Futbolizar la política
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

Futbolizar la política
El gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, aseguró que continuará con sus denuncias en contra de exfuncionarios de la entidad. Fotografía: Facebook

La política mexicana se encuentra, en términos futboleros, en ese periodo que alguien designó como “futbol de estufa”. Tras la designación de Xóchitl Gálvez como candidata del Frente Amplio por México y a la espera de lo que suceda con la encuesta de Morena y la decisión de Movimiento Ciudadano, el mercado de fichajes para las elecciones federales de 2024 está en plena pretemporada. En medio de la especulación, los partidos políticos arman sus planteles y buscan a sus directores técnicos para lo que será la elección más competida de la historia.

El ambiente de la política mexicana se parece cada vez más al mercado del futbol, en el que la emotividad y el espectáculo se imponen sobre las buenas maneras y los contenidos. Los dueños de los equipos (partidos) buscan fichajes espectaculares y acciones estridentes para asegurarse un lugar en los medios, aunque sin la garantía de un triunfo o, por lo menos, de un buen desempeño sobre la cancha. La polarización ha llevado a los líderes partidistas a una estrategia que parece simple: ya no se trata de una competencia contra rivales o adversarios políticos, sino un combate contra el enemigo, con campañas más fincadas en la descalificación y la agresión, que en la construcción de consensos para afrontar los retos colectivos.

“Hablar de la futbolización de la política evidencia ciertas analogías que se producen en el decir, hacer y sentir de ambos ámbitos”, escribió el investigador de la UNAM Miguel Lisbona Guillén en 2019. “La terminología futbolística parece incrustarse en el lenguaje político para destacar, por encima de cualquier otra cosa, la condición de rival, de enemigo del otro político”.

Qué pasa con las formas en política, que se parecen cada vez más a las del balompié o son incluso peores, en las que un gobernador que fue futbolista profesional, Cuauhtémoc Blanco, reta a golpes a un diputado local; en las que una candidata presidencial lo mismo viste una botarga de dinosaurio, que se pone la camiseta de su equipo favorito o se sube enmascarada a un ring de lucha; donde el presidente de la república lanza apuestas burlonas como si estuviera en un palenque, mientras en las redes simpatizantes de ambos bandos se insultan más que argentinos y mexicanos en la pasada Copa del Mundo. 

La temporada está por comenzar y en los próximos meses veremos muchos, quizá demasiados, cambios de camiseta, de estilo de juego y hasta de directores técnicos. Los golpes bajos que se esperan en la contienda federal de 2024 harán ver como cosa menor las traiciones que han caracterizado al futbol de pantalón largo durante su historia. ¿Será que en la política mexicana las emociones se impondrán a las razones?

Un fenómeno global

La política y el futbol están relacionados íntima e históricamente a lo largo del planeta. En mi primer viaje a Argentina, en el año 2000, una tarde me encontré con un “piquete” (mitin o manifestación en el que los participantes cierran las calles) en el que un grupo numeroso de personas entonaban el himno peronista, canción que, con otra letra, por supuesto, había escuchado a través de la televisión en innumerables partidos. En las tribunas de los estadios argentinos es común encontrar mantas de apoyo a los candidatos a presidir los clubes, pero también para promocionar a políticos locales. Los “barrabravas” (aficionados violentos o “hinchas caracterizados”, como los define la justicia de aquel país) se alquilan como elementos de seguridad en eventos políticos o también como grupos de choque para atacar movimientos sociales contrarios a sus intereses. Y aunque domingo a domingo se encuentren en diferentes tribunas alentando a su equipo, a la hora de apoyar a un político no importa el color de la camiseta.

El expresidente argentino Mauricio Macri utilizó su gestión al frente de Boca Juniors, el equipo más popular del país, para impulsar su carrera política, en la que primero fue jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires y luego presidente de la nación. Caso similar, aunque con matices diferentes, al del exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi, propietario del AC Milán.

En México, la vinculación entre poder político y futbol no ha sido aún tan notoria, aunque en los años de gloria del Deportivo Toluca, a finales de los 90, era común ver en el palco presidencial del estadio Nemesio Diez a los exgobernadores pertenecientes al Grupo Atlacomulco gritar los goles del paraguayo José Saturnino Cardozo junto al presidente del equipo, Rafael Lebrija y al propietario de los Diablos, Valentín Diez Morodo.

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El gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, es quizá el caso más emblemático de un exfutbolista que ha dado el salto a la política, primero como alcalde de Cuernavaca y después como gobernador. A Roberto Ruiz Esparza se le recuerda como capitán del mejor Puebla de la historia, pero también fue diputado federal por el PAN, de 2003 a 2006. Carlos Hermosillo fue titular de la Comisión Nacional del Deporte (2006 a 2009) y quiso ser diputado federal por Veracruz, pero perdió en las urnas.

Manuel Negrete fue candidato a diputado por el Partido Acción Nacional en el año 2000 y ha sido funcionario de gobiernos priistas y perredistas, además de dirigir los destinos de la alcaldía Coyoacán entre 2018 y 2021. El capitán de la Selección Mexicana en el Mundial de México 86, Tomás Boy, fue candidato suplente para senador de Nuevo León por el Partido del Trabajo en 1994 y Antonio “La Tota” Carbajal fue candidato a diputado por el Partido del Frente Cardenista en Guanajuato, pero no logró un escaño.

A nivel municipal, una leyenda de Chivas, Isidoro “Chololo” Díaz, fue presidente de Acatlán de Juárez (Jalisco), mientras que Alejandro “Gallo” García contendió por el Partido Verde para alcalde de Irapuato (Guanajuato) y otro exguardameta, Adolfo Ríos, quiso ser presidente municipal de la ciudad de Querétaro. ¿A qué exfutbolistas veremos en la boleta en las próximas elecciones?

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