Vivir la gentrificación siendo mujer
(De)construyendo

Ingrid Chávez es experta en políticas públicas con perspectiva de género. Es activista en diversas organizaciones donde impulsa el desarrollo y participación de mujeres y grupos en situación de vulnerabilidad. Twitter: @IngridChavezO

Vivir la gentrificación siendo mujer
Con el proceso de gentrificación, las rentas en la CDMX han aumentado. Foto: Pexels, Alfonso Palmer

No pretendo hablar en este texto sobre lo que es la gentrificación porque, además de que el término se ha abordado mucho en los últimos años, basta con voltear a ver las ciudades de Oaxaca, Mérida o la mayoría de las colonias de la CDMX -por mencionar solo algunos ejemplos- para confirmar que algo está cambiando y lo que parecía ser un proceso de transformación, ahora representa la expulsión de cientos de personas que ya no pueden costear la vida de aquellos lugares y han sido desplazadas.

Pero, ¿cómo es vivir el proceso de gentrificación desde la perspectiva de una mujer? Sin duda, muy distinto en comparación con los hombres, pero también incluso entre nosotras, se vive de manera diferente si eres estudiante, trabajadora, madre o no tienes hijos.

Pensemos en una joven trabajadora sin hijos con ganas de rentar un hogar en la CDMX. De inicio, es probable que busque una zona que sea segura porque, aunque los hombres también lo consideran, la realidad es que el acoso y la inseguridad en el transporte y el espacio público nos afecta más y, por tanto, se vuelve un “no negociable” al momento de buscar un lugar para vivir.

Otro punto a considerar será si el nuevo hogar tiene redes de transporte que le permita, aunque llegue tarde de trabajar o estudiar, estar segura y cercana al hogar donde vivirá. Y finalmente, pero no menos importante, que sus ingresos le permitan costear la vivienda. 

De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, hasta el cuarto trimestre de 2022, en promedio las mujeres ganaban mensualmente $7 mil 958 pesos -un ingreso menor a lo que percibían los hombres-. Con el proceso de gentrificación, las rentas en la CDMX han aumentado. Hasta noviembre de 2022 el costo promedio era de $14 mil 446 pesos mensuales.

La única opción para que ella pueda pagar la renta es compartirla con al menos dos o tres personas. Sin embargo, aún con ello, este gasto fijo representaría al menos 45% de sus ingresos mensuales. Aunque hay zonas más accesibles en términos económicos, puede que no lo sean en términos de seguridad. La gentrificación ha elevado el costo de sentirnos seguras en un hogar.

En otro caso, lo dice Leslie Kern en su libro Ciudad feminista, “la gentrificación hace que el trabajo de la maternidad se vuelva más caro”. Ser madre puede obligar a buscar espacios de cuidado como una guardería para su hija o hijo. Sin embargo, dada la gentrificación, el acceso a opciones seguras y cercanas a los centros de trabajo también elevan su costo.

Hasta 2019, el último dato oficial de un sondeo realizado por la Procuraduría Federal del Consumidor, el costo promedio mensual de una guardería privada rondaba entre mil y dos mil pesos. Si se considera este valor, dicho concepto representa al menos 16% del ingreso mensual de una mujer.

Entonces, se abre una brecha entre quienes pueden pagar un servicio privatizado de guardería en zonas gentrificadas, en contraste con aquellas que se ven obligadas a buscar espacios de cuidado más alejados de sus centros de trabajo complicando la dinámica entre el empleo y la maternidad.

Las mujeres podemos perder oportunidades laborales, educativas, de recreación y descanso por el efecto de la gentrificación en las ciudades. La seguridad y el pleno desarrollo de nuestras vidas no puede depender de ningún valor económico.

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