Los libros al cine
Archipiélago Reportera cultural egresada de la ENEP Aragón. Colaboradora en Canal Once desde 2001, así como de Horizonte 107.9, revista Mujeres/Publimetro, México.com, Ibero 90.9 y Cinegarage, entre otros. Durante este tiempo se ha dedicado a contar esas historias que encuentra a su andar. X: @campechita
Los libros al cine
No voy a pedirle a nadie que me crea, de Fernando Frías. Foto: Netflix

“Es tan tramposa la escritura íntima que ya estoy justificándome como si estas páginas, algún día, fueran a ser leídas por alguien. O peor: como si fueran a ser publicadas”.

Juan Pablo Villalobos

Desde hace unos días se encuentra en Netflix una cinta que, como solemos decir, medio que pasó de noche. se trata de No voy a pedirle a nadie que me crea, de Fernando Frías, sí, el director de Ya no estoy aquí, quien echó ojo a la novela homónima de Juan Pablo Villalobos que en 2016 ganó el Premio Herralde de Novela. Una locura de propuesta que no es una historia de amor y sí.

Protagonizada por Darío Yazbek Bernal, la cinta comienza con la feliz noticia de que su protagonista hará su doctorado en la Pompeu Fabra de Barcelona, él vive con su novia y regresa a su casa en Guadalajara para dejar algunas cosas en casa de sus padres y despedirse de un viaje que se antoja sin regreso, pero no adelantemos, conocemos de reojo a la familia y de repente, un primo le llama y ¡zas!, todo se pone patas pa´rriba.

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Tanto Fernando Frías como María Camila Arias se pusieron a mirar con lupa la novela de Villalobos, de quien por ahí se llegó a decir que era su autobiografía, menuda locura, en fin, que la historia da giro inesperado, vemos a Juan Pablo Villalobos, el protagonista, inmerso en una pesadilla retorcida en la que involucra sin querer a su nova Valentina, se instala en una Barcelona sórdida y con pasos sin rumbo comienza a vivir un sinvivir que no parece tener fin.

Con toques de comedia negra, la historia de Villalobos contada por Frías pone imágenes a ese libro que cautivo a la crítica hace 7 años y que quizá en su momento resultaba rocambolesca, y en pleno 2023 digamos que ya no sorprende tanto.

Después de unos días de haberla visto, una noche de mucho frío bajo dos cobertores y con mezcal en mano, la película sigue dando vueltas en mi cabeza, mi propia lectura se centró en Valentina, la novia que queda atrapada en una espiral que la lleva a un rincón sin futuro posible, al tiempo que Juan Pablo el personaje es parte de una puesta en escena en la que no tiene más que seguir un guion inexistente, vamos es una alegoría a esa sensación de incertidumbre que últimamente nos ronda, pero pega más fuerte a quienes empiezan a trazar su camino. 

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Una película que no es miel sobre hojuelas pero que resuena y por eso vale la pena verla, después hinquen la mirada en el libro o al revés, el orden de los factores sí interviene en la experiencia, pero no resulta una desilusión.

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