Es momento de pensar. Elecciones 2024
De Realidades y Percepciones

Columnista. Empresario. Chilango. Amante de las letras. Colaborador en Punto y Contrapunto. Futbolista, trovador, arquitecto o actor de Broadway en mi siguiente vida.

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Es momento de pensar. Elecciones 2024
Una persona emite su voto para las elecciones presidenciales en Buenos Aires. Foto: EFE / Enrique García Medina

Se dice que no existe mejor salsa que el hambre ni mejor colchón que el sueño, pero eso no sucede cuando la desesperación es el mejor condimento para el voto.

En México el hartazgo, el resentimiento y la rabia acumulada desencadenaron en 2018 la victoria de un movimiento que ha traído mayor destrucción que esperanza. 

En Estados Unidos si el entorno político no cambia, tropezarán dos veces con la misma piedra y Donald Trump regresará a la Casa Blanca después de explotar el encono social, la polarización y las teorías de la conspiración como eslogan de campaña. 

Los casos se multiplican alrededor del mundo, desde España hasta Argentina, donde el electorado al verse acorralado entre resentimientos, incompetencia y locuras vota con la entraña más que con la razón, mientras los partidos políticos, a espaldas de todos, llegan a acuerdos con aquellos que van en contra de todo lo que decían defender o representar.

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Las democracias están en crisis por falta de representantes dignos, independientemente de la urgencia que tenemos por un cambio o que las elecciones sean limpias. Estamos dando saltos al vacío.

El riesgo profundo que vivimos en la calidad del voto y en las candidaturas a elegir se verá reflejado durante el dos mil veinticuatro, porque sabemos que más de la mitad de la población mundial vive en países donde se tendrán elecciones nacionales y asistirán a las urnas a definir su futuro.

Un futuro y un voto que, dada la poca honestidad, desprestigio, incapacidad y falta de integridad de las clases políticas alrededor del mundo, será guiado más por el enojo y la desesperación que por la razón.

La explotación emocional de rencores, ocurrencias y promesas inalcanzables serán el mecanismo y la estrategia más recurrida para cautivar el voto de una sociedad desinformada. Espejismos y anzuelos de odio que se lanzan desde la plaza pública y que son sumamente atractivos para un electorado que no reflexiona y busca venganza. 

Por eso, si lo que queremos es acabar con la espiral de malos gobiernos, tenemos que dejar de ser ese cardumen torpe e incendiario que se mueve al mismo tiempo guiado por la manipulación de otros. Debemos, por el contrario, fortalecer las distintas redes ciudadanas, la autocrítica, exigir e informarnos.

Porque con apatía y poca reflexión, el populismo lucra con odios colectivos para alcanzar ambiciones personales, ya sea que vengan inspirados desde la izquierda radical o la ultraderecha trasnochada. Es momento de pensar.

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