A los niños y a las niñas no se les toca

Activista, luchadora social y promotora de los derechos humanos de las mujeres, niñas, niños, personas con discapacidad, comunidades indígenas y personas LGBTQ+. Presidenta de la Asociación Civil Rosa Mexicano. @catymonreal_

A los niños y a las niñas no se les toca
Dalai Lama. Foto: Captura de pantalla

¿Cuántas veces se tiene que decir? ¿Cuántas veces se tiene que alzar la voz? ¿Cuántas calles hay que cerrar? ¿Cuántos abusos se van a soportar? A las niñas y a los niños no se les toca. Una de las labores más importantes que tenemos como sociedad es proteger a nuestros niños y niñas. Muchas veces se falla porque vivimos en un entorno donde realmente no existe el interés superior del menor. Donde es común negar los abusos para no incomodar, para no castigar, para no tocar a los poderosos. Se normalizan conductas que constituyen abusos como “juegos” o “cosas sin importancia”.

Lo que pasó con el Dalai Lama es abuso. No es ni cultura ni tradición. El que se quiera justificar como un “juego inocente” es un ejemplo de cómo aún tenemos que avanzar en la visibilización del abuso infantil. Tenemos que hablar del tema por más que nos duela. Es un sinsentido decir que es una broma que un adulto de 87 años bese a un niño en la boca, un niño que no conoce y con el que no tiene relación alguna, y que, además, le pida que le chupe la lengua ante el aplauso del público. 

Esta cultura de la negación, complicidad y silencio permite que cada año 5.4 millones de niños, niñas y adolescentes sean víctimas de abuso sexual en nuestro país. Estas justificaciones son las que hacen que la mayoría de estas víctimas no puedan denunciar por miedo, desconfianza o vergüenza. 

Este tipo de conductas son grooming, la práctica de preparar a los menores de edad para el abuso. La mayoría de las y los abusadores son personas que valiéndose de la cercanía, confianza y autoridad aprovechan para traspasar los límites de las niñas y niños. Es responsabilidad de los adultos vigilar y regular estas conductas. No debería haber debate en que estamos ante una situación inaceptable. No importa si es el Dalai Lama, el papa, un líder espiritual, un sacerdote, el tío, el abuelo. Tenemos que enseñar a nuestras niñas y niños a que no pueden ser obligados ni sentirse forzados a besar, abrazar, ni tocar a nadie. Ni a extraños, familia o personas que puedan llegar a admirar.

Debemos exigir una investigación seria sobre presunción de abuso infantil, ya que lo que se hace en público suele ser reflejo de lo que se hace en privado. Este es el debate a discusión, no el si es correcto o no tocar a los niños. Nuestra fe no debe nunca cegarnos ante los abusos, debe guiarnos con la fuerza para enfrentarlos. 

Es bien sabido que el patriarcado utiliza a la religión para justificar la discriminación, el abuso y el sometimiento de las mujeres. A todo esto hay que ponerle un alto y saber que es solo eso: tergiversaciones de quienes prefieren mantener el silencio a enfrentar al sistema patriarcal. 

Es por eso que les pido rompamos estos silencios. Pongamos altos. Los niños y niñas no se tocan. Así de sencillo.

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