A 50 años del embargo petrolero árabe
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

A 50 años del embargo petrolero árabe
A cincuenta años del embargo petrolero árabe. Foto. Envato Elements

Cada diez años desde el miércoles 17 de octubre de 1973, aparecen en los medios y las revistas especializadas artículos como este, dedicados a recordar los eventos y las lecciones del embargo petrolero árabe. No es para menos. Ese acontecimiento marcó un antes y un después para la historia económica y política mundial. Ni los mercados energéticos, ni los financieros, ni la seguridad internacional, ni el desarrollo económico de los países volvieron a ser los mismos.

La noche de ese miércoles, después de ocho horas de deliberaciones en una sala de juntas del hotel Sheraton de Kuwait, once ministros de petróleo de países árabes anunciaron, sin el apoyo de Irak, un recorte coordinado de 5% mensual a los envíos de crudo a Estados Unidos y Países Bajos, Portugal, Rodesia y Sudáfrica, tomando como base el nivel de ventas de septiembre. Los ministros presentaron la medida como represalia por el apoyo de esos países a Israel durante la guerra de Yom Kippur, que había comenzado once días antes con el sorpresivo ataque de los ejércitos de Egipto y Siria.

En la portada del New York Times del día siguiente, 18 de octubre, se lee el titular: “La unión soviética busca un movimiento de Cairo por la paz; grandes batallas de tanques en el Sinaí; los árabes cortan las exportaciones de petróleo 5% por mes”. Más abajo aparecen subtitulares con detalles: “Estados Unidos, el principal objetivo (del embargo). Reducción Menor a la Esperada – Efecto Incierto”.

El reportero relata desde Beirut que la “largamente esperada decisión de usar el petróleo como arma en el conflicto de Medio Oriente…fue al mismo tiempo más modesta, más flexible y más vaga de lo predicho”. Los recortes, prosigue, “continuarían mes a mes, hasta que Israel evacúe los territorios ocupados en la guerra de 1967 y tome disposiciones respecto a los derechos árabes. Esta formulación deliberadamente imprecisa alude a las reivindicaciones de los refugiados palestinos”.

Quienes esa mañana quisieron comprar crudo se encontraron en una intensa competencia con otros compradores para asegurar cargamentos, dada la falta de claridad sobre el porvenir del suministro desde Medio Oriente. El resultado fue un salto en el precio. Aunque el embargo terminó solo cuatro meses después, redujo solo 5% de la oferta mundial y fue rápidamente contrarrestado redirigiendo el flujo de buques entre continentes, para el verano el crudo se cotizaba cuatro veces por encima de su nivel inicial. El primer gran choque petrolero estaba en marcha, con todo y su efecto inflacionario y la aprehensión respecto a la seguridad energética de occidente.

En la memoria popular de Estados Unidos, el embargo está asociado al alza en el precio de la gasolina, las riñas por las largas filas en las estaciones de servicio, las mañas de los dueños de las gasolineras para cobrar por encima del precio dictado por el gobierno, los llamados de las autoridades a bajar la temperatura del termostato y ponerse un suéter para ahorrar energía eléctrica (altamente dependiente del petróleo), el límite de velocidad de 55 millas por hora, entre otros cambios en la vida cotidiana. También, a las noticias continuas respecto a la estanflación y la nueva inseguridad energética de su país, ahora más dependiente que nunca de las decisiones de gobiernos árabes petroleros.

Pero ya entonces era evidente para los expertos la débil relación entre el embargo y lo que ocurría en las calles, no obstante los discursos, los reportes en los noticieros de televisión y las anécdotas que acompañaban a la llamada crisis energética. La demanda de crudo llevaba cuando menos una década creciendo a un ritmo superior a la oferta.

La capacidad sobrante de producción de Texas, la única disponible entonces en el mundo para amortiguar el desequilibrio entre oferta y demanda, se fue agotando hasta que en la primavera de 1972 desapareció por completo. A partir de entonces cualquier aumento en la demanda se reflejaría de inmediato en un aumento en el precio, a menos que la producción en alguna otra parte del mundo cubriera la diferencia. Los países árabes no estaban dispuestos a liberar sus excedentes, en cualquier caso, menguantes frente al crecimiento de la demanda. Eso explica que a pesar de que el embargo concluyera cuatro meses después, el precio no volviera a bajar a su nivel inicial.

Análisis cuantitativos de ese episodio dejan fuera de duda que el precio del crudo reflejaba más los efectos del rápido crecimiento en la demanda que la hostilidad de los países petroleros o la codicia de las grandes empresas privadas. Estos últimos simplemente ajustaron sus precios a la nueva realidad de un mercado cuyo apetito por crudo parecía no tener freno. Al embargo puede atribuirse cuando mucho un 25% del aumento en el precio, pero ese efecto fue temporal.

El presidente Richard Nixon había además impuesto dos años atrás, en agosto 15 de 1971, controles de precios y salarios generalizados, incluidos a los combustibles, como parte de su nuevo programa para combatir la inflación y ganar la reelección. El anuncio formó parte del ya célebre discurso que puso fin a los acuerdos de Bretton Woods, notablemente la libre convertibilidad del dólar frente al oro.

Si bien los precios estarían congelados por tres meses, en el caso de los energéticos los controles terminaron extendiéndose a lo largo de 10 años. El decreto original instruyó: “Ninguna persona cobrará, evaluará ni recibirá, directa o indirectamente en ninguna transacción, precios o alquileres en cualquier forma superiores a los permitidos en virtud del presente, y ninguna persona, directa o indirectamente, pagará o aceptará pagar en ninguna transacción sueldos o salarios en ningún forma, o utilizar cualquier medio para obtener el pago de sueldos y salarios en cualquier forma, superiores a los permitidos en virtud del presente, ya sea por aumento retroactivo o de otro modo”.

Un comunicado de prensa del Departamento del Tesoro emitido un par de semanas después del anuncio aclaraba en un formato de pregunta-respuesta las dudas del público sobre el funcionamiento de los controles. Por ejemplo:

P: ¿Puede una empresa que genera electricidad con combustible importado pasar los amentos en sus costos al consumidor?

R: “No. La producción de electricidad a partir de combustible es una transformación del bien extranjero desde su estado original, impidiendo así repercutir el aumento del costo debido a los cambios en el precio del mercado mundial…”.  

Con o sin embargo petrolero, la escasez y las filas en las gasolineras estaban destinadas a materializarse porque los oferentes de gasolina, diésel, otros derivados de petróleo, gas natural y electricidad se quedaron sin más opción que ajustar sus niveles de producción y ventas al nivel compatible con los precios controlados, pronto rezagados frente a la realidad. En invierno de 1972, la escasez de gas natural llegó a los hogares de Nueva Inglaterra y para el verano de 1973 las largas filas en las gasolineras eran rutina.

A 50 años del embargo petrolero árabe - petroleo
A 50 años del embargo petrolero árabe. Foto: Envato Elements

Al embargo siguió una reorganización de la política energética de los grandes consumidores de crudo en el mundo. Los gobiernos de Estados Unidos, Europa y Japón instrumentaron un conjunto de medidas para estimular la producción de petróleo, diversificar las fuentes de energía, moderar el consumo y contar con suficientes reservas para contrarrestar cualquier interrupción de suministro. El proceso para llegar a esas medidas no fue terso ni exento de errores. Tomó el resto de la década para que la política energética apuntara definitivamente en una nueva dirección.

Quizá la lección más importante de ese episodio proviene de la política energética estadounidense, un verdadero compendio de lo que conviene evitar: controles de precio, racionamiento, regulaciones onerosas a lo largo y ancho de la cadena de suministro energético. Los presidentes de Estados Unidos desde Nixon hasta Carter tenían claro que los controles de precio eran contraproducentes, pero en su búsqueda de mantener su popularidad a flote y sobre todo presionados por un Congreso proclive a los controles, encontraron imposible deshacerse de ellos.

El desprestigio y hartazgo con esas medidas abrió la puerta a la revolución neoliberal en las políticas públicas. La autoridad para seguir administrando desde el gobierno los precios de la energía terminó justo al comienzo de la presidencia de Ronald Regan, quien no buscó renovarla. La liberalización, la privatización y la desregulación se convirtieron en la única dirección para la política económica por los siguientes treinta años.

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