Rubiales, ese enorme quiste
Alioli

Es periodista y analista de datos. Ha colaborado en medios como Reforma, Chilango y Tec Review. Fue coautor del libro Ayotzinapa, la travesía de las tortugas, publicado por la editorial Proceso. También es hincha incondicional de los Leones Negros. Twitter: @ridderstrom

Rubiales, ese enorme quiste
Rubiales podría ir a prisión más de dos años. Foto: EFE

El dato duro es que la Selección de futbol de España ganó la Copa Mundial Femenina de Australia y Nueva Zelanda 2023 contra Inglaterra por marcador de 1-0. La vergüenza es Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Futbol (RFEF).

Cuando sonó el pitido final, las jugadoras españolas se desplomaron eufóricas, apenas conscientes de la enorme gesta que habían logrado. Olga fue la heroína con su gol solitario (como Iniesta hiciera para la selección varonil en 2010), Salma Paralluelo se convertía en la primera futbolista en ser campeona mundial en simultáneo con la Sub-17, Sub-20 y absoluta, y España se unía a Alemania como las únicas dos federaciones que han ganado los mundiales femenino y masculino. Un enorme motivo de felicidad, sí, pero empañado por la vulgaridad, prepotencia y machismo de Luis Rubiales.

Durante la entrega de medallas, el máximo mandatario de la RFEF (que durante el partido había hecho gestos obscenos desde su palco) le propinó un beso en la boca a la jugadora Jenni Hermoso, sin su consentimiento. El mundo miró ese gesto con una mezcla de estupefacción y pena ajena, porque Hermoso es miembro de la comunidad LGBTT+ y porque nadie debería violar así el espacio personal de nadie. Y de inmediato, aficionados y directivos comenzaron a pedirle explicaciones a Rubiales.

Primero hubo una disculpa un tanto somera (para la cual el directivo suplicó la ayuda de Hermoso, aduciendo que el asunto lo dejaba mal parado ante el país y ante su propia familia), luego, Hermoso recurrió al sindicato FutPro y su agencia de representación TMJ para exigir medidas severas por el comportamiento del directivo, y después la FIFA intercedió para pedir explicaciones, con la consigna de que el incidente merecía un castigo ejemplar. Para la tarde del jueves, se había filtrado a la prensa española que el directivo dimitiría el viernes en una asamblea extraordinaria (medios como Marca y AS intentaron limpiar la imagen de Rubiales con sendos artículos y portadas); pero para sorpresa de todo el planeta futbol, Rubiales utilizó la asamblea para tratar de desmentir la versión de Hermoso, decir que había una campaña en su contra y reafirmarse en el puesto. Medidas desesperadas para un tipo que se sabe acorralado por sus actos y ve cómo se le escapa el poder entre los dedos.

La misma tarde del viernes, Jenni Hermoso lanzó un comunicado vía X en el que acusaba que gente de la RFEF la presionó a ella y a su familia para dar alguna declaración que le quitara hierro al asunto. Su respuesta (y la de todas sus compañeras campeonas del mundo) fue dejar de jugar para la Selección Española mientras Rubiales siguiera presidiendo la Federación. A esa respuesta se han sumado las dimisiones voluntarias de los presidentes de la Federación Vasca, el de la Federación Valenciana, el de la Federación Cántabra, así como de algunos vicepresidentes; también hubo una ola de muestras públicas de apoyo de varias jugadoras alrededor del mundo para con Hermoso.

El tema dejó ver, también, las más rancias opiniones sobre la mujer en el deporte: que igual las jugadoras deben agradecerle a Rubiales, porque sin él no habrían llegado tan lejos; que el feminismo no sirve de nada; que ellas son meros instrumentos y los verdaderos genios están en los despachos (como si los que llevan traje supieran jugar o siquiera administrar bien); que Hermoso debió tomarse ese beso como un elogio. Toda una sarta de falacias.

Que nadie se pregunte por qué el futbol se ha ido pudriendo tan rápido. Es por esto, por gente como Rubiales y los asnos que lo defienden y lo entronizan.

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