¿Crisis energética reloaded?
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

¿Crisis energética reloaded?
Foto: AFP

Cualquiera que sea el desenlace de la invasión de Rusia a Ucrania, veremos ajustes en la política energética de Europa y Estados Unidos, por no decir del mundo. El objetivo amplio y obvio en el Atlántico Norte es reducir desde ya las importaciones de gas natural y petróleo de Rusia. Los objetivos específicos resultarán de una contradictoria combinación de esfuerzos nacionales e internacionales en tres frentes: desarrollar nuevas fuentes de suministro de hidrocarburos, avanzar con la transición energética de las energías fósiles hacia las limpias y elevar la eficiencia en el consumo energético.

Hace casi 50 años, los gobiernos de la OCDE respondieron de manera similar al embargo petrolero árabe. Un primer conjunto de medidas consistió en apoyar la exploración y producción de petróleo en otras regiones del planeta. Aunque las políticas no siempre fueron consistentes, el entorno de precios altos ayudó al avance de proyectos en Alaska, el Mar del Norte y el Golfo de México. Al comienzo de los años 80, la producción adicional que aportaron quitó participación de mercado a la oferta de crudo árabe.

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Esta vez, con todo y el discurso de apoyo a la transición energética, Europa y Estados Unidos extenderán la bienvenida a la producción adicional del oeste de Texas, Brasil, Canadá, Guyana y Surinam, las únicas fuentes de crecimiento potencial de la oferta fuera de Medio Oriente, crucialmente con acceso al Atlántico. Venezuela, México y el Oeste de África no aportan la certidumbre para el crecimiento en la inversión petrolera. Irán sería otra opción si llega a un acuerdo sobre su programa nuclear que desactive las sanciones sobre su sector petrolero.

Otro conjunto de medidas fue el lanzamiento de programas de sustitución de crudo por fuentes alternas de energía, no necesariamente limpias. El gobierno de Estados Unidos estimuló el consumo de carbón, creó una empresa pública para la investigación y producción de combustibles sintéticos, dedicó fondos al desarrollo de petróleo no convencional (el origen de los estímulos a la producción con técnicas como el fracking), impulsó la marcha de los proyectos petroleros hacia el mar, creó las reservas estratégicas de petróleo, promovió inversiones en la generación eléctrica solar, estableció medidas para el ahorro de energía. La energía nuclear iba a ser parte de la estrategia, pero el accidente de la central nuclear en Three Miles Island obligó al gobierno a dejarla de lado.

En esa época, los consumidores experimentaron novedades como el límite de velocidad de 55 millas por hora, los estándares para la reducción en el consumo de gasolina en los automóviles, las instrucciones para ajustar la temperatura en los termostatos de las oficinas del gobierno federal.

En Europa y Japón, las respuestas gubernamentales incluyeron acciones como las desplegadas por Estados Unidos, adaptadas a su particular realidad política, económica y geográfica. La riqueza petrolera del Mar del Norte supuso una menor urgencia de Reno Unido por promover energías alternas. Francia se lanzó de lleno a la promoción de la energía nuclear. Japón invirtió en energía nuclear y la expansión de su capacidad para recibir gas natural licuado. Dinamarca y Alemania Occidental impulsaron la energía eólica. A pesar de la oposición de Estados Unidos, Alemania Occidental concretó con la Unión Soviética un acuerdo para construir un ducto a través del cual aumentaría sus compras de gas natural ruso. Italia, Francia y España impulsaron el tendido de ductos para importar más gas natural desde Argelia. Noruega se convirtió en una fuente clave de petróleo y gas para los países de la Europa occidental. Hay más ejemplos. Todos consistieron en diversificar las fuentes de suministro energético y geográfico.

Un tercer grupo de acciones se concentró en la reorganización institucional. En la gran mayoría de los países, la política energética subió a rango ministerial y las referencias explícitas a la política energética se multiplicaron. Los gobiernos crearon además oficinas dedicadas al acopio de información sobre los mercados energéticos -sin la cual la planeación y la respuesta adecuada son solo una aspiración- y mecanismos para mejorar la coordinación interinstitucional, habida cuenta de los múltiples temas que inciden sobre la agenda energética.

Por último, los gobiernos de la OCDE reforzaron su política energética exterior. Los países europeos exentos del embargo árabe buscaron de entrada acuerdos de suministro bilaterales con los países de Medio Oriente. Pero presionados por un gobierno de los Estados Unidos preocupado por una respuesta descoordinada que podría debilitar la alianza atlántica, acordaron crear un mecanismo de liberación conjunta de reservas estratégicas de petróleo en caso de una nueva interrupción de suministro, la muy mencionada Agencia Internacional de Energía.

Sería impreciso calificar a la crisis petrolera actual como una versión reloaded de la anterior. Aunque las correspondencias son evidentes, hay diferencias notables. Primero, el embargo de hoy es de demanda más que de oferta: son los consumidores quienes están boicoteando las compras de crudo ruso. Rusia no ha amenazado todavía con el uso del arma energética, pero no puede descartarse que lo intente. Ayer comenzaron a circular la noticia de que está dispuesta a ejercer su derecho de interrumpir el flujo de gas natural a través del ducto Nordstream I.

Segundo, el enfrentamiento bélico –la invasión– ocurre dentro de Europa, no del otro lado del Mediterráneo. Las implicaciones van más allá del riesgo de interrupción en el flujo de energía; llegan al corazón de la seguridad europea, sede de tres potencias con armas nucleares. Los ecos se escuchan en Asia, donde el gobierno de China está tomando nota.

Tercero, gran parte del recorrido de política energética e institucional está trazado. No será preciso innovar en términos de política energética al mismo grado que en los años 70, pero sí será necesario emplearse a fondo para gestionar al mismo tiempo la seguridad de suministro de hidrocarburos y la transición energética. Al parecer, la visible e inmediata catástrofe de la guerra podrá más que la invisible y pausada catástrofe del cambio climático para impulsar a las energías renovables.

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