Ebrard ¿Maromas en Washington rumbo al 2024? 

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

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Ebrard ¿Maromas en Washington rumbo al 2024? 
El canciller mexicano Marcelo Ebrard, y el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, participan en una conferencia de prensa en Ciudad de México. Foto: José Méndez/ EFE

En una fracción de la clase media, esa a la que desprecia el presidente Andrés Manuel López Obrador, crece la percepción de que Marcelo Ebrard personifica uno de los cuadros más preparados, no solo de la cuarta transformación, sino de la política mexicana en general. Sin embargo, ese grupo reducido y con tendencia a seguir achicándose parece, aún, poco definitorio respecto al universo electoral.

Dicha percepción tiene como sustento la cultura política que heredamos y que alimentamos como ciudadanos, día con día, sexenio con sexenio, misma que varía según la sociedad a la que pertenezcamos u observemos. No son los mismos símbolos, normas, valores, creencias, mitos o ideales sobre los cuales los mexicanos nos basamos para dar significado a nuestra relación con las instituciones, autoridades, actores políticos o élites, que aquellos que viven en sociedades escandinavas, sudasíaticas o de medio oriente. 

Por ejemplo, la polarización, el desdén hacia las instituciones, la poca tolerancia y el desapego al Estado de Derecho, son aspectos que, lamentablemente, poco a poco han ido permeando e incrustandose en la mentalidad de la población mexicana. Y aunque hay resistencias, la adopción gradual de las mismas es peligrosa si se llega a consolidar dentro del espectro de esa “cultura política” mexicana. 

Sin embargo, hay un fenómeno reciente que ha impactado la construcción de esta figura, el cual ya ha hecho mella en otras latitudes y mismo que será posible verlo como factor determinante en la carrera por la presidencia del 2024: el nacionalismo o, como en otros casos, el juego perverso por distorsionarlo y en donde el electorado suele volverse presa de razonamientos falaces.

Es justo en esta dimensión: con una cultura política mexicana agobiada por la poderosa propaganda que desdeña a las instituciones y atropella a quien no coincide con su manera de pensar, así como una narrativa burda, pero eficaz –digna del siglo pasado– en donde si no estas en contra de Estados Unidos no eres mexicano, es que vale la pena reflexionar si el canciller Marcelo Ebrard tiene posibilidades rumbo al 2024. 

De inicio, el rey del TikTok termina por significar el ala moderada de un partido en el poder que ha tenido como uno de sus principales objetivos borrar del mapa todo aquello que represente, bajo su propia visión, el neoliberalismo… ¿Acaso el presidente López Obrador quiere heredar su proyecto, que tiene como protagonistas a los pobres, a un personaje visto por sus propios militantes como la personificación de la tecnocracia y el neoliberalismo? Desde esta perspectiva, se antoja complicado que el ahora canciller, forjado bajo el halo salinista y ampliamente nutrido y moldeado en la placenta camachista acceda a la candidatura a la presidencia, al menos, no por el partido que ostenta el poder. La disonancia para el voto duro sería una realidad no menor. 

Por otro lado, está la creciente percepción de entreguismo frente a Estados Unidos que pesa sobre el canciller derivado de los señalamientos de quien fuera Embajadora mexicana en EU, Martha Barcena, además de los vertidos en los libros de periodistas y ex funcionarios estadounidenses que en el proceso de retratar la vergonzosa era Trump delinean a un Marcelo Ebrard que, además de acordar resoluciones desventajosas para el país, lo hacía –de ser ciertas– a espaldas de su propio jefe, el Presidente Andrés Manuel López Obrador.. 

Para nadie hubo duda: El ganador de la pasada Cumbre de América del Norte en donde nuestro país recibió al mandatario estadounidense Joe Biden y al primer ministro canadiense Justin Trudeau, fue Marcelo Ebrard, quien entiende a la perfección que los hilos de la gobernanza global pasan por un acuerdo regional y rumbo al 2024 él es el único que reuniría apoyo para configurarse como la carta “fuerte” del bloque norteamericano por lo dúctil que puede ser ante las presiones y necesidades de los socios de mayor peso.

Puede no ser racional, pero ese resentimiento que prevalece entre los mexicanos hacia los estadounidenses se puede explicar a partir del último libro de Francis Fukuyama “Identidad. La demanda de dignidad y las políticas de resentimiento”, en donde, entre otras cosas, advierte que esas heridas profundas que existen en la colectividad y a su vez en la construcción ideológica de una Nación suelen ser explotadas por liderazgos populistas para seguirse promocionando como salvadores o protectores únicos. 

A 200 años de relación bilateral México-Estados Unidos, que se cumplieron el año pasado, no es gratuito que el presidente se lance en contra del vecino país del norte en medio de una sucesión adelantada en donde es necesario reforzar, a como dé lugar, el sentimiento de pertenencia. 

Ante este panorama solo quedan un par de preguntas ¿Qué maromas hará Ebrard en Washington para seguir siendo la carta “fuerte” del bloque norteamericano rumbo al 2024 cuando la misión que le ha dado AMLO es ir a patear el avispero? Y la segunda: Si la cultura política mexicana entiende al presidente como el principal elector de su sucesor ¿AMLO dejará que se incruste en el país el proyecto del bloque norteamericano con Ebrard como punta de lanza?

Apuntes: 

Tema aparte es si Marcelo Ebrard termina por salir bien librado del fatal accidente de la Línea 12. ¿Alguno de los 10 imputados por la Fiscalía de la Ciudad de México tomará la decisión de señalarlo? De ser así, la Fiscalía lo llamará a comparecer en medio de la campaña por ser el candidato de Morena.

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