El síndrome presidencial de la piel delgada
Libertad bajo palabra

Periodista y abogado con más de 35 años de trayectoria. Reportero, comentarista y consultor experto en temas jurídicos. Premio Nacional de Periodismo José Pagés Llergo 2011. Especialista en el Poder Judicial de la Federación y analista político.

X: @jenroma27

El síndrome presidencial de la piel delgada
Foto: Suprema Corte de Justicia

“Simuladores, oligarcas, engañadores, achichincles, inmorales, defraudadores, saqueadores, hipócritas, aspiracionistas, racistas, clasistas, deshonestos, rateros, corruptazos, lambiscones, cretinos, fifís, machuchones” son algunos de los adjetivos preferidos de Andrés Manuel López Obrador para calificar a sus adversarios, es decir, así se expresa usando toda la fuerza del Ejecutivo federal para referirse a quienes no piensan como él.  

Los destinatarios cotidianos de sus desplantes y amenazas son periodistas no alineados, legisladores de oposición, empresarios, padres de niños con cáncer, ciudadanos inconformes con su gobierno, líderes políticos críticos de su gobierno, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación nacionales e internacionales, consejeros electorales, escritores, académicos, excolaboradores arrepentidos, intelectuales, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia, entre muchos otros.

Sobre los juzgadores federales y los togados que no se han doblado ante los ataques podemos encontrar mucha narrativa tóxica por parte del presidente de la República, a quien se le podría diagnosticar una fobia clínicamente comprobada a la autonomía de criterio, el disenso y la crítica bien documentada a la que todo buen político debería estar habituado dentro de los parámetros de la normalidad. 

Al tabasqueño le cuesta trabajo asimilar que en la presidencia de la Suprema Corte ya no hay un ministro incondicional como lo tuvo durante cuatro años, por eso el alto tribunal enfrentó una crisis tras el intento de ampliar el periodo de Arturo Zaldívar con quien se desarrolló una complicidad que dejó a jueces, magistrados y ministros en estado de indefensión ante los ataques y amenazas.

El 2 de enero todo cambió e irónicamente el voto de Yasmín Esquivel Mossa abrió la puerta a la consolidación del escenario que el régimen más temía en la Corte, la llegada a su presidencia de una juzgadora de carrera, alérgica a la sumisión que defendiera la independencia de una institución históricamente incómoda para Andrés Manuel López Obrador. 

Curiosamente un presidente poderoso que domina a placer sus mayorías en el Congreso, con niveles de aprobación cercanos al 60%, que controla y aplasta a la oposición cuando lo requiere, se dolió por el gesto de dignidad de una mujer en la ceremonia oficial del 5 de febrero, ante la mirada atónita de un presidium en el que se contaban 27 hombres y 12 mujeres.

El protocolo se cumplió, en la entrada principal del Teatro de la República la ministra Norma Piña Hernández saludó al presidente de la República, habituado al besamanos de sus incondicionales, en el interior del recinto estalló el aplauso inducido e inmerecido para un mandatario que ha pisoteado la Constitución que ese día se festejaba.

Ante el arranque de la ceremonia en el inmueble que albergó al Congreso Constituyente de 1917, los presentes se pusieron de pie antes del llamado a los honores y la entonación del Himno Nacional, el poderoso mensaje no verbal de la presidenta de la Suprema Corte se manifestó quedándose sentada, evidenciando las enfurecidas miradas de quienes se rasgaron las vestiduras para tratar de alegar una fractura del protocolo que jamás ocurrió.

Sin decir una palabra, la ministra ensordeció el recinto queretano, fueron sólo unos segundos antes de los honores de ordenanza, para los cuales se puso de pie como los demás. En ese momento ya contaba con la atención de los asistentes, al llegar su turno Norma Piña comenzó su discurso, el primero en una ceremonia oficial como titular del Poder Judicial de la Federación frente al Ejecutivo.  

No hizo el acostumbrado saludo con nombre y cargo de los principales asistentes, se refirió en general a la mesa principal para posteriormente destacar la presencia de las ministras, ministros, consejeras y consejeros que la acompañaron esa mañana de domingo, todo un mensaje entre líneas.

Habló de las apariencias de cada 5 de febrero, “evitemos encuentros estériles, reuniones anuales con bellos ejercicios de oratoria, para tras ello, volver al escritorio con la falsa sensación de un deber cumplido. Tenemos que esforzarnos más, cuestionar y cuestionarnos, replantearnos cómo lograr un cumplimiento cabal de nuestra Constitución”. 

Cumplió las expectativas al destacar frente a López Obrador la independencia judicial como sustento de la democracia “tenemos la responsabilidad de preservarla y fortalecerla. De lo contrario, corremos el riesgo de mermar esa garantía en detrimento de las propias personas que nos demandan justicia. La independencia judicial no es un privilegio de los jueces, es el principio que garantiza una adecuada impartición de justicia”.

Para finalizar tendió la mano: “les invito a que trabajemos, hombro con hombro, por el bien de nuestro país, para dar ejemplo de que, en la unidad nacional, somos dignos herederos de nuestra historia”.

El mensaje fue respetuoso y firme, aunque lamentablemente la estrategia mediática armada desde la oficina del vocero Jesús Ramírez Cuevas fue victimizarse ante una supuesta ruptura al protocolo. 

La titular del Poder Judicial no se sumó a la quema de incienso y sus palabras dieron sentido a una verdadera conmemoración del Congreso Constituyente que tuvo la estatura para institucionalizar las aspiraciones de la lucha revolucionaria a pesar de sus diferencias.  

Las palabras de la ministra Piña Hernández le dieron valor agregado a la vapuleada división de poderes que molesta al presidencialismo autoritario que ve a la Carta Magna como algo prescindible y de menor valor frente a sus intereses políticos.

A la mañana siguiente ante la falta de argumentos, López Obrador se concretó a decir que Norma Piña estaba cansada y que por eso no se puso de pie para glorificar su entrada al recinto constituyente. Ni una palabra sobre el gran mensaje para honrar la legalidad y respetar las resoluciones de un poder que afortunadamente no puede controlar porque así se diseñó en nuestra Constitución. El tabasqueño se vuelve a tropezar con la institucionalidad de una Corte que será sometida próximamente a duras pruebas de resistencia. Es previsible que la embestida gubernamental centre su artillería otra vez en el presupuesto para el Poder Judicial que ya en el ejercicio de este año sufre un recorte de más de 2 mil 280 millones de pesos, además del probable intento por eliminar los fideicomisos que se destinan a diversos fondos de pensiones y prestaciones del personal. 

El resentimiento ha ido hasta el exceso de afirmar que la ministra Piña le debe la presidencia de la Corte a Andrés Manuel López Obrador (declaración en la mañanera del miércoles 8 de febrero).

Hemos visto uno de los flancos débiles de un Ejecutivo aquejado por el síndrome de la piel delgada, ese padecimiento que revela signos de comportamiento abusivo para descalificar sin límites y que en contraste es capaz de victimizarse por el sencillo acto de dignidad de una mujer.

EDICTOS

Televisa es una empresa de comunicación que ha optado por las noticias de entretenimiento que suelen no cuestionar al poder a menos que sea indispensable como respuesta a un ataque directo o algún contexto que convenga a sus intereses. Es el caso del reportaje de investigación difundido en su noticiario estelar que exhibe a dos funcionarios del actual gobierno de Campeche que encabeza Layda Sansores y a la senadora morenista de la entidad, Rocío Abreu Artiñano embolsando voluminosos fajos de efectivo. El material es suficientemente explícito, las imágenes revelan el modo de operar al estilo René Bejerano de las hordas leales a la transformación lopezobradorista infectada hasta la médula de los huesos por la corrupción que dicen combatir por el bien del pueblo. Y será justamente en Campeche donde el próximo domingo se recibirá a un violador consumado de los derechos humanos de fama internacional, Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba en su cuarta visita a México.

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