¿Qué sigue para el feminismo?

Activista, luchadora social y promotora de los derechos humanos de las mujeres, niñas, niños, personas con discapacidad, comunidades indígenas y personas LGBTQ+. Presidenta de la Asociación Civil Rosa Mexicano. @catymonreal_

¿Qué sigue para el feminismo?
Las mujeres preparan sus pancartas en los alrededores del Monumento a la Revolución.

Cada año, las marchas del 8M se vuelven más nutridas. Este 2023, abundaron las fotos de niñas y niños, de mujeres con discapacidad, de mujeres de la tercera edad, mujeres de todos los estratos sociales. Esto nos revela que poco a poco hay más mujeres que se identifican con la lucha por la igualdad.

Este mayor grado de aceptación necesariamente nos debe de llevar a preguntarnos qué sigue para el feminismo como movimiento

La marcha ha sacado a relieve los diferentes problemas y violencias a los que nos enfrentamos por ser mujeres. Por mucho tiempo, el feminicidio, y la negligencia en su combate, ha sido el principal motor del 8M en México, pero no podemos pensar que solo el feminicidio nos mueve. El 8M es sobretodo una marcha para exigir se garanticen todos nuestros derechos.  

Este año, los tendederos –la aportación mexicana al #MeToo– se volvieron constantes en las marchas, donde vimos que varios fueron montados en diferentes espacios públicos. La violencia sexual sigue siendo de los principales problemas que nos afectan como mujeres.

Por ejemplo, en la misma semana que inundábamos las calles de México se viralizó un video donde Heidy Infante sufrió violencia sexual por parte de un bailarín. Tras ser agredida, Heidy se defiende golpeando a su agresor, quien le regresa el golpe.

Esta es la cultura de violencia sexual que sigue existiendo en nuestro país, donde de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares la violencia sexual es la segunda más común.

Esta es una cultura donde un bailarín cree de lo más normal tocar los genitales de su jefa mientras baila en una presentación pública. Un país donde las niñas no pueden caminar a la escuela sin exponerse a que les griten obscenidades. O peor aún, un país donde la pregunta de investigación más frecuente cuando se denuncia violencia sexual es: ¿qué traías puesto?

Y esta es la violencia que reconocemos. La violencia que toda mujer sabe llamar violencia de género. Pero existen otras que aún no reconocemos en público o de las que no hablamos. 

Este año, las colectivas de madres que han sufrido violencia vicaria se organizaron para marchar en contingentes. Vestidas de naranja gritaban “no está con su padre, está con su agresor”.

Marchaban con el dolor de saber que sus hijos e hijas aún no regresan a sus brazos, pero con la esperanza que la aprobación unánime de la tipificación de violencia vicaria les daba. Se espera que la Cámara de Diputados avale esta reforma para que entre en vigor

No obstante, se cree que el aval no será rápido, ya que existen legisladores que buscan ampliar el tipo para hacerlo un tipo de violencia que sufren hombres y mujeres. Hacerlo de esta manera quitaría la visibilización de la posición vulnerable de la mujer en el sistema jurídico y social y, por lo tanto, evitaría que se posicionará esta como un tipo de violencia de género. 

Queda, además, que el resto de las entidades del país hagan lo propio y promulguen sus propias leyes locales para contribuir al marco de atención.

Otro de los temas es la paridad de género, que ha sido uno de los grandes avances que nuestro país ha logrado. Un logro que se presenta en todos lados. Nos ha convertido en uno de los países con la más alta representación política de mujeres a nivel global, donde solo tres países superan la proporción de México. 

Sin embargo, todavía no tenemos una agenda de género que honre este logro. Muchas mujeres que llegaron a puestos de elección popular por consecuencia de la cuota aún no han desarrollado “sensibilidad al género”, ni han puesto atención en el tema de la agenda de las mujeres. 

Creo además que es indispensable que esta petición se les dé no solo a las legisladoras, a las políticas, sino también a los hombres. Los hombres deben tener una agenda de género para que pueden impulsar las reformas necesarias. Algunos ya lo están haciendo. 

Ya llenamos las calles. Es hora de empezar a legislar e implementar políticas públicas con presupuestos operables para lograr que ese esfuerzo colectivo trascienda.

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