que pudo notar que había un sector olvidado que podía convertirse en una importante red de apoyo para sus aspiraciones.

Así, con el exitoso lema Make America Great Again (MAGA), Trump logró ser presidente de Estados Unidos y promover con base en un discurso y decisiones claramente radicales a un grupo de personas dedicadas a la política (y otras que no) que encontraron una buena oportunidad para unirse al grupo conocido ahora como MAGA.

Con la intención manifiesta de Trump de volver a postularse para volver a ser presidente de Estados Unidos (luego de haber perdido la posibilidad de reelección inmediata con Biden) y un triunfalismo anticipado que recibió un duro golpe el pasado martes, posiblemente el trumpismo intente volver pero con un camino más sinuoso de lo que esperaban.

La lección en este caso es no subestimar a la democracia y no subestimar a las personas votantes, pues a pesar de que Bruce Ackerman afirma que “la mayoría de los ciudadanos no tienen ningún problema en reconocer que la mayor parte de sus decisiones electorales no están a la altura de sus propios estándares de deliberación y que, si se tomasen la molestia de pensar más detenidamente las cosas, sus juicios podrían ser muy diferentes de los puntos de vista relativamente superficiales que tienen en ese momento”, hoy se puede ver que la ciudadanía estadounidense llevó a cabo una profunda deliberación y el resultado favoreció no a un partido, sino a la democracia misma.

La democracia y la ciudadanía no se deben subestimar, pues disfrutan de la vitalidad suficiente para garantizar la subsistencia del Estado.

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