Renacimiento V2.beta

Después de más de 10 años de carrera en la arquitectura, en 2017 decide dedicarse a pintar.  Su gusto por la pintura le viene de cuna. No ha estudiado bellas artes en una escuela de arte sino en su propia casa, teniendo a su alcance, obras del hermano de su abuela, su tío: Pablo Picasso. 

Vilató muestra su obra al público por primera vez a finales del 2019, a las puertas de una pandemia que le llevó a que 2020 fuera en un principio de introspección para después sumergirse en un proceso creativo que dio luz a Meninas feas, exposición individual que actualmente recorre México y que ha tenido como primeras sedes el Palacio Clavijero en Morelia y el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara. Muchas obras de Vilató se encuentran en colecciones privadas de Europa, Asia, México y Estados Unidos.

Instagram @vilatoivilato

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Nuevos comienzos y buenos momentos. Foto: Instagram Jacob Vilató

Cuando uno se dedica a un trabajo sin propósito efectivo, pongamos que hablo del arte, es fácil acabar en uno de los lados de la balanza del ego. O bien, se acaba creyendo que es el Prometeo moderno elegido para brindar al arte a la humanidad, o bien se cae en la conclusión de que el arte no sirve para nada. Podemos creernos esos cientos de argumentos sobre que el arte es el precursor de la estética y tantos otros, pero realmente ¿cuánta gente puede llevar su vida sin pisar un museo durante el año? Muchos. Esto es solo un ejemplo y no pretendo decir que el arte está solo en los museos, no me juzgues todavía, solo juego con el cliché.

Si uno no está destinado a ser diva, lo de plantearse la inutilidad es un “must” en la carrera. Supongo que todos tenemos ataques de honestidad en algún momento si es que no estamos demasiado ocupados vendiendo obra, haciendo facturas o buscando más libros donde esconder los billetes que no llegamos a gastar en alcohol y drogas (Basquiat mediante). Esta honestidad es la misma que nos hace caer al abismo a la hora de crear. Es necesario pasar por este sacrificio para hacer algo que valga la pena. Uno comienza la sesión de trabajo bien cargado de ideas retinianas y ha de deshacerse de ellas, como quien comienza a desmaquillarse y sigue arrancando capas de piel por llegar a lo más profundo.

Aquí hago una pequeña pausa para quitarle el posible encanto bohemio y romántico que pueda emanar del sufrimiento del “artista” que suda gotas de sangre que llegan hasta el suelo. Esta narrativa está muy bien para el storytelling pero es un horror que con gusto les deseo a mis peores enemigos (y a alguno de mis profesores de infancia). Cierro pausa.

Vamos a aceptar que el arte es comunicación, que en cualquiera de sus formas es la abstracción de una o más ideas. También vamos a definir abstracción como el proceso de aislar las propiedades de algo para entenderlo mejor o para hacerlo más intenso. Es una acción que cuando se realiza a alto nivel es profundamente humana. De un modo u otro necesitamos esta conexión con otros humanos.

Ahora vamos a algo más grande. No quedan dudas de que estamos en las puertas del gran cambio. Inteligencias artificiales, democratización y celeridad de la información, crecimiento de los núcleos urbanos. El arte nos sale por las orejas, infinidad de creadores y en todos los formatos. Conectamos más que nunca en lo virtual al tiempo que desconectamos en lo que conocemos como el mundo real. Necesitamos completar la transición y pasar de estar perdidos en un mar de conocimiento, por eso seguramente tenemos tanta necesidad de curadores AKA influencers.

Este gran cambio va a ser el salto de lo concreto a lo abstracto, que es la mejor manera en que los humanos se comunican para volver a estar cerca los unos de los otros. Aquí es donde el arte, más que nunca, va a ser más necesario. Necesitamos esa honestidad del arte de la que hablábamos al principio para establecer las bases del gran movimiento que justo acaba de empezar y que dará paso al homo nouveau.

En otro momento quizás nos hubiese bastado con un abrazo para poder conectar con el mundo que nos rodea, pero no es tan fácil abrazar a toda una sociedad que no se puede tocar.

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