Maternar desde el quebranto
Archipiélago Reportera cultural egresada de la ENEP Aragón. Colaboradora en Canal Once desde 2001, así como de Horizonte 107.9, revista Mujeres/Publimetro, México.com, Ibero 90.9 y Cinegarage, entre otros. Durante este tiempo se ha dedicado a contar esas historias que encuentra a su andar. X: @campechita
Maternar desde el quebranto
Con el largometraje 'Huesera', Michelle Garza Cervera ganó dos premios en el Tribeca Film Festival como mejor directora de nuevas narrativas y el galardón Nora Ephron para cineastas con una voz distinta. Foto: imcine.gob.mx

“Tomar la decisión de tener un bebé es trascendental:

significa decidir que desde ese momento tu corazón

empezará también a caminar fuera de tu cuerpo”.

Elizabeth Stone

A cuántas de ustedes entre los veintitantos, treintas y un poco más, de la nada, en alguna reunión les salen con:

—¿Y para cuándo?

—¿Para cuándo? ¿Qué?

—Sí, ¿para cuándo el bebé?

La pregunta incómoda de ayer y hoy que en algunos casos pasa de largo, pero en otros cincela el cerebro de las cuestionadas sobre el ser madres o no.

Esa es la incógnita que, en los últimos cuatro años, comenzó a rondar a la cineasta Michelle Garza Cervera a partir sí de la fastidiosa pregunta, pero también de una historia de su círculo cercano que se percibía oscura, incluso vergonzosa para la familia al tratarse de una madre disidente. Al paso del tiempo, esa figura femenina tomó mayor sentido y empatía por parte de Michelle. Varios años después sobrevino la muerte de su propia madre, esa sensación de perder a quien parecía eterna la sacudió profundamente y poco a poco en su proceso de duelo comprendió muchas de las decisiones y acciones que en su papel de hija no había procesado del todo y ahora le hacían sentido sobre el acto de maternar.

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De aquellas deliberaciones comenzó a escribir un guion y, tras conocer a Abia Castillo, vislumbró lo que se convertiría en el guion de Huesera, su primera película. La obra se asenta en las bases del terror psicológico y nos presenta a una mujer que experimenta una metamorfosis a partir de saberse embarazada, de percibir el cambio de la estructura de su cuerpo, de pasar de ser mujer a un ente inmaculado al que todas y todos explican lo que le sucede sin darse cuenta que alrededor se ha gestado también una fábula tenebrosa.

Esta historia se aleja de la idea tradicional de “la dulce espera”, más bien desnuda la zozobra de Valeria –interpretada por Natalia Solián y que es pareja de Raúl (Alfonso Dosal)–, quien “por fin” queda embarazada después de tanto pedirle a la Virgen de Guadalupe. La situación le aterra, ya que bien a bien no comprende si así lo deseaba ella o siempre fue el anhelo de Raúl, su madre, suegra y demás cercanos.

Conforme pasan los meses, la angustia aumenta y su cuerpo lo demuestra: no hay esa “chispa en la mirada”, la piel luce marchita y en una visita con una curandera le dicen que, al limpiarla con hierbas y huevo, la figura que se formó en el vaso fue una especie de araña tejedora, la cual es madre pero también depredadora. Todo lo anterior se percibe más allá de los diálogos, lo cuentan los cuerpos, la iluminación, las partículas en el aire, son escenas cargadas de una atmósfera enrarecida que por momentos nos toca con la manía de Valeria por tronar los huesos de sus manos.

Momentos abrumadores, sustos inesperados y un acto final que pega como gatillazos a esos cuestionamientos sobre la maternidad en el siglo XXI dan forma a Huesera, largometraje que ganó dos premios en el Tribeca Film Festival como mejor directora de nuevas narrativas y el galardón Nora Ephron para cineastas con una voz distinta. También obtuvo el reconocimiento del público en el Festival Internacional de Cine de Morelia, entre sendas reseñas y críticas favorables a una historia escalofriante. 

No se vayan con la finta, Huesera no es una película sólo para mujeres, cumple a pie juntillas con los cánones del cine fantástico y de terror. Es una historia universal y su lectura final dependerá de las vivencias, los cuestionamientos y la edad. 

Si me lo preguntan, para mí Huesera fue un abrazo a la mamá que fui a los recién cumplidos 20, la que tardó otras dos décadas en comprender que en ella también se alojó una especie de araña tejedora, pero ya no, nos hemos liberado mutuamente. 

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