Más TikTok, ¿menos democracia?

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

X: @MRomero_z

Más TikTok, ¿menos democracia?
Foto: Antonbe / Pixabay

La democracia es amplia: desde reglas claras para arrebatar o mantener el poder, instituciones fuertes que hagan valer dichas reglas e información veraz que permita al ciudadano discernir quién lo puede gobernar mejor, hasta tener políticos que –una vez en el poder– no dinamiten el andamiaje institucional que los llevó hasta ahí y otras tantas más. Pero, sin duda, una de las figuras más representativas de este tipo de sistema de gobierno, que vio la luz en la antigua Atenas, recae en la capacidad de organización de las personas.

Lamentablemente, esa capacidad poco a poco ha ido menguando en la mayoría de las sociedades que apuestan por la democracia liberal y uno de los enfoques que permite comprender el desgaste de dicho atributo es aquel que pone énfasis en las nuevas formas y canales que usamos para comunicarnos.

La premisa sigue siendo la misma: el humano cambia cuando usa o desarrolla una nueva herramienta para interactuar. En palabras del teórico canadiense Marshall McLuhan, “el medio es el mensaje”, resumiendo la potente idea de que el canal usado para una interacción con otro individuo tiene en sí mismo un significado implícito, una carga que nos trastoca al grado de modificar todo a nuestro alrededor.

No hay forma de que la ciudadanía de hoy se conciba bajo los mismos parámetros que aquella ejercida cuando sólo existía la tinta y el papel. ¿Cuál fue el desempeño democrático cuando apareció la radio? ¿La interacción entre las autoridades y sus gobernados se modificó con la llegada de la televisión? ¿Los individuos tienen la capacidad de ser mejores ciudadanos detrás de un smartphone?

Las preguntas pueden servir como ejercicio para elaborar una hipótesis que nos ayude a comprender nuestra actualidad y prospectar lo que nos espera hacia adelante. ¿Cuál es el común denominador entre Indonesia, Brasil, Rusia, México, Vietnam, Filipinas y Tailandia? La mayoría representa democracias endebles con retrocesos graves en los últimos años (a excepción de Rusia que es un abierto fracaso en la materia), según el último Índice de la Democracia elaborado por The Economist, al tiempo que también son las naciones con más usuarios de TikTok en el mundo, de acuerdo con reportes de firma global especializada en datos Statista. Caso particular es el de Estados Unidos, que está dentro de los países con más usuarios de esta plataforma con un claro deterioro democrático.

Pero que no haya confusión, el problema no parece ser el acceso a internet, toda vez que Dinamarca, Irlanda, Corea del Sur, Suecia, Canadá y Holanda destacan como los países en donde existe un acceso casi total a este servicio y en donde, a la par, sus democracias se consideran estables y en algunos caso sólidas. Un reporte especializado señala que de los 8 mil millones de humanos que habitamos el planeta, el 67% de ellos tienen acceso a un smartphone.

Ante este panorama, es posible afirmar que sí hay sociedades más o menos democráticas en función de si sus ciudadanos usan o no la red social de TikTok. Y es que, el acceso a internet no es determinante, un ejemplo de ello es Arabia Saudita como un país con mayoritario acceso al servicio y claramente desvinculado de los valores democráticos.

Reconocer y concientizar el impacto que pueden tener las nuevas formas de comunicarnos y cómo a través de ellas nos podemos reconocer o no como integrantes de una colectividad puede ayudar a que las plataformas de mayor demanda ajusten en función del bien común al tiempo que tienen un rendimiento corporativo exponencial, así como buscar desarrollar canales de comunicación orientados a mejorar la capacidad organizativa.

Apuntes: Un nivel de análisis a explorar en otro texto es el de la lucha de las agendas ciudadanas en el nuevo entorno digital. Paradójicamente la proliferación de las mismas diluye su capacidad de exigencia. Una sociedad dividida en miles grupúsculos difícilmente tiene la fuerza que una sociedad con solo dos o tres objetivos acordados.

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