Mi primera marcha del 8M

Profesional de la Comunicación. Ha trabajado como community manager y estratega digital, periodista de actualidad, moda y estilo de vida. Amante de los idiomas y las culturas.

Mi primera marcha del 8M
La rectora de la UAQ confirmó que ya se están tomando medidas en el caso. Foto: Beatriz Gaspar/ La-Lista

El solo hecho de escuchar las palabras ‘marcha’ o ‘manifestación’ me generaba miedo, ya que había leído que en este tipo de acontecimientos había arrestos, violencia y que asistían personas con afán de generar caos y daño en la ciudad. El pasado 8 de marzo fue la primera vez que me uní a miles de mujeres que invadimos las principales calles del Centro Histórico de la Ciudad de México para hacernos escuchar. La experiencia fue reveladora.

Desde el camino hacia el encuentro pude notar que algo importante iba a pasar. Mi nervio crecía al ver a las primeras mujeres con distintivos en morado, rosa y verde. A medida que avanzaba a la marcha, me di cuenta que no era la única primeriza y que varios de los contingentes presentes estaban llenos de solidaridad y empatía, con mujeres haciéndome sentir que estaba en un espacio seguro y acogedor donde podía expresar mi feminismo sin miedo a ser juzgada.

La energía y la emoción de estar en un grupo de mujeres tan diverso unidas en una sola voz, luchando y empatizando fue indescriptible.

Gritos y exigencias fueron parte de esta experiencia, pero claramente provienen de un enojo bien fundamentado y entonado principalmente por aquellas que han sido parte de grandes injusticias sociales, discriminación, acoso sexual, violencia doméstica, entre otras formas de opresión que enfrentamos las mujeres día a día.

Pero también se unió la sororidad y la hermandad con cantos, sonrisas y abrazos de mujeres que se apoyan entre sí con actos tan simples desde acompañar a las que iban solas en el trayecto, compartir alimentos, brindar guía, hacer eco de las que ya no están, hasta defender a otras ante discriminación y violencia.

Escuchar las historias de trasfondo fue abrumante, aunque al mismo tiempo inspirador porque aún con lo que han vivido estas mujeres se mantienen con la determinación de luchar por sus derechos y por un futuro mejor para ellas y sus hijas. Para nosotras.

Esto último me recordó a nuestras antecesoras, quienes se manifestaron por distintas causas que podemos disfrutar hoy, como el derecho al voto, al estudio, al trabajo, etcétera. Me hizo comprender que si ellas lo lograron expresándose, lo que estamos exigiendo ahora también se podrá hacer realidad. 

Mi primera marcha feminista fue transformadora. Me abrió los ojos a la importancia de la lucha y me mostró que la solidaridad y el compromiso son fundamentales para lograr la igualdad de género.

Cada una de las mujeres que participamos tenemos nuestra propia razón para estar allí, todas y cada una de las historias son igual de importantes y válidas, todas compartimos un objetivo común: ser capaz de vivir como mujeres libres que disfruten de todos los espacios como seguros y donde se respire el respeto, la tolerancia y la igualdad.

Después de esta experiencia ya no tengo miedo de salir a expresarme. Invito a hacerlo a las que aún no se animan a marchar el #8M, ya sea que vayan solas, acompañadas o uniéndose a un contingente, con una historia detrás o sin ella, pero que se unan y se haga más ruido, aunque moleste a los demás. Después de todo tráfico siempre hay, los monumentos se reconstruyen, las paredes se pintan, pero para las personas que no están ya no hay vuelta atrás. 

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