Salsabadeando
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

Salsabadeando
Foto: Agencia EFE.

Aunque durante toda mi infancia escuché en reuniones familiares “música tropical” (la Sonora Matancera, la Santanera, Beny Moré, el Trío Matamoros, Sonia López, Mickey Laure, mambo y cha cha cha), la primera vez que escuché la palabra salsa, en referencia al género musical, fue en 1980, cuando mi primo Enrique le grabó a mi papá en un casete el disco “Siembra”, aquel trabajo realizado en 1978 por Willie Colón y Rubén Blades, bajo el sello Fania Records, que está considerado el disco de salsa más vendido de la historia. Ese LP contiene, entre otras canciones, la renombrada “Pedro Navaja”, además de “Plástico”, Buscando guayaba” y el tema que da título al álbum.

Eran los años en que un sector de la intelectualidad mexicana, la más ligada a la izquierda, adoptó el lema del periodista Froylán López Narváez: “La rumba es cultura”, y salió a buscar agrupaciones, cantantes y compositores de un género que ya era furor en Nueva York y Puerto Rico, principalmente. En la Ciudad de México, uno de los puntos de reunión de los nuevos rumberos era el Bar León, en la calle de Brasil, atrás de la Catedral Metropolitana.

“La rumba es cultura, causa un tanto de hilaridad esta referencia… Se debe a que no hay conocimiento de la importancia que tiene este movimiento”, publicó López Narváez, en Proceso.

El origen de la palabra “salsa” es un tanto confuso. De acuerdo con Chris Montañez, una entusiasta salsera, investigadora de este género musical y creadora del blog Azúca Lola!, una de las versiones más aceptadas (y acertadas) dice que en una gira por Venezuela, el pianista puertorriqueño Richie Ray, al ser cuestionado por el locutor Fidias Escalona por el nombre del estilo de música que tocaban, principalmente los artistas del sello Fania, respondió: “Es como un keetchup”. Escalona dijo: “¡Yo no estornudé!” A lo que Ray reviró: “El keetchup es la salsa que se le pone a las hamburguesas para que cojan sabor”. Entonces, Escalona pronunció la palabra mágica: “Ya lo oyeron, amigos radioescuchas, en una SALSA”.

En su libro “Los rostros de la salsa” (Planeta, 1999), el escritor Leonardo Padura hace un apunte interesante: “Aquella nueva música bailable caribeña ya empezaba a llamarse salsa, una denominación con un origen absolutamente comercial, creada para la necesaria homogenización industrial y la venta del producto artístico”.

De acuerdo con Montañez, la fecha fundacional de la salsa es el 26 de agosto de 1971, la noche en que Fania Records reunió en el club de baile Cheetah, en Nueva York, a algunas de sus principales figuras, entre ellas Cheo Feliciano, Ismael Miranda, Héctor Lavóe, Larry Spencer, Yomo Toro y Bobby Cruz, integrantes de las orquestas, de Johnny Pacheco, Ray Barretto y Willie Colón.

Sábados de guapachá

Rock 101 fue una de las estaciones de radio más influyentes de las dos últimas décadas del siglo XX en la Ciudad de México. Entre su vasta programación apareció, a finales de los 80, un programa llamado Salsabadeando, que se transmitía todos los sábados al medio día. Conducido por Lynn Fainchtein, con producción de Andrés Rosales, a través de esa emisión tuve un segundo y definitivo encuentro con la salsa, sobre todo con la música afrocaribeña de calidad, muy cercana al jazz latino, con letras con un contenido social muy importante. Descubrí a íconos de este género y canciones que me traen gratísimos recuerdos.

En mi top ten de canciones de Salsabadeando, se encuentra una llamada “Los fariseos”. En la era pre Internet, cuando no existía Google, Youtube ni Spotify, era muy difícil buscar información de géneros, artistas y canciones, por eso hasta 1996, cuando conocí en una fiesta al Negro Isaías González, un ex operador de cabina de Rock 101, supe que aquel tema era producto del talento de Richie Ray y Bobby Cruz. José Luis, El Maquico, un amigo rumbero de aquellos años, no creía en la existencia de semejante tema, por eso lo llevé a “La canción”, un cabaret de mala muerte ubicado en Eje Central y Salto del Agua, donde una desafinada orquesta tenía su propia versión. Fea, pero la pudimos escuchar en vivo. A Rubén Blades y Willie Colón ya los había escuchado durante varios años, por eso el gran descubrimiento para mí fue el Héctor Lavóe, con su “Periódico de ayer” y otras canciones inolvidables, como “El cantante”. También supe que “Oye, Salomé” se llama en realidad “Falsaria” y era creación de El Gran Combo, de Puerto Rico. En mi conteo incluyo una simpática canción llamada “El tractor amarillo”, que adaptada como canción de tribuna, me vi cantando una noche de octubre de 2000 en medio de la popular de Newell’s Old Boys. Amo el rock y el heavy metal, pero para mí también, “la rumba es cultura”.

Mi top ten de canciones de “Salsabadeando”:

1. Los fariseos (Richie Ray y Bobby Cruz)

2. La noche más linda del mundo (Adalberto Santiago)

3. Periódico de ayer (Héctor Lavóe)

4. Vino añejo (Rubén Blades)

5. El gran varón (Willie Colón)

6. El nazareno me dijo (Ismael Rivera)

7. Falsaria (El Gran Combo)

8. Juanito Alimaña (Héctor Lavóe)

9. El tractor amarillo (Roberto Torres)

10. Sin sentimientos (Grupo Niche)

* Bonus track: Mi ritmo es bueno (Bobby Valentín)

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