Nuevo México es el nuevo México
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

Nuevo México es el nuevo México
Un sitio de perforación de gas de esquisto en St Mary's, Pensilvania. Fotografía: Keith Srakocic / AP

El estado de Nuevo México ha entrado de lleno en el radar de la producción petrolera mundial. Conforme a datos recién publicados por la agencia de información energética de Estados Unidos, el año pasado su producción aumentó en 300 mil barriles diarios, superando el incremento obtenido durante el mismo periodo en Texas y alcanzando el 50% del crecimiento en la producción total estadounidense. Con este logro, la producción de Nuevo México virtualmente empata a la producción de México en alrededor de 1.6 millones de barriles diarios, sin contar otros líquidos asociados a su extracción. 

Las empresas que trabajan en Nuevo México han conseguido estos resultados de la misma manera que lo han hecho las empresas privadas al oeste de Texas, invirtiendo capital, tecnología y talento en la extracción de petróleo no convencional proveniente de la formación Pérmica, rica en yacimientos de lutitas, o shale, compartida por ambos estados. Este petróleo se obtiene aplicando la técnica de fracturación hidráulica, mejor conocida como fracking, combinada con la perforación horizontal de pozos. 

Resultados similares estarían disponibles para México y otros países a quienes la fortuna brindó las condiciones geológicas propicias, pero más allá de las limitantes legales e inclinaciones ideológicas, el fracking se ha convertido en uno de los ejes de la discordia en la discusión sobre la política petrolera. Una conjunción de preocupación por el medio ambiente e insuficiente conocimiento sobre la técnica ha derivado en la prohibición o suspensión de proyectos.

Quienes se oponen al fracking han leído o escuchado que usa agua en exceso, contamina mantos acuíferos, provoca temblores, es fuente de emisiones no controladas de gas natural (más contaminante que el CO2), o simplemente contribuye a perpetuar el uso del petróleo cuando el mundo debe reducir emisiones de gases de efecto invernadero. Son preocupaciones legítimas, algunas provocadas por incidentes ocurridos al comienzo del inicio de aplicación de la técnica, pocas con sustento en la evidencia. Pero la industria ha mejorado sus prácticas y los gobiernos sus regulaciones.

Hoy es posible extraer petróleo no convencional bajo normas de seguridad comparables con las del petróleo convencional y con atención a su impacto ambiental. Tanto así, que entre 2010 y 2016, Estados Unidos más que duplicó su producción total de crudo hasta convertirse en el primer productor mundial por encima de Rusia y Arabia Saudí.

El registro de Texas y Nuevo México, sin embargo, no ha hecho cambiar de opinión a líderes de diversas estirpes políticas. En Colombia, uno de los países latinoamericanos con mayor potencial, el presidente izquierdista Gustavo Petro anunció desde su campaña presidencial que revertiría la política de sus antecesores y está en vísperas de presentar un proyecto de ley para prohibir el fracking. En Reino Unido, los diferentes gobiernos conservadores de la última década, desde David Cameron hasta Rishi Sunak, han desautorizado, autorizado y vuelto a desautorizar este tipo de extracción. En Francia y Alemania el fracking simplemente se ha prohibido sin titubeos.

Si el tamaño de un compromiso se mide por el costo que se está dispuesto a pagar por cumplirlo, parecería que los gobiernos de Europa, como el de México, están dispuestos a debilitar la seguridad energética de sus países con el fin de atender la agenda de cambio climático. ¿Será?

Europa no tiene actividad de fracking, pero importa desde Estados Unidos gas obtenido con fracking. ¿Ha reducido así sus emisiones y protegido el medio ambiente en general o simplemente las ha subcontratado de otro continente? El fenómeno se asemeja a lo que pasa con las manufacturas. Europa importa manufacturas chinas fabricadas con electricidad proveniente de centrales a base de carbón. ¿Es un mérito europeo o se trata simplemente del desplazamiento de emisiones a otro rincón del planeta?

México ha seguido una ruta similar. Su producción de gas convencional ha caído desde 2009. Los productores de Texas y ahora de Nuevo México han compensado esta caída vendiendo a México gas extraído con fracking. México podría reducir sus importaciones aprovechando su potencial de gas no convencional en Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.

Mientras los países de Europa desautorizan el fracking, pero promueven las energías renovables, México ha impedido el avance de ambas. Y mientras la discusión de los dos lados del Atlántico prosigue brindando políticas contradictorias, Nuevo México ha fortalecido su seguridad energética y se ha convertido en el nuevo México.

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